Ir al contenido principal

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (7)


 

 

SEXTA EMOCIÓN

 

Raúl, necesito hablarte de la belleza, quedamente, con algo de vergüenza, porque si me arrepiento de algo (yo, aquel que presumió de no arrepentirse nunca), es de que no hayas podido gozar y sufrir con ella y en ella. Cuando se engendra una vida e incluso se cuida de ella, se la expone irremisiblemente al gozo y al dolor del transcurrir de los acontecimientos, de la tiranía de los sentimientos, de la perplejidad de los pensamientos; y se la expone, si la vida lo consiente, al espejo y el pozo de la belleza, una posibilidad vital en el límite de lo soportable, una grandeza externa a uno mismo que puede dar color al camino que uno recorre o teñirlo con la falta de color del anhelo incumplido. Me hubiera gustado que, como yo mismo, hubieras estado expuesto a la belleza, que hubieras sufrido con ella o con la falta de ella. Un sufrimiento, quizá junto con el del amor (su realidad gemela), que es el único que no se puede definir en su falta o en su abundancia. Pero no hay abundancia en la belleza, no es medible, solamente se puede saber de ella que desborda cualquier medida que intentara contenerla. Y esa imposibilidad de medición, de nuevo como en el amor, se encuentra la indefinición a que me refería más arriba: su falta es sufrimiento, su existencia también. ¿Existe? ¿O es una propiedad que inventamos cada vez que la necesitamos para adecuarla a objetos, personas, momentos o lugares que deseamos fijar en la memoria de una forma diferente al resto de los recuerdos? Como hitos indomesticables que nos servirían para estar perdidos en tiempo y espacio mientras nos aferramos a un asomarse a la eternidad que sabemos imposible y que deseamos por encima y por debajo de todo y de todos… Hitos fuera de momentos y lugares que sabemos existen, precisamente, en momentos y lugares. Si la paradoja es la mejor aproximación al conocimiento de lo que pudiera ser la vida humana, la belleza sería la epifanía de la paradoja, y quizá una sobreabundancia de vida que es lo que aporta lo humano a la vida, lo que coloca la vida del humano como una nueva realidad inventada frente a la realidad indefinible, e inmedible, del resto de la vida animada e inanimada en la que la nuestra está inmersa con la pretensión de ser diferente, o mejor.

 

Qué duda cabe que la belleza de la persona que se desea te hubiera atacado como a cualquiera, pero hay mucho más espacio y tiempo para ella que el acotado por el deseo sexual, aunque ese, el deseo por excelencia, sea su emblema, su metáfora, la mejor manera de transmitir a otros cómo se convive con esa facultad que no es bien ni mal a la que denominamos desde antiguo belleza.

 

Mi vida ha sido un continuo acercarme hasta ella, incluso he conseguido habitar en ella en algún momento, de esa forma que ella permite y que es la de la unión en la huida. Parece algo presuntuoso esto que afirmo aunque tú, Raúl, sabes bien cómo lo digo. No hay presunción en estar atado a lo que te domina y en no estar dispuesto a desengancharse de ello sino a favorecerlo,

 

¿Hay todavía hoy, el tiempo de lo inquietante y lo fulgurante, el tiempo del impacto momentáneo, que se olvida con la alta velocidad de la inmediatez, alguien que apele a la armonía y la proporción (incluyendo sus contrarios) que son convocadas desde la belleza? La respuesta a preguntas de esta clase, que claman por una soledad imposible, siempre es sí. Otra cosa es que la vida evidente no haga aflorar la existencia de tales personajes, incluso puede que yo mismo contribuya a ello. La vida evidente, lo que se suele considerar la realidad, tiene el valor de lo que parece caminar con fluidez. Las vidas de personajes que se sienten al margen a la par que son conscientes de formar parte de la realidad, de conformar la normalidad de su momento y su lugar, es como tu no vida, Raúl, como una poesía que fuera capaz de generar y acercar, de forma comprensible y plenamente sensible, eso indefinible que supone la realidad, indefinible por demasiado amplio, por omniabarcante, aunque tratar con ella o de ella sea una continua reducción de su existencia, sea un ocultar lo único que representa: la búsqueda de su contenido, la manera de dar forma a su existencia, el perseguir la huida en que consiste su momento, el anhelar el anhelo como horizonte por dibujar.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL OCASO, LA AURORA

  Por muy hermoso que pueda ser un atardecer en Praga, en el Río de la Plata o en el Sahara, el amanecer nos espera como una puerta abierta a cualquier posibilidad que podamos inventar, sirviéndole de alternativa. Su belleza se encuentra en su potencialidad luminosa y en el ofrecimiento que nos hace de seguir caminando, incluso aunque solo sea en círculo. Y nuestro deseo de luz no se produce para que quede iluminado algo que pertenece al pasado, como en la imagen hoy irrepetible, que ha sido aniquilado cumpliendo el afán destructivo que caracteriza hoy las sociedades humanas y que pretende sustituir el afán de renovación que caracteriza nuestros mejores momentos.  ¿Cómo diferenciar la aurora del ocaso? Solo podemos hacerlo gracias a nuestra disposición a vivir o a descansar, a olvidar, a recordar y a renovar la vida en su constante cambio y en su permanencia inestable, la que proporciona esos momentos de felicidad que dan sentido al recorrido circular

COMUNICARSE

Desde que comenzó el año he dedicado parte de mi tiempo a compartir con quien le interese una de mis pasiones, la fotografía, gracias a la existencia de comunidades en la red que permiten hacerlo con personas de cualquier parte del mundo. Está siendo una gran experiencia por lo que supone contemplar lo que produce esa misma pasión en otras personas y lo que sugiere en ellas el producto de la mía. Resultado de esa agradable experiencia es que uno, sin pretenderlo, llega a conocer lo que más gusta a otros de lo que produce. Una curiosa experiencia esta de la comunicación que pone en valor unas fotografías sobre otras y enseña lo que uno es capaz de comunicar aunque no lo pretenda. Dejo aquí algunas de las fotografías que más han gustado y que han hecho que yo aprenda y sepa algo más de lo que somos, queremos, apreciamos y disfrutamos quienes nos decidimos a comunicarnos, en este caso a través de la imagen: Cómo me alegró que esta fotografía, tomada a más de 4300 metros de

ACTUALIDAD CIUDADANA

El otro día me encontré llorando ante las noticias que llegaban desde París, ante la barbarie indiscriminada y ante las reacciones de fuerza y miedo de los ciudadanos por excelencia que son los habitantes de la extraordinaria capital de Francia. La tristeza es una reacción normal ante la violencia ejercida contra mis vecinos, en sus lugares de encuentro y en unas calles a las que amo tanto por vivencias personales como por ser calles emblemáticas de la convivencia ciudadana. Pero lo más normal puede que no sea lo más deseable. No me he encontrado llorando ante los continuos atentados con un volumen de muertos ya incontable en países como Irak, Siria o Líbano, países que parecen ajenos a nosotros pero de cuya historia también somos herederos, aunque lo olvidemos más fácilmente que la herencia de la ciudadanía creada y recreada en Francia y puesta en práctica durante siglos en las hoy azotadas calles de París. ¿Seguiré (seguiremos) sin tener la auténtica e íntima conciencia