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Mostrando entradas de 2024

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (45)

      CUADRAGÉSIMO CUARTA EMOCIÓN Tú, como no has podido crecer, no puedes comprender lo que es la distancia de unas fuerzas inauditas que estaban maltrechas porque se situaban donde la vida no fluía. Exagero. La vida fluía aun en el miedo porque su fuerza era entonces inconmensurable. Hoy la fuerza de mi vida es mensurable, con todo lo que conlleva de bendito fracaso y potencia tranquila. En esto es maravilloso tenerte de interlocutor porque me permite explicarte lo que alcanzarías a comprender si tu vida existiera en tus manos y la empujaras con la inevitabilidad de la pasión que yo he sufrido y celebrado. La vida es inelegible, no así la muerte, pero eso no evita su celebración, el pararse a recordar que, si la fortuna no nos es excesivamente adversa, hay momentos cotidianos y momentos únicos que la convierten en una bola de fuego que calienta agradablemente y no se puede tener quieta para que no queme, para que no se apague.     Me he adelantado y retrasado, Raúl, dejándome llevar

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (44)

      CUADRAGÉSIMO TERCERA EMOCIÓN SUCESOS     Tras el paso del viento El caminar de las hojas Cruje al interior del hogar     Podemos barrer las huellas Entre lágrimas de agradecimiento Y sonrisas íntimas     O podemos ordenar El desorden interior Que nunca termina     Sentados en el porche Nos encontramos con el desconocido Su silencio es la expresión que aguardábamos     Invitarle a entrar es el mejor error Que, nunca cometido, Esperaba el transcurrir del mundo     Los pequeños pasos Que damos para calentar el agua Se transforman en ciencia equívoca     El desconocido nos sigue de cerca Acolchado en la duda que ofrecemos Mientras evitamos su mirada     El destino nos conmina A sentarnos frente a él A contarle cómo llegamos hasta ese momento y lugar en que el viento nos narraba la historia de la vida y no queríamos escucharlo.      

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (43)

      CUADRAGÉSIMO SEGUNDA EMOCIÓN Quiero aclararte que en el colegio de las chicas las clases a las que yo asistía eran solo de chicos, quizá por esa hoy extraña circunstancia no me causó ninguna sorpresa, o sería mejor decir que no me inquietó, el cambio al nuevo colegio, el salto desde lo que se convirtió, por comparación, en el pequeño colegio respecto del gran colegio de los chicos.     Los dos cursos escolares que pasé en el colegio de las chicas fueron muy diferentes uno del otro. En el primero me acompañó la dulzura inolvidable de la monja maestra. En el segundo, lo hizo la aparente severidad de otra monja que no dañaba nuestra pequeñez.     Y por detrás, siempre, la anciana bruja a la que todos temíamos y de la que nos burlábamos en secreto para poder sobrevivirla.     La bruja aparecía a menudo en el pasillo de las tres clases de los chicos y todos la temíamos. Su pequeñez no disminuía el miedo que provocaba en nosotros. Su voz cascada de anciana siempre decía algo que perman

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (42)

    CUADRAGÉSIMO PRIMERA EMOCIÓN Quiero contarte ahora, quiero recordar contigo y gracias a ti, ese comenzar una nueva vida en el nuevo colegio que, con total naturalidad, iniciando la senda emprendida por mis hermanos, comenzaba en mi vida a los ocho años. Me resulta curioso no tener recuerdos nítidos del primer día. Quizá eso signifique, o esconda, que yo tenía la creencia de que aquel era mi lugar natural. El colegio de los chicos.     No te había contado antes que el colegio anterior era el de las chicas y que este, el de los chicos, no incluía a niños pequeños, quienes debían ser formados, como si la antigüedad aún estuviera viva, por aquellos eunucos que eran las monjas vestidas con sus hábitos negros, con sus nudosos cinturones blancos, con la cara enmarcada por una rígida estructura blanca cubierta con una negra toca cuya suavidad probé por casualidad en alguna ocasión y quizá llegó a ser una de las puertas que se me abrieron hacia el erotismo y el anhelo de la suave belleza an

