El otro día, gracias a un reportaje de televisión, me enteré de que se cultivan patatas en el desierto egipcio que se exportan al resto del mundo. Un kilo de esas patatas necesita quinientos litros de agua extraídos del subsuelo para su crecimiento. Un evidente desequilibrio que cualquiera condenaría, y más sabiendo que el agua utilizada, ese agua que es de todos y que se privatiza en forma de patata, es irrecuperable, no se renueva. De esa misma forma, sin ninguna previsión de futuro ni tope que racionalice sus acciones, la economía en general, en su enfoque actual, produce un desarrollo que solo revierte en sí misma y no en las personas que la utilizan y son utilizadas por ella. Hace muchos años, bastantes más de los que dura oficialmente la crisis que asola las posibilidades de que los humanos trabajemos y creemos juntos, puesta la mirada en el imposible horizonte de la justicia y la armonía; hace mucho tiempo que, quizá por falta de imaginación, se planteó e intensif...