¿Existe Europa? ¿Ha aportado algo positivo a la historia del mundo? ¿Tiene sentido una alternativa europea a la marcha de aquél? ¿Puede aportar algo al futuro que se avecina? La respuesta a esas preguntas, y a otras que se pueden plantear, en torno a esa complicada y recortada península de Asia, ha de ser plural y ha de quedar necesariamente abierta, como son las lenguas, regiones, geografías, climas y circunstancias históricas de las partes que la componen. Existe una ciudad que puede simbolizar tanto el cúmulo de preguntas en torno a Europa como la multiplicación de posibles respuestas. Una capital cuya historia reciente es fiel resumen de los acontecimientos del último siglo. Esa ciudad no es otra que Berlín. Me refiero al Berlín actual, a esa urbe que, sin complejos, muestra a la par que maquilla sus cicatrices recientes, se enorgullece de su historia y pide disculpas por ella gracias a su renovación urbanística y a la vida propiciada por sus habitantes, berlineses an...