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Mostrando entradas de 2023

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (27)

      VIGÉSIMO SEXTA EMOCIÓN Me gustó el colegio al que me llevaste. Me impresionaba y me daba alegría. Claro que yo tenía tres años cuando empecé mi vida en él y eso, sentido desde entonces (ahora es siempre entonces en mí, por si no te has dado cuenta), forma una cotidianidad que quizá convierta la costumbre o la rutina en gusto. La rutina de crecer allí dentro, la costumbre de ir casi todos los días…     Bueno, a lo que iba. No sentí diferencias al principio entre recreo y clase, y eso creo que es la mejor forma de expresar que yo estaba bien allí, incluso que el colegio era como si fuera una habitación mía un poco alejada de nuestra casa y cuyas paredes tenían ventanas a las que me podía asomar de los dos lados. No sé si me comprendes. El patio y el edificio eran la misma habitación. Yo, como tú, fui, soy, muy de habitación, muy de estar con mis cosas aunque estuviera con otros con los que me lo pasaba bien.     Y recuerdo los tres años que pasaron hasta que llegué al colegio. Mi m

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (26)

    VIGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN   Todos buscamos comida, lo que ahora se llama comida: cualquier cosa masticable. Plásticos tiernos, cuero fino, envoltorios de cualquier clase, también lo que antes se llamaba de esa forma, cruda o cocinada… Nada parece sentarnos mal o provocar enfermedades. Los supervivientes de la pandemia debemos ser resistentes a cualquier forma de vida o muerte que nos ataque. Estamos siempre sanos, a la altura de nuestra actitud. Una actitud que se podría llamar tristeza o melancolía si fuera juzgada por quienes éramos antes o por los que murieron sin compañía. Nuestro juicio, o el mío puesto que cada día me alejo más de los otros, de sus opiniones, de sus vidas, si es que lo conservamos, está atenuado por esta vida de supervivencia eterna.     Yo toda la vida me definí como luchador contra la supervivencia, me empeñé en convertir la vida en vivencia, en invento de vida biológica y anímica e, incluso, material. Luché porque nada se considerara dado en mi propia vida,

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (25)

    VIGÉSIMO CUARTA EMOCIÓN Si les adelanto no puedo ver las caras de quienes, a la izquierda de nosotros, nos acompañan. Percibo su silueta y con ella, por su tamaño, deduzco si son niños, adultos o ancianos. Noto sus andares vivos o dificultosos, me fijo en sus gestos y en los rostros de quienes van con ellos. Bien sé yo que no tienen otra elección que su compañía.     Yo camino con mi compañero, como el resto de nosotros. Realizo un camino que no tiene destino, un imparable andar que no lleva a ninguna parte que yo haya deseado o elegido, un caminar puro lleno de palabras, las suyas y las mías. No hay ninguna razón o deseo que me impulse a caminar. Es la vida que ahora toca y me gustaría sentir que la elijo, me gustaría saber que me conduce hacia algún horizonte que no sea el de la provisionalidad permanente. Me gusta dirigirme hacia montañas, aunque cruzarlas me resulte incómodo y costoso. Me alegra llegar a la costa y solo poder caminar junto a ella o darle la espalda al mar para

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (24)

  VIGÉSIMO TERCERA EMOCIÓN Camino, esta vez por una estrecha carretera, y veo delante de mí a quienes, sin compañía, van acompañados, como yo mismo. Salí ayer de la autopista y creo que hoy me internaré en alguna senda rural. Todo es lo mismo. En la autopista también estaban ellos y sus compañías; quizá consiga dejar de encontrármelos en alguna senda que se cruce en mi camino, una senda de relativa soledad, dada mi compañía, que me haga soñar en que la realidad no es exactamente la que vivo, sino que posea algo de aquella otra de la que procedo y que cada día amo más en el recuerdo.   Si les adelanto no puedo ver las caras de quienes, a la izquierda de nosotros, nos acompañan. Percibo su silueta y con ella, por su forma y tamaño, deduzco si son niños, adultos o ancianos. Noto sus andares vivos o dificultosos, me fijo en sus gestos y en los rostros de quienes van con ellos. Bien sé yo que no tienen otra elección que su compañía.    Yo camino con mi compañero, como el resto de nosotr

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (23)

                                                        VIGÉSIMO SEGUNDA EMOCIÓN   No sé si poseo emociones. Tú, no padre, tendrás que decírmelo, pero no… Ahora calla, me toca hablar a mí y hacer que tus palabras no tengan sentido. Tú has provocado que yo tenga sentido y ahora tienes que escucharme y dejar al mundo que me escuche.    Mi palabra no tiene cimientos, es una herencia del mundo sin padre porque así tú lo quisiste, porque de esa forma me has convocado al final y aquí estoy, restando cuerpo a lo que me escribes, anulando tus disculpas por no haberme dejado existir, recreando la existencia que no fue y que es de una forma que quizá tú puedas comprender muy bien aunque no seas capaz de aceptar. Tu palabra no me genera, me anula, y aquí estoy yo para evitarlo con la mía. Mi palabra no es amable cuando me dirijo a ti, pero también te reconozco que existe gracias a ti, eso creo que la va a dulcificar, a restarle agresividad, a no verter en ella la agresión que mereces por mi parte

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (22)

                                                             VIGÉSIMO PRIMERA EMOCIÓN   CON QUINCE AÑOS     Era la primera vez que iba a asistir a clase fuera del colegio, de mi colegio. Era la primera vez que cogía el autobús para llegar hasta el lugar en el que asistiría a clase. Era la primera vez que entraba en unas clases que no estaban en un enorme edificio cerca de mi casa con un patio inmenso y aislado del resto del mundo. Era la primera vez que subía a un piso a recibir clase. Era la primera vez que iba a compartir mis estudios con chicas. Era la primera vez que había elegido yo el lugar y no mis padres. Era la primera vez que había elegido yo lo que estudiar y no un sistema externo. Era la primera vez en que, creyendo ser alguien, estaba obligado a serlo. Era la primera vez que todos los compañeros, y ellas por descontado, eran nuevos, aunque no llegaran a serlo por la inmediatez que supone la juventud. Era la primera vez que conocí que existía una primera vez.

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (21)

     VIGÉSIMA EMOCIÓN El mundo de la tecnología cuando yo era niño se reducía para mí a tres máquinas emocionantes. Dos de ellas estaban en la tienda de ultramarinos, la tercera en la mercería. Y hay que ver qué palabras tengo que usar: mercería, ultramarinos, tan antiguas y analógicas como eran las tres máquinas que me emocionaban. En la mercería había muchas mujeres, tanto clientas, entre ellas mi madre, como dependientas; y había muchas cosas, sobre todo cosas pequeñas, como botones o cintas de todas clases y colores, pero para mí, superpuesto a todo aquel laberinto de cosas, había un rincón que siempre me parecía oscuro en el que trabajaba la mujer que recosía las medias, y allí estaba la máquina mágica que le permitía hacerlo: un simple cilindro con una bombilla dentro sobre el que ella extendía la media dañada y cosía con pulcritud y detallismo el pequeño accidente. Sí, Raúl, tan sencillo como eso era mi máquina emocionante, pero a mí me parecía un invento que abría una puerta d

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (20)

    DECIMONOVENA EMOCIÓN     Nuestra única verdad, la de cada uno de nosotros, esa que encontramos cuando dirigimos nuestra mirada ciega hacia el interior de nosotros mismos, es que estamos, no somos. Y nuestra alma en construcción se queja de esa verdad aunque no podamos hacer nada por ella, por el alma en crecimiento, salvo, evidentemente, ofrecerle nuestro relato.     El único ser que somos mientras estamos es el relato propio, el que nos contamos a nosotros mismos a medida que olvidamos lo sucedido en cada poro de nuestra piel durante cada momento de lo vivido. Somos en el imaginado relato que, mientras estamos, narra las aventuras vividas por otro con nuestro nombre.     No queremos saber que no podremos poner la palabra fin cuando el relato termine, aunque podamos imaginar una serie de finales que adornan, sin dilucidarlas, las aventuras y desventuras que componen el relato que no podemos narrar a nadie, que solo es escuchado por la voz incierta que nos habita y que parece jugar

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (19)

    DECIMOCTAVA EMOCIÓN Demasiada poca edad y demasiada mucha como para que llegara a mi vida el arte hecho sonido y recreación del pasado que mira al futuro.     En mi familia, por una de esas casualidades nada casuales que suceden en todas las familias (los antepasados, la guerra, la muerte, el amor, los recuerdos…) siempre se había recordado la cabalgata de las mujeres diosas que daban a luz el consuelo eterno puesto que no podían ni ¿querían? parir.     Aquella caja grande llena de discos, abstracta en su diseño, fue adquirida con emoción contenida. Y contenía la puerta de una apuesta vital que se me abrió al leer-escuchar aquello que yo creía trataba de dioses, pero era una apuesta trascendente de narrar a los hombres.     Leí, escuché, algo que me pareció hablaba de mí y del mundo que yo habitaba o hubiera deseado habitar de la forma imperfecta en que el mundo se habita y de la forma imperfecta que se puede desear habitar. Algo, puesto que eran música y palabras inextricablemente

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (18)

    DECIMOSÉPTIMA EMOCIÓN Pasear por el campo cuando queda mucha vida por vivir es preparar, sin saberlo, el paseo por el campo cuando se ha vivido una vida, aunque nunca llegara ese nuevo paseo. El presente de la juventud siempre es recuerdo futuro, y puede ocurrir que nunca llegue la oportunidad de que se realice. Cuando se ha vivido una vida la falta de color en el paseo invernal es el color de lo natural, es pasado y presente, es primavera eterna, renovación fundamentada en la muerte, en su realidad.   Uno cree conocer una comarca variada en sí misma, plena de valles y llanuras que los unen amablemente, como favoreciendo el fluir de las aguas que convierten aquella comarca en la cuna de la variedad vegetal y del aprovechamiento amable de la tierra, lo mismo que las abejas producen allí una miel muy apreciada gracias a su vagar entre las aromáticas plantas que adornan los huecos que el humano parece querer dejar como tributo al bosque que él taló para convertir la tierra en