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EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (56)


 

 

QUINCUAGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN


Si pudiera compartir aquello que mueve y remueve las fibras elásticas de mi espíritu, que otros comprendieran que tras palabras, luces, historias, versos y encuentros, en ellos y con ellos, vivo la vida que tengo en común con los demás y que recreo continuamente porque la supervivencia me mata.
 
 
Si pudiera transmitir a todos que lo pasado solo es lecho de resurrección constante, necesidad de abolir lo necesario, tumba admirable que deja pasmado al presente y sirve para el impulso hacia arriba, el que me aleja de la tierra sin limpiar mis zapatos del barro sobre el que piso, sobre el que pisamos todos.
 
 
Si pudiera querer lo querido, lo inventado continuamente, para poder hablar con todos en un lenguaje nuevo cada vez y que participe de todo lo ocurrido, de cada detalle cuya relevancia es la aportación de la sensación de cada quien, de su transcurrir en la acción sentimental y reflexiva.
 
 
Si pudiera llegar a ese extremo creo que sería feliz en la medida en que la felicidad se deja tocar levemente mientras corre rauda al lado de quienes no permiten su búsqueda, aunque favorezcan su existencia apasionada y pasajera.
 
 
Si pudiera hacer que la condición, lo condicional, lo condicionado, no existiera…

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