Ir al contenido principal

EN EL AIRE








Es un tópico decir que una de las facetas que uno visita cuando viaja por la India es la de los aromas, pero los tópicos, si se les desguarnece de las oscuras capas exteriores, ocultan verdades suculentas.

Todos los sentidos se ven agredidos cuando uno se sumerge en el subcontinente. Agredidos con agrado y con lo contrario, pero si uno sabe o puede dejar que los sentidos vivan su propia vida inocente, reconocerá en esa agresión qué es, qué fue y qué será el mundo.

El olor a especias es la principal fuente de luz aromática que allí se produce, y se combina con la obsesión por la limpieza, reflejada en el arreglo personal de los humanos inabarcables en número que pululan (nunca dejan de estar en movimiento) por campos y urbes, y se mezcla con los olores del deshecho que la vista se acostumbra a apreciar por muchos lugares.

La dimensión aromática de la India tiene un poder que semeja dar cuerpo a lo que un occidental llamaría desorden, aun comprendiendo que es otro orden, más civilizado que el suyo por ancestral, más humano que el que uno porta por tradicional, menos seco que lo que la razón pretende imponer como consenso, más animal que lo que el extranjero desea reconocer.

Las palabras y los aromas no se llevan muy bien entre sí aunque convivan bajo el monzón como simios, vacas, perros y humanos saben hacer dando la espalda al deseo, esa rueda de la fortuna, del dharma o de la justicia (según el chakra representado en la bandera del país) que se palpa y salta permanentemente en las muchas vidas que allí se pueden vivir y suceden.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL OCASO, LA AURORA

  Por muy hermoso que pueda ser un atardecer en Praga, en el Río de la Plata o en el Sahara, el amanecer nos espera como una puerta abierta a cualquier posibilidad que podamos inventar, sirviéndole de alternativa. Su belleza se encuentra en su potencialidad luminosa y en el ofrecimiento que nos hace de seguir caminando, incluso aunque solo sea en círculo. Y nuestro deseo de luz no se produce para que quede iluminado algo que pertenece al pasado, como en la imagen hoy irrepetible, que ha sido aniquilado cumpliendo el afán destructivo que caracteriza hoy las sociedades humanas y que pretende sustituir el afán de renovación que caracteriza nuestros mejores momentos.  ¿Cómo diferenciar la aurora del ocaso? Solo podemos hacerlo gracias a nuestra disposición a vivir o a descansar, a olvidar, a recordar y a renovar la vida en su constante cambio y en su permanencia inestable, la que proporciona esos momentos de felicidad que dan sentido al recorrido circular

COMUNICARSE

Desde que comenzó el año he dedicado parte de mi tiempo a compartir con quien le interese una de mis pasiones, la fotografía, gracias a la existencia de comunidades en la red que permiten hacerlo con personas de cualquier parte del mundo. Está siendo una gran experiencia por lo que supone contemplar lo que produce esa misma pasión en otras personas y lo que sugiere en ellas el producto de la mía. Resultado de esa agradable experiencia es que uno, sin pretenderlo, llega a conocer lo que más gusta a otros de lo que produce. Una curiosa experiencia esta de la comunicación que pone en valor unas fotografías sobre otras y enseña lo que uno es capaz de comunicar aunque no lo pretenda. Dejo aquí algunas de las fotografías que más han gustado y que han hecho que yo aprenda y sepa algo más de lo que somos, queremos, apreciamos y disfrutamos quienes nos decidimos a comunicarnos, en este caso a través de la imagen: Cómo me alegró que esta fotografía, tomada a más de 4300 metros de

ACTUALIDAD CIUDADANA

El otro día me encontré llorando ante las noticias que llegaban desde París, ante la barbarie indiscriminada y ante las reacciones de fuerza y miedo de los ciudadanos por excelencia que son los habitantes de la extraordinaria capital de Francia. La tristeza es una reacción normal ante la violencia ejercida contra mis vecinos, en sus lugares de encuentro y en unas calles a las que amo tanto por vivencias personales como por ser calles emblemáticas de la convivencia ciudadana. Pero lo más normal puede que no sea lo más deseable. No me he encontrado llorando ante los continuos atentados con un volumen de muertos ya incontable en países como Irak, Siria o Líbano, países que parecen ajenos a nosotros pero de cuya historia también somos herederos, aunque lo olvidemos más fácilmente que la herencia de la ciudadanía creada y recreada en Francia y puesta en práctica durante siglos en las hoy azotadas calles de París. ¿Seguiré (seguiremos) sin tener la auténtica e íntima conciencia