Hoy me apetece ponerme
hiperbólico. No es un simple capricho, está justificado por el hecho de que voy
a escribir sobre una de mis pasiones, y me atrevo a hacerlo porque la considero
extrapolable al resto de humanos conscientes y sensibles que andamos por el
mundo…
Tenemos la suerte de
poder gozar de una casi infinita, en relación con nuestras posibilidades, serie
de obras musicales cuya exquisitez, capacidad de sugerencia y evocación son
inigualables.
Y luego está Parsifal.
El mundo de la ópera
nos lleva ofreciendo grandes y pequeñas historias musicadas desde hace más de
trescientos años, llenando nuestras vidas de posibilidades soñadas y de
realidades armónicas que favorecen nuestra existencia.
Y luego está Parsifal.
Las obras musicales
religiosas procedentes de distintos ámbitos y creencias nos abruman con su
calidad y sugestión, que es igualmente válida para creyentes de cualquier
religión y para no creyentes, desde la Edad Media hasta hoy mismo.
Y luego está Parsifal.
Podemos asistir al
teatro, y en él disfrutar, aprender, distraernos, desconectar, soñar, dejar
pasar el tiempo sin sentirlo, identificarnos con acción y música, llegar al
éxtasis del abandono, olvidar, recordar e incluso trasponer nuestra vida al escenario
o viceversa.
Y luego está asistir a
una representación de Parsifal.
El maestro Richard
Wagner lo quiso así de una manera infrahumana, pero lo consiguió, lo consigue,
de una manera inexplicablemente sobrehumana. Es posible que su consciencia de
la muerte cercana le haya posibilitado, ante su última composición, repasar
toda su experiencia vital y creativa para volcarla y refundarla en esa obra que
es continuación de todas las anteriores y alternativa a cada una de ellas.
El personaje de
Parsifal es la contrafigura del gran personaje que le dio la fama, Lohengrin,
el caballero del cisne, y la reelaboración del personaje que centró su vida y
su obra, Sigfrido, el inocente ignorante que se convirtió en culpable en El
Anillo del Nibelungo y que aquí, en la figura de Parsifal, gracias a nunca
llegar a ser culpable a partir de la inocencia perfecta y por el camino de la
sabiduría, se convierte en quien redime al redentor. Un misterio que permanece
abierto al terminar la obra.
Junto al protagonista
se encuentra Kundry, la última de las extraordinarias mujeres recreadas y
musicadas por Wagner, y quizá la que resume todas sus maravillas
contradictorias, todo su poder sentimental y reflexivo, toda su potencia
eterna, entre terrible y benigna, de generar la vida y hacer descubrir a los
humanos quiénes son o podrían ser aún a costa de ella misma, de la mujer.
La música, la
protagonista absoluta de texto, historia y representación escénica de la obra,
es en sí una celebración. El sucederse de las melodías es la historia que se
narra. La emoción que transmite es reflexión sentimental y apunte del camino
natural hacia la muerte sin dejar de asumir la vida, sus contradicciones y
sinsentidos que buscan constantemente un sentido. La música de Parsifal es
asunción y propuesta de vida en una dimensión que nunca se deja aprehender pero
cuya existencia es alternativa a cualquier versión de lo que supone ser humano,
hasta el punto de poder superar ese tiránico ser inventado que es el tiempo.
Y si queréis participar
de ese acontecimiento celebrativo, reflexivo e inexplicable que es esa obra, os
propongo que veáis y escuchéis del minuto 38 al 50 del video que adjunto (una
interesante versión cinematográfica de Parsifal). Se trata de la ceremonia del
Grial, el corazón de ese “festival escénico sacro”, como lo denominó su autor.
No hay mayor privilegio que saber apreciar esa luz que el mundo nos brinda.
ResponderEliminarNo hay mayor luz que saber apreciar lo que unas notas alcanzan a mostrar.
Somos alma
Somos luz que canta y cuando escucha...
Abraza.
Mi abrazo de luz ✴
Sí, Athenea, compartir el privilegio de esa luz también es un privilegio.
ResponderEliminarY saber escuchar mientras se canta es toda una apuesta vital.
Gracias y saludos.
Todo un mundo emotivo y magnifico el que nos invitas a escuchar y que para mi ya no sera el ultimo, gracias Alfonso,
ResponderEliminarUn saludo
Aurora, qué alegrís que te acerques conmigo a ese extraordinario y emotivo mundo. Que lo disfrutes.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Que bién te explicas amigo y como nos metes las emociones desde que anuncias hablar de tus pasiones.
ResponderEliminarLos que andamos con otras músicas y las pasiones que las acompañan, nos chocamos con la opera y no se entiende ese escalón ó la falta de sensibilidad cuando sensