QUINCUAGÉSIMO CUARTA EMOCIÓN
El continuo enfrentamiento a este curioso destino que nos ha sido dado, a la eternidad no ideológica, a algunos nos llena de furia, a otros proporciona una paz desconocida hasta que comenzó la transformación que supuso la pandemia, a otros les supone una indiferencia ante la vida que nunca creyeron que podrían sentir.
A los antes confiados les suceden ahora los rencorosos, con un rencor que no se dirige contra nadie, aunque se pague con alguien, con algún compañero de desdicha al que no se considera que lo sea con la gratuidad del sentimiento desatado.
A los antaño rigurosos, fuera en vida, en trabajo, en ocio o en ideología, hoy les suceden los que sienten una relajación impropia de su musculatura física y mental. Son ahora como antiguos gordos que hubieran perdido su grasa y con ella el bienestar que implicaba tragar sin parar hasta el odio y el hartazgo.
A los venenosos y envenenadores les han sucedido los cuidadosos de lo ínfimo: una pelota de papel, un resto de bolígrafo, un guante roto o un trozo de juguete; todo ello lo preservan de su descomposición como si fueran tesoros que legar a futuras generaciones, esas que no van a existir, cuya falta de realidad descompone la actualidad y da sentido al horizonte.
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