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Mostrando entradas de agosto, 2024

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (58)

    QUINCUAGÉSIMO SÉPTIMA EMOCIÓN Un zorro se me quedó mirando. No era la primera vez que me sucedía algo así, pero las otras veces ocurrieron en la otra vida. Mi caminar parecía interesarle más que amedrentarle, como sucedía antes. Yo me desvié para acercarme a él y no movió ni un músculo. Pareció husmear el aire, como en busca de una caza en la que mi presencia no interfería. Quizá yo no existía para él, quizá no existo.     ***     El niño con el que me crucé (y no era la primera vez que me cruzaba con un niño solo, sin compañía, al menos la de un adulto como yo mismo) me miró, detuvo su paso como si se hubiera encontrado con alguien conocido y me cogió la mano, cambiando el sentido de su caminar y adecuándolo al mío.     Le saludé y le pregunté cómo se llamaba. Me miró y no dijo nada. Seguí hablando para animarle, de mi ciudad, del río que echaba de menos, como si la realidad fuera esa...     No dijo ni una sola palabra, aunque sus ojos brillaban y su boca sonreía a veces, hasta qu

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (57)

     QUINCUAGÉSIMO SEXTA EMOCIÓN La luz y la humedad juegan con quien fue trabajador o hambriento, aunque hoy ya solo pueda ser caminante, con la planta y con el animal. Ambas están en el pez, en la tierra, en la vida artificial, la humana, y en la natural, la que representa la nube.     Brillo y agua acogen y expulsan. Se hace necesario venerarlos y darles de lado, gozarlos en un abrazo que solo ellos son capaces de generar. Su tacto es falso. Brillan los objetos que se pretenden animados y solo hay reflejo húmedo en los inanimados.     Ellas nunca se detienen, son cambio que mira sin ver. Nuestros ojos parecen protagonistas y son meros intermediarios; en ellas la mirada cree poseer la luz tamizada por la humedad.     Solo hay juego; solo hay efímera presencia; solo hay traspaso de intercambios en un fluir que se escapa del tacto y de los sueños.     Y hay una rendija en el fluir de lo que acontece, de la misma vida, No existe para asomarse por ella ni para que nada ni nadie espíe lo

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (56)

    QUINCUAGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN Si pudiera compartir aquello que mueve y remueve las fibras elásticas de mi espíritu, que otros comprendieran que tras palabras, luces, historias, versos y encuentros, en ellos y con ellos, vivo la vida que tengo en común con los demás y que recreo continuamente porque la supervivencia me mata.     Si pudiera transmitir a todos que lo pasado solo es lecho de resurrección constante, necesidad de abolir lo necesario, tumba admirable que deja pasmado al presente y sirve para el impulso hacia arriba, el que me aleja de la tierra sin limpiar mis zapatos del barro sobre el que piso, sobre el que pisamos todos.     Si pudiera querer lo querido, lo inventado continuamente, para poder hablar con todos en un lenguaje nuevo cada vez y que participe de todo lo ocurrido, de cada detalle cuya relevancia es la aportación de la sensación de cada quien, de su transcurrir en la acción sentimental y reflexiva.     Si pudiera llegar a ese extremo creo que sería feliz en la

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (55)

    QUINCUAGÉSIMO CUARTA EMOCIÓN El continuo enfrentamiento a este curioso destino que nos ha sido dado, a la eternidad no ideológica, a algunos nos llena de furia, a otros proporciona una paz desconocida hasta que comenzó la transformación que supuso la pandemia, a otros les supone una indiferencia ante la vida que nunca creyeron que podrían sentir.     A los antes confiados les suceden ahora los rencorosos, con un rencor que no se dirige contra nadie, aunque se pague con alguien, con algún compañero de desdicha al que no se considera que lo sea con la gratuidad del sentimiento desatado.     A los antaño rigurosos, fuera en vida, en trabajo, en ocio o en ideología, hoy les suceden los que sienten una relajación impropia de su musculatura física y mental. Son ahora como antiguos gordos que hubieran perdido su grasa y con ella el bienestar que implicaba tragar sin parar hasta el odio y el hartazgo.     A los venenosos y envenenadores les han sucedido los cuidadosos de lo ínfimo: una pel