VIGÉSIMO TERCERA EMOCIÓN Camino, esta vez por una estrecha carretera, y veo delante de mí a quienes, sin compañía, van acompañados, como yo mismo. Salí ayer de la autopista y creo que hoy me internaré en alguna senda rural. Todo es lo mismo. En la autopista también estaban ellos y sus compañías; quizá consiga dejar de encontrármelos en alguna senda que se cruce en mi camino, una senda de relativa soledad, dada mi compañía, que me haga soñar en que la realidad no es exactamente la que vivo, sino que posea algo de aquella otra de la que procedo y que cada día amo más en el recuerdo. Si les adelanto no puedo ver las caras de quienes, a la izquierda de nosotros, nos acompañan. Percibo su silueta y con ella, por su forma y tamaño, deduzco si son niños, adultos o ancianos. Noto sus andares vivos o dificultosos, me fijo en sus gestos y en los rostros de quienes van con ellos. Bien sé yo que no tienen otra elección que su compañía. Yo camino con mi compañero, como el resto de nosotr