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Mostrando entradas de julio, 2019

"EL CEREBRO NECESITA EMOCIONARSE PARA APRENDER"

Eso dice un experto, y yo digo “el cerebro se emociona aprendiendo”. Al menos esa es mi experiencia desde niño, aun a pesar de la pesadilla de las clases memorísticas y dictatoriales con las que comencé a aprender en el colegio. Allí mi curiosidad tuvo alimento, aunque no estuviera muy bien aderezado, y aumentó su espesor que, desde entonces, nunca ha dejado de crecer. Hoy la curiosidad y yo somos lo mismo, ella ha perdido su ca lidad de concepto, yo he disminuido la pasión por su empuje. Una simbiosis que vivo con alegría y que ilumina el camino que conduce a mi final. Sigo inventando las respuestas a las preguntas que la curiosidad me proporciona, y continúo preguntando al camino por dónde me conducirá. Solo quiero añadir a mis vivencias el deseo de que otros, como yo, puedan emocionarse aprendiendo para que el camino del error que todos recorremos sea llevadero, ameno y punteado con el contento de enfrentarse a lo desconocido y aparentemente desvelado, con

REALISMO

Reordenando mis fotografías me he topado con unos fotomontajes que hice en Panamá hace unos años. Se puede ver en cada uno de ellos una realidad aparente formada por tres fotografías que, a su vez, reflejan otros tantos fragmentos de realidad. Con tanto fragmento del mundo y tanta realidad fragmentada se puede deducir que lo que termina por formar cada imagen es un nuevo mundo inventado. Toda esa fragmentación y recreación me lleva a cuestionar si lo que consideramos realidad no podría ser una forma de ver y juzgar el mundo, de compartimentarlo individual y socialmente, pretendiendo aquilatar una realidad que no es más que un invento cuya permanencia no es otra cosa que el transcurrir de una reinvención continua. *** (A continuación de los cuatro fotomontajes referidos pongo otras imágenes tomadas directamente por la cámara en otros lugares y que podrían complementar lo que sugiero)

DETALLES PORTUGUESES

Desde la decadencia de una antigua villa hasta la rotunda modernidad de la “Casa das Histórias” del arquitecto Eduardo Souto de Moura, ambas en Cascais, pasando por la “Quinta da Regaleira”, en la particular Sintra, una villa de principios del siglo XX cargada de detalles, a su vez, de carácter masónico e iniciático, uno va encontrando y persiguiendo el mar y su inspiración hasta llegar al antiguo puerto de Ericeira, lo olvida en Mafra, con su impresionante palacio barroco y lo reencuentra en tantos caminos que se ofrecen como vías de reconciliación o disyunción en los límites atlánticos y europeos. Pequeños o grandes regalos que nos depara el caminar pausado con apariencia de libertad.