Nuestro destino es extrapolar, no tenemos elección, nuestros propios pensamientos y sensaciones, intercambiables, nos cercan aunque permitiéndonos sacar conclusiones, generalizar, a partir de la pequeñez de nuestro terreno cercado. Es la manera que se nos proporciona de relacionarnos con el medio en que vivimos, el que nos da la vida, y con el mundo, la transformación del medio en algo humano, que exige la convivencia con los otros. Nuestro estar en el mundo nos proporciona la posibilidad, también inevitable aunque soslayable, de realizar el camino inverso, de partir de lo general para acercarnos a lo particular. Es una forma de corregir la prepotencia que nuestro cercado íntimo parece promover. Así, de entre un grupo humano somos capaces de fijarnos, voluntaria o involuntariamente, en un individuo, ya sea por una pulsión erótica, de empatía o de inclinación indomeñable basada en circunstancias que desconocemos y que abrirá el dominio de la relación en nuestra...