OCTOGÉSIMO SEXTA EMOCIÓN
Todo es agua y ninguna de sus partes es la misma agua, aunque se cumpla que la corriente de un río siempre termine desembocando en un mar.
¿Cómo es que lo siento, lo sé, de esa forma?
Me lo dicen mis pasos ni seguros ni inseguros, pasos de caminante que sabe no ir a ninguna parte, como el agua conoce que es siempre la misma, incluso bajo otras formas, las duras y las invisibles, las heladas y las cálidas hasta la extinción.
Todo es agua y nada lo es cuando sostiene los pies la tierra, cuando el observarla hace olvidar la humedad, cuando la piedra llama a convertirse en lecho del agua, un destino por el que clamó antes de que existiera la vida, antes de que la humedad, incluso la desértica, fuera la placenta de la vida, fuera madre y padre que se adaptan a cualquier forma que la contenga, que pesan con su responsabilidad y amagan con su vocación de evaporarse, que permiten la existencia y la cercenan.
Lo que sé es húmedo, lo que me pregunto es blando, lo que quisiera saber está evaporado, lo que no llegaré a saber es horizonte marino y desembocadura.
Continúo pisando la tierra con la firmeza que el agua proporciona al cauce o al lecho que solo aparenta contenerla.
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