SEPTUAGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN
Y necesito hablarte de los colores, del color, precisamente porque tú para mí siempre has estado alejado del color, aunque eso es algo que supe tras muchos años de no estar contigo, cuando no comenzó mi adolescencia.
El color me lleva no acompañando desde siempre, y sé que es así por mi situación de hijo no nacido. Quizá el no haber podido disfrutar de la oscuridad del útero me ha conducido hacia esa incidencia de las variaciones de la luz en mi vida. Aunque la situación en la que tú me has puesto sea tanto la de un ciego como la de un visionario, el color me ha seducido y conducido desde siempre y lo hará, evidentemente, hasta siempre.
Es posible que esa extraña relación con el brillo inaprehensible se deba a mi situación de no muerto. El color para ti, para los mortales, puede ser desde un accesorio hasta una necesidad irrenunciable. Para mí es el hilo conductor de la no vida, es el acompañante de estas palabras y es aquello que me permite hablarte y recrear mi vida.
¿Qué hiciste con el color de lo vivo? ¿Qué te ocurrió para que yo hoy te lo reclame? No sé la causa y no quiero saberla a pesar de mis preguntas. La consecuencia es que yo no existo en el mundo que tú y los demás considerais que es real, ese mundo coloreado cuya realidad solo es negra y blanca a pesar de vuestro permanente empañarla en sombras inventadas que adornan vuestra falta de interés en la vida real, en lo posible.
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