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Mostrando entradas de enero, 2019

AIRE

  Desde la ventana de mi habitación contemplaba el París que todos identificamos, esa antigua asociación urbana de civilización, aspiración a la convivencia, algo de belleza racional y un toque de recuerdo de lo natural, todo ello aderezado por el paso del tiempo. Proust no andaba lejos, pero tampoco Monet, ni Gide, ni Van Gogh, ni Céline, ni incluso Ovidio. Los ojos de hoy saben ver con más precisión difusa que los que se asomaban a aquella ventana, como si la imprecisión de la fotografía reflejara la intensidad del joven maduro que se asomaba a ella y que no le permitía abarcar, aunque sí sentir, todas las implicaciones de aquellas casas y aquel invierno urbano de una ciudad que fue centro del mundo, que lo pretendió, lo consiguió y lo olvidó sin desearlo. En aquellos ojos había tanta vida que era capaz, sin aspirar a ello, de recuperar la inocencia de la infancia, la capacidad de crecer sin límite y la ceguera ante la muerte segura, invisible entonces.

DESEO

Una de las causas de dedicarme a escribir y fotografiar, aparte de mi curiosidad e interés por la vida y por la muerte y el afán por comunicarlo, es ser apreciado, denostado, querido, criticado, olvidado o recordado por lo que escribo y expongo. Deseo que no sea lo importante, en mi caso, para los otros, si he nacido en Rumanía o Paraguay, si me llamo José o Alfonso, si soy solitario o bullanguero, si hablo diversas lenguas o una a medias, si la belleza me puede o yo pu edo con ella, si sé cocinar o me disgusta el hígado, si soy friolero o caluroso, si el amor me ha visitado o yo a él, si me asusta más la ceguera o la sordera, si he aprovechado las oportunidades o no he sabido echarme en los brazos de la fortuna, si sé leer o miro letras, si la luz es mi anhelo o aspiro a lo negro, si juzgo o prejuzgo, si el regalo de la vida me atesora o lo atesoro... Aunque todo lo posible sin definir, acotar ni abarcar pudiera ser parte de mí y dar forma a lo que comparto.