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (41)

                                                                CUADRAGÉSIMA EMOCIÓN      Yo he sido mis circunstancias, como le ocurre a cualquiera. El lugar de nacimiento, las características personales genéticas y aprendidas, la familia, la fortuna del entorno…. He jugado con ellas y ellas conmigo, como todo el mundo. Y he hecho algo más. Me he enfrentado a ellas; en muchos casos no he seguido sus indicaciones o los moldes que me proponían. He hecho cosas y tomado decisiones que iban en contra de mis circunstancias o me alejaban de ellas.     Dedicarme a perder el tiempo ha sido quizá la más intensa de mis inadaptaciones. Unas veces perdiéndolo a ojos vista, otras perdiéndolo mientras lo ganaba en actividades que solo a mí interesaban en cada momento. Actividades improductivas, en el sentido económico, que he sentido como lo mejor que podía hacer y, en algunas ocasiones, como lo peor.      Ocasiones en que sí que he perdido el tiempo, sin duda, cuando no he sabido salirme de él por

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (40)

      TRIGÉSIMO NOVENA EMOCIÓN Quizá me estás hablando a partir de lo que te cuento y creo que no sé entender tus palabras, o ni siquiera conozco la lengua en que te expresas… Tienes algo muy mío en ti que me robas y que yo no sé cómo recuperar. Estoy esforzándome por darte voz a través de mí, como si pudiera sembrar una pradera con la hierba que un día desapareció de ella y que yo no podré volver a ver crecer. Eres hoy una memoria que debo recrear para poderme enfrentar al acercamiento de la muerte, como si yo fuera capaz de convertir la vida en perfecta y completa.     Eres el error que no pudo ser, aquel que da sentido a la voluntad de vivir de una manera equivocada y que no se puede evitar. Sin equivocación la voluntad hubiera sido tan débil que no existiría, como la flor que asoma demasiado pronto a una primavera que aún no ha llegado.     Eres para que yo sea. Una nada posible. Un encuentro por inventar.

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (39)

      TRIGÉSIMO OCTAVA EMOCIÓN Y necesito hablarte de los colores, del color, precisamente porque tú para mí siempre has estado alejado de ellos, del color, de su variedad, aunque eso es algo que supe tras muchos años de no estar contigo, cuando no comenzó mi adolescencia.     El color me lleva no acompañando desde siempre, y sé que es así por mi situación de hijo no nacido. Quizá el no haber podido disfrutar de la oscuridad del útero me ha conducido hacia esa incidencia de las variaciones de la luz en mi vida. La situación en la que me has puesto es tanto la de un ciego como la de un visionario, y con ella el color me ha seducido y conducido desde siempre, como lo hará, evidentemente, hasta siempre.     Es posible que esa falta y plenitud se deba a mi situación de no muerto. El color para ti, para los mortales, puede ser desde un accesorio a una necesidad irrenunciable. Para mí es el hilo conductor de la no vida, es el acompañante de estas palabras y es aquello que me permite hablarte

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (38)

    TRIGÉSIMO SÉPTIMA EMOCIÓN                                                                                                                                                             LUGARES VIAJADOS     A lo largo de la vida conocemos muchos y variados lugares. Barrios, bares, monumentos, bosques, casas, montañas, museos, tiendas, puentes, rocas, jardines... Nunca llegamos a saber distinguir entre todos esos tipos de lugares y los lugares en los que se ubican. ¿Nos encontramos en un momento dado sobre un puente o sobre el río que lo cruza? ¿Estamos situados en otro momento en el interior de un bosque o sobre un monte cubierto por árboles? Casi seguro que no tenemos respuesta ni conciencia de a lo que solemos denominar lugar.     Cuando uno viaja tiene la sensación de visitar lugares y lugares dentro de lugares. Un barrio de una ciudad podría ser buen ejemplo de lo que digo. Pero de los lugares que uno va conociendo en los viajes hay algunos que tienen una categoría especial, ¿o se

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (37)

                                                                                                                                    TRIGÉSIMO SEXTA EMOCIÓN   Raúl, me gustaría explicarte, a ti que no tienes forma, que hay muchas formas de estar vivo. La primera que conoces, porque no has tenido la oportunidad de conocer otras, es la de la narración. Yo te cuento lo que pienso y siento, lo que pudo ser, lo que creo que fue, y eso da forma a tu vida, en tu caso hace que existas. No quiero que estés triste porque tu naturaleza sea la de mi narración, quiero que sepas que eso no está tan alejado de la forma en que vivimos los demás, empezando por mí mismo.     No creas que es poca cosa tu primera forma de vida conocida. Salvando la del origen, la del contacto íntimo con el interior de la madre, y la siguiente, una faceta no tan diferente de aquella, la del contacto con la piel de quienes se acercan al nacido, la de la narración nos acompaña a todos a lo largo de nuestra vida, en nuestros

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (36)

    TRIGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN   Algunas veces las clases eran pequeñas locuras, y no por la cantidad de niños que contenían (hoy impensable) sino por el conjunto de manías de los profesores a las que asistíamos, que sufríamos y que siempre nos sorprendían a los alumnos, quizá en apariencia impertérritos por la fuerza de la costumbre. Durante años asistimos al desatarse de los humores, en cualquier sentido posible, de profesores tanto laicos como religiosos. Escenas como de animales caídos en furias incomprensibles que correspondían a extraños instintos por descubrir desde nuestro punto de vista, instintos de adultos o malsanas aberraciones personales conjugadas con un ejercicio del poder que aparecía como ataque hacia nosotros. Aunque también había, a veces, extrañas reacciones, muy pocas, que no se sumían en la violencia. La violencia parecía ser una característica unida a la vocación personal y educativa de muchos de aquellos seres. Una violencia que arropaba la ternura

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (35)

         TRIGÉSIMO CUARTA EMOCIÓN   “¿Has hecho los deberes?” Pregunta retórica que tú, no padre, me hiciste, retórica porque yo era buen estudiante, o lo aparentaba, y a la que contesté con la esperada afirmación que no se cuestionaba por tu parte ni por la de mamá. Pero no era verdad, no había estudiado. Y recuerdo perfectamente que yo tenía nueve años, que estaba como invitado en el cumpleaños de alguien del que no recuerdo nada, ni su nombre, ni su cara, aunque sí la casa en la que vivía o, al menos, el salón en el que me fue hecha la pregunta.     Se fijó ese momento en mí para siempre y se unió a no saber la lección que me preguntó el profesor al día siguiente.     Allí empezó mi organización y orden personal, que ya nunca me ha abandonado como característica íntima, aunque sí, según períodos y lugares, como expresión realizada y reconocible en mis acciones, pensamientos y sensaciones.     Pero, como en tantos otros casos, quedó el remordimiento, flotó la culpa, los dos compañero

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (34)

    TRIGÉSIMO TERCERA EMOCIÓN                                                   EL JARDÍN PROHIBIDO EN EL COLEGIO     Las hojas de la morera no tenían gusanos. La morera estaba prohibida. Los gusanos necesitaban sus hojas. Los niños se las ingeniaban, los gusanos no. Los vigilantes siempre vigilaban. Los niños lo conseguían. Los vigilantes lo sabían. La morera parecía querer asomarse a nuestro mundo. Parecía huir con sus ramas del encierro. Durante unos años siempre me fijaba en la morera, En mi casa no había plantas. Cuando iba a cruzar el campo de fútbol que yo no frecuentaba para jugar a las canicas. Cuando iba a hacer pis a los baños que, elevados, se situaban detrás de una de las porterías del gran campo de fútbol, con su arena parda. Cuando charlaba con mis amigos en “los setos”.     Los setos, enrejados, eran el símbolo de la palabra, de los secretos contados en voz baja, de los cotilleos masculinos. Los setos eran lo prohibido y lo anhelado. Eran setos sexuales tras las rejas d

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (33)

                                                         TRIGÉSIMO SEGUNDA EMOCIÓN    Un libro, un niño. El regalo de una persona, una mujer, que me quería de una forma que quizá, de alguna manera que ni yo mismo comprendo, he conseguido agradecerle sin poderle explicar el bien que me hizo a lo largo de mi infancia. Con ella supe, aunque no supe que lo sabía hasta mucho tiempo después, lo que era el cariño desinteresado, natural y sin exigencias.     Un niño, un libro.     Cumplía yo siete años de vida y apareció aquel libro. El libro de las maravillas. Todavía hoy continúo realizando en mi vida las maravillas y el anhelo que aquel libro sembró en mí. Es posible, incluso, que una parte de mi curiosidad “connatural” naciera leyendo aquellas páginas y viendo aquellas fotografías. Maravillas de este mundo (yo aún creía que había más mundos, mundos otros en los que dejé de creer después para volver a hacerlo, de otra manera, mucho después). Maravillas humanas y naturales, antiguas y moder

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (32)

     TRIGÉSIMO PRIMERA EMOCIÓN No me importa parecerme a ti, incluso me proporciona cierto placer, pero sí me importa, o me molesta, contar las cosas, mis cosas, como tú, porque no se corresponde con mi no vida, la que tuve y la que tengo a pesar de ti. Te acordarás de mi adolescencia y de nuestros enfrentamientos… Pero eso llegará más tarde.     Cuando comencé a ser consciente, con siete u ocho años, de la forma del pequeño mundo de mi colegio, con sus normas suaves, con los compañeros, tan agresivos como tan dulces, su cotidianidad infinita y la compleja cuadrícula de lo que iba aprendiendo, fue el momento en que me di cuenta de tu existencia como hombre. Ya te conocía como padre, claro, pero empecé a vivirte como lo que eras, eres, un hombre con unas circunstancias y unas características concretas que yo no juzgaba, por supuesto, que incluso me gustaban y con las que me identificaba. ¿Recuerdas nuestros juegos? Esos que inventabas para mí: pequeñas fiestas en las que el mundo tal y

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (31)

    TRIGÉSIMA EMOCIÓN   El asesinato ya no existe, los que no envejecemos no lo necesitamos ni deseamos. Creo que ni la guerra extiende su sombra ya en ninguna parte del mundo, aunque no sé nada de lo que sucede más allá del mar o del límite de cada continente, ni si quiera de lo que sucede más allá de las montañas que estoy viendo ahora mismo, allá lejos, como si cerraran el final de la carretera que recorro. También, y junto a todo ello, la curiosidad ha perdido su empuje. Puede que en otros lugares, aunque lo dude, no sea lo que ha quedado de la vida como lo que yo conozco aquí, aunque no me ocupa ni preocupa en exceso saberlo. Quizá descubra en algún momento que todo es diferente en otros lugares, aunque mi intuición y lo que deduzco de las últimas noticias que conocí, me llevan a intuir que la vida que queda en el mundo es la vida que llevo y que observo a mi alrededor.     Nadie juzga porque los tribunales, como las gasolineras o los crematorios, han perdido sus empleados, sus es

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (30)

      VIGÉSIMO NOVENA EMOCIÓN     La soledad es la forma de la vida ahora, una soledad acompañada que poco tiene que ver con aquella de la vida de antes. ¿La verdadera vida? No sé responder, o lo hago mientras camino hablándole, aunque no quisiera que fuera de ese modo, aunque no quisiera que mi compañía se convirtiera en la razón o fundamento de la vida. Aunque quisiera, quizá, que la vida fuera otra. ¿Pero no es eso lo que nos ocurría a todos antes, en la otra vida, en la auténtica vida porque era claramente mortal aunque la mortalidad cada día estuviera más oculta? La falta aparente de mortalidad en nosotros, en los supervivientes, nos arrebata la posibilidad de una vida auténtica.     Estamos acompañados y somos escasos. Lo podemos deducir de las últimas noticias que se dieron en televisión, que se difundieron por las redes, que aparecieron en los últimos periódicos. La población mundial se había reducido casi a la mitad. Y en países de alta densidad o de números absolutos indigeri