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Mostrando entradas de junio, 2023

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (9)

     OCTAVA EMOCIÓN   La emoción que me han producido todas y cada una de las casas que he habitado está muy cerca del enamoramiento. Es una emoción que se ve superada por el habitar, ese verbo, ese transcurrir protegido, que lo emocionante de estar contenido en cada una de ellas ha hecho conmigo, de mí. Sí, porque por mucho que pretendamos configurarlas como nuestras, las casas, su permanencia y su variación constante en torno a nosotros, nos dan forma, nos conmueven y hacen que nuestro palpitar sea de una forma que se adapta a lo que la casa acoge o rechaza en continuo contacto con nuestra piel, nuestros pensamientos y sensaciones, nuestros actos más privados y nuestras proyecciones hacia el futuro, pensadas y sentidas precisamente en el habitar de cada casa.     Y la primera de todas es la casa-sueño porque acudo a ella en un espacio de mi memoria que no es el de alguien que siente y piensa, por muy niño que sea, sino el de alguien que, con la naturalidad del desconocimiento, es hab

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (8)

SÉPTIMA EMOCIÓN   Hay que deducir de forma aproximada, porque no busco imposibles exactitudes, el lugar y el contexto social, político y estético, en que aquel niño que empieza a ir al colegio se situaba. Su país ibérico, ese que en aquel momento no formaba parte de Europa, o de lo que Europa presumía ser, comenzaba a incorporarse a la vida de la movilidad generalizada del mundo, un mundo cuyo desarrollo había comenzado a creerse como infinito y cuyo subdesarrollo interpelaba sin respuesta a la parte de él que creía y fomentaba esa carrera infinita. Un mundo en que la juventud había comenzado a ser alguien y la niñez ya no era la esperanza no materialista de quienes tenían hijos, sino la proyección de lo que los progenitores echaban de menos. Un contexto europeo y americano que se infiltraba en el contexto del país ibérico, aún marcado por heridas de guerra que no se podían y no se querían cerrar, aunque la oficialidad política las diera por solventadas. Y yo, ese niño que no sabía nad

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (7)

    SEXTA EMOCIÓN   Raúl, necesito hablarte de la belleza, quedamente, con algo de vergüenza, porque si me arrepiento de algo (yo, aquel que presumió de no arrepentirse nunca), es de que no hayas podido gozar y sufrir con ella y en ella. Cuando se engendra una vida e incluso se cuida de ella, se la expone irremisiblemente al gozo y al dolor del transcurrir de los acontecimientos, de la tiranía de los sentimientos, de la perplejidad de los pensamientos; y se la expone, si la vida lo consiente, al espejo y el pozo de la belleza, una posibilidad vital en el límite de lo soportable, una grandeza externa a uno mismo que puede dar color al camino que uno recorre o teñirlo con la falta de color del anhelo incumplido. Me hubiera gustado que, como yo mismo, hubieras estado expuesto a la belleza, que hubieras sufrido con ella o con la falta de ella. Un sufrimiento, quizá junto con el del amor (su realidad gemela), que es el único que no se puede definir en su falta o en su abundancia. Pero no

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (6)

    QUINTA EMOCIÓN El recuerdo buscado, como estoy haciendo ahora, Raúl, no sé si se acerca más a la falsa autenticidad de la memoria que el recuerdo que aparece sin pretenderlo, quizá más auténtico, aunque más alejado de la viva ambigüedad de la propia memoria. No tengo que escarbar demasiado en mí para que aflore y su construcción es automática, como si fuera una tienda de campaña plegada en la que, gracias a un mecanismo desconocido, se aprieta un botón y se despliega sola quedando perfectamente desarrollada de forma sorprendente, sin ningún esfuerzo. Así parecen residir en mí estos recuerdos hoy antiguos y llenos de vida a los que accedo sin premura, sin esforzarme nada, como partes de piel que recuperara tras una quemadura, la de la vida que transcurrió desde que sucedieron aquellos hechos o, mejor dicho, las sensaciones que hoy recupero para ti, Raúl.     Los hechos no vuelven, solo existen en presente. El presente de la sensación recordada es una transfiguración de restos que se

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (5)

      CUARTA EMOCIÓN Son cuatro escalones. Sé contarlos aunque no haya ido nunca a clase todavía, al igual que sé leer gracias a mi hermano mayor. No recuerdo cómo es que sé contar. Hay una fila de niños en la que me encuentro, todos llevamos uniforme. Hemos traspasado la puerta de metal tras la que se han quedado los padres, una puerta que no es de hierro forjado ni termina en arco, es mucho más grande, lisa y fea. Sé que en un momento dado me quedo en uno de los que para mí son altos escalones porque la fila detiene su peregrinar hacia lo desconocido. Una monja en blanco y negro nos conduce hacia lo que luego sabré que es la tercera puerta a la derecha, la clase de los pequeños, la que se encuentra enfrente del agujero negro que, a nivel del suelo, parecía querer tragarme antes de que yo entrara en la clase. Encuentro que ese espacio, que será mío durante los próximos meses, es enorme y, al mismo tiempo, no recuerdo los ruidos que seguro hacíamos entre todos, aunque sí recuerdo, con

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (4)

    TERCERA EMOCIÓN   El día que cumplí cinco años, una edad con la que tú, Raúl, si hubieras llegado a ella, habrías entrado en el nuevo siglo, es uno de mis primeros recuerdos intensos, con detalles exactos de momentos según me informa mi mente, detalles que hablan de la pregunta que hice durante todo el día y que mis hermanos y mi madre respondieron con toda paciencia y permanente sonrisa sin hacerme sentir mal por mi existencia: ¿cuántos años cumplo? Y en los espejos, los de los baños, el del comedor, el del pasillo, no se reflejaba nada. Lo sé porque me veo con mi poca altura mostrando la mano abierta a mi madre en la puerta del baño, la que estaba enfrente de la de su habitación y al lado de la mía, y preguntando mi edad de ese día, del niño que aún no iba al colegio.   Sí, aquel niño preguntón todavía no iba al colegio, no lo había pisado nunca y recreaba en su mente, o soñaba, una enorme puerta de hierro forjado terminada en un arco; eso era el colegio para él, además de es