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EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (40)

      TRIGÉSIMO NOVENA EMOCIÓN Quizá me estás hablando a partir de lo que te cuento y creo que no sé entender tus palabras, o ni siquiera conozco la lengua en que te expresas… Tienes algo muy mío en ti que me robas y que yo no sé cómo recuperar. Estoy esforzándome por darte voz a través de mí, como si pudiera sembrar una pradera con la hierba que un día desapareció de ella y que yo no podré volver a ver crecer. Eres hoy una memoria que debo recrear para poderme enfrentar al acercamiento de la muerte, como si yo fuera capaz de convertir la vida en perfecta y completa.     Eres el error que no pudo ser, aquel que da sentido a la voluntad de vivir de una manera equivocada y que no se puede evitar. Sin equivocación la voluntad hubiera sido tan débil que no existiría, como la flor que asoma demasiado pronto a una primavera que aún no ha llegado.     Eres para que yo sea. Una nada posible. Un encuentro por inventar.
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EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (39)

      TRIGÉSIMO OCTAVA EMOCIÓN Y necesito hablarte de los colores, del color, precisamente porque tú para mí siempre has estado alejado de ellos, del color, de su variedad, aunque eso es algo que supe tras muchos años de no estar contigo, cuando no comenzó mi adolescencia.     El color me lleva no acompañando desde siempre, y sé que es así por mi situación de hijo no nacido. Quizá el no haber podido disfrutar de la oscuridad del útero me ha conducido hacia esa incidencia de las variaciones de la luz en mi vida. La situación en la que me has puesto es tanto la de un ciego como la de un visionario, y con ella el color me ha seducido y conducido desde siempre, como lo hará, evidentemente, hasta siempre.     Es posible que esa falta y plenitud se deba a mi situación de no muerto. El color para ti, para los mortales, puede ser desde un accesorio a una necesidad irrenunciable. Para mí es el hilo conductor de la no vida, es el acompañante de estas palabras y es aquello que me permite hablarte

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (38)

    TRIGÉSIMO SÉPTIMA EMOCIÓN                                                                                                                                                             LUGARES VIAJADOS     A lo largo de la vida conocemos muchos y variados lugares. Barrios, bares, monumentos, bosques, casas, montañas, museos, tiendas, puentes, rocas, jardines... Nunca llegamos a saber distinguir entre todos esos tipos de lugares y los lugares en los que se ubican. ¿Nos encontramos en un momento dado sobre un puente o sobre el río que lo cruza? ¿Estamos situados en otro momento en el interior de un bosque o sobre un monte cubierto por árboles? Casi seguro que no tenemos respuesta ni conciencia de a lo que solemos denominar lugar.     Cuando uno viaja tiene la sensación de visitar lugares y lugares dentro de lugares. Un barrio de una ciudad podría ser buen ejemplo de lo que digo. Pero de los lugares que uno va conociendo en los viajes hay algunos que tienen una categoría especial, ¿o se

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (37)

                                                                                                                                    TRIGÉSIMO SEXTA EMOCIÓN   Raúl, me gustaría explicarte, a ti que no tienes forma, que hay muchas formas de estar vivo. La primera que conoces, porque no has tenido la oportunidad de conocer otras, es la de la narración. Yo te cuento lo que pienso y siento, lo que pudo ser, lo que creo que fue, y eso da forma a tu vida, en tu caso hace que existas. No quiero que estés triste porque tu naturaleza sea la de mi narración, quiero que sepas que eso no está tan alejado de la forma en que vivimos los demás, empezando por mí mismo.     No creas que es poca cosa tu primera forma de vida conocida. Salvando la del origen, la del contacto íntimo con el interior de la madre, y la siguiente, una faceta no tan diferente de aquella, la del contacto con la piel de quienes se acercan al nacido, la de la narración nos acompaña a todos a lo largo de nuestra vida, en nuestros

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (36)

    TRIGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN   Algunas veces las clases eran pequeñas locuras, y no por la cantidad de niños que contenían (hoy impensable) sino por el conjunto de manías de los profesores a las que asistíamos, que sufríamos y que siempre nos sorprendían a los alumnos, quizá en apariencia impertérritos por la fuerza de la costumbre. Durante años asistimos al desatarse de los humores, en cualquier sentido posible, de profesores tanto laicos como religiosos. Escenas como de animales caídos en furias incomprensibles que correspondían a extraños instintos por descubrir desde nuestro punto de vista, instintos de adultos o malsanas aberraciones personales conjugadas con un ejercicio del poder que aparecía como ataque hacia nosotros. Aunque también había, a veces, extrañas reacciones, muy pocas, que no se sumían en la violencia. La violencia parecía ser una característica unida a la vocación personal y educativa de muchos de aquellos seres. Una violencia que arropaba la ternura

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (35)

         TRIGÉSIMO CUARTA EMOCIÓN   “¿Has hecho los deberes?” Pregunta retórica que tú, no padre, me hiciste, retórica porque yo era buen estudiante, o lo aparentaba, y a la que contesté con la esperada afirmación que no se cuestionaba por tu parte ni por la de mamá. Pero no era verdad, no había estudiado. Y recuerdo perfectamente que yo tenía nueve años, que estaba como invitado en el cumpleaños de alguien del que no recuerdo nada, ni su nombre, ni su cara, aunque sí la casa en la que vivía o, al menos, el salón en el que me fue hecha la pregunta.     Se fijó ese momento en mí para siempre y se unió a no saber la lección que me preguntó el profesor al día siguiente.     Allí empezó mi organización y orden personal, que ya nunca me ha abandonado como característica íntima, aunque sí, según períodos y lugares, como expresión realizada y reconocible en mis acciones, pensamientos y sensaciones.     Pero, como en tantos otros casos, quedó el remordimiento, flotó la culpa, los dos compañero

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (34)

    TRIGÉSIMO TERCERA EMOCIÓN                                                   EL JARDÍN PROHIBIDO EN EL COLEGIO     Las hojas de la morera no tenían gusanos. La morera estaba prohibida. Los gusanos necesitaban sus hojas. Los niños se las ingeniaban, los gusanos no. Los vigilantes siempre vigilaban. Los niños lo conseguían. Los vigilantes lo sabían. La morera parecía querer asomarse a nuestro mundo. Parecía huir con sus ramas del encierro. Durante unos años siempre me fijaba en la morera, En mi casa no había plantas. Cuando iba a cruzar el campo de fútbol que yo no frecuentaba para jugar a las canicas. Cuando iba a hacer pis a los baños que, elevados, se situaban detrás de una de las porterías del gran campo de fútbol, con su arena parda. Cuando charlaba con mis amigos en “los setos”.     Los setos, enrejados, eran el símbolo de la palabra, de los secretos contados en voz baja, de los cotilleos masculinos. Los setos eran lo prohibido y lo anhelado. Eran setos sexuales tras las rejas d