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Mostrando entradas de julio, 2023

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (14)

     DECIMOTERCERA EMOCIÓN Anoche, precisamente, me despertó un trueno. Pero mi despertar me aportó una historia, me relató unos sencillos acontecimientos que eran inmediatamente previos. Oí cómo llovía de una forma extrema, oí las gotas repicando con fuerza en la persiana y, después, escuché el trueno. Sé que lo que acabo de escribir fue una reconstrucción mental de algo que se había grabado en mi cerebro justo antes de que me despertara el furibundo sonido. Es un vivir en directo la engañosa percepción que parece deba ser desechada por mentirosa, pero no, la realidad es esa, la realidad es la percepción que queda de unos hechos que desconocemos, es memoria consciente o inconsciente. Llegar a saber esto es conocer que nuestro caminar no conduce a ninguna parte porque está hecho de pasos de los que no conocemos su dirección. Está bien llamar norte a una de ellas, o este a otras. Palabras, palabras que indican relatos y generan conciencia. En ellas, como hago yo ahora, residimos porque

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (13)

      DUODÉCIMA EMOCIÓN   En estas memorias no crono-lógicas (aunque podrían aparentar serlo) me gustaría contarte ahora, mi querido e invisible Raúl, cómo me hice mayor. Casi todos los días volvía yo del colegio con alguna herida en una u otra rodilla. A veces, ni me acordaba cómo me las había hecho, el caso es que formaban parte de mi cotidianidad, la de un niño que era lo que sus rodillas parecían negar, un niño tranquilo poco dado a peleas y juegos violentos pero que se hería en el patio del colegio con sus juegos y las relaciones con sus compañeros. Un día (aún llevaba pantalón corto) caí en la cuenta de que hacía ya bastantes días que no volvía a casa con sangre en las rodillas. Ese día supe que me había hecho mayor, y recuerdo que me lo dije: “ya soy mayor”; un recuerdo, el de esa afirmación, que seguramente es el que ha borrado todos los recuerdos de mis heridas, de cómo me las hacía y las tenía en cuenta o no me ocupaba de ellas, según la vida iba presionando alegremente mi tr

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (12)

  UNDÉCIMA EMOCIÓN   Raúl, empiezo a asomarme a la realidad en la que estoy incrustado de una forma que se asemeja a cómo vemos de costado la fachada de nuestra propia casa cuando nos asomamos al balcón o sacamos la cabeza por la ventana. La realidad actual, la que no tiene mi historia aunque sea su heredera, la realidad de la juventud en definitiva, es como esa fachada que no se siente como tal vista con la lateralidad de nuestra mirada. Un plano desvirtuado por el propio habitar tras él, por el propio estar tras su existencia.     Soy una persona de proyectos, y me pregunto hoy desde cuándo lo soy. Veo mi antigua hucha, una pequeña caja verde con una ranura en la tapa que se cerraba con un candado hoy desaparecido, y que he recuperado para mi sorpresa de entre los avatares de las mudanzas y las vidas que he recorrido. Y puedo reconocer en ella cómo, desde mi niñez, acumulaba proyectos que se encontraban en ciernes en el dinero que allí iba creciendo gracias a dádivas de cumpleaños y

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (11)

      DÉCIMA EMOCIÓN   Creo que es importante saber si aceptamos la realidad que nos cuentan o fabricamos la realidad que queremos y podemos sufrir y disfrutar.     Necesito hablar de la elección. He dedicado buena parte de mi vida a elegir con la consciencia de que un sí implicaba infinitos noes y un no, inabarcables síes.     La elección existe en sí misma, en su versión múltiple y en su versión binaria, y existe además como elección propiamente dicha, es decir, que elegir la elección es una faceta de la misma que siempre se encuentra en ella, consciente o inconscientemente. A mí me ha perseguido la elección de la elección y creo que me ha proporcionado bastante felicidad y profundas infelicidades, con la inelegibilidad que ello implica.     Todo esto no es otra cosa que el juego de la consciencia. Ser consciente es arduo y vital. Ser inconsciente es también vital, como el agitarse de los pulmones o el tintineo del corazón.      A estas alturas de la vida me gustaría proponer como má

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (10)

    NOVENA EMOCIÓN Me veo en la que fue mi habitación, el pequeño espacio de las contradicciones y las afirmaciones, del sufrir y del gozar, del olvidarse del tiempo, de sentirlo en su inexistencia agobiante. El lugar en el que me definí rodeado de madera, de libros, de la mesa en la que estudié y en la que descubrí mi pubertad. Es casi imposible resumir o citar el cúmulo de vida que allí quedó y que porto conmigo. La pienso ahora con regocijo, sin melancolía, y me alegro de poseerla, de que me haya poseído y siga viva en mí, con sus pequeñas dimensiones, con la cercanía de mis padres, con el deseo de su lejanía, con las noches, los descubrimientos, las actividades, los encuentros con los amigos, los juegos en solitario y en compañía. En aquella habitación cabe el infinito aunque yo sea finito, aunque una vez que me veo en ella todo sea simple y pequeño, un cúmulo de anécdotas intercambiables con muchos otros niños, adolescentes y jóvenes. Pero es el infinito, es así como es de verdad,