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EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (10)


 

 

NOVENA EMOCIÓN


Me veo en la que fue mi habitación, el pequeño espacio de las contradicciones y las afirmaciones, del sufrir y del gozar, del olvidarse del tiempo, de sentirlo en su inexistencia agobiante. El lugar en el que me definí rodeado de madera, de libros, de la mesa en la que estudié y en la que descubrí mi pubertad. Es casi imposible resumir o citar el cúmulo de vida que allí quedó y que porto conmigo. La pienso ahora con regocijo, sin melancolía, y me alegro de poseerla, de que me haya poseído y siga viva en mí, con sus pequeñas dimensiones, con la cercanía de mis padres, con el deseo de su lejanía, con las noches, los descubrimientos, las actividades, los encuentros con los amigos, los juegos en solitario y en compañía. En aquella habitación cabe el infinito aunque yo sea finito, aunque una vez que me veo en ella todo sea simple y pequeño, un cúmulo de anécdotas intercambiables con muchos otros niños, adolescentes y jóvenes. Pero es el infinito, es así como es de verdad, en una transmutación que afecta a mi no existencia, a mi realidad como posibilidad, a llegar a ser el que soy, este estar que no podría producirse sin la estancia en aquel cubículo iluminado por la ventana que daba al patio de la casa, amueblado en crecimiento con mi crecimiento. Es libros, es música, es sexualidad, es escondite, es encuentro, es huida, es un pequeño y alucinante todo construido con detalles sin importancia.
 
 
Lo primero allí son los antiguos muebles, oscuros, como de monje. Cuatro esquinitas tenía la cama porque así me lo enseñó mi madre, con los angelitos que la guardaban. Y fueron sustituidos más tarde por todo un montaje de unos muebles más claros, funcionales y que sobre todo escondían cama, gran mesa y mesa de estudio. Cómo crecí allí es el misterio que aún me habita, cómo aquellos muebles me habitan es la habitabilidad misma de la vida en presente, su permanecer habiendo desaparecido.
 
 
Todo se plegaba en aquellos muebles para aprovechar el pequeño espacio y para contento de la persona que todavía yo no era y que se divertía con aquella apariencia que escondía posibilidades estructuradas y por inventar que llegaron y nunca aparecieron.
 
 
Vida, vida y vida flotando en un pequeño recinto que hoy es conciencia y memoria sin principio ni final, actualidad del pasado que se reduce y agranda de una forma ensoñada que es más real que la realidad.

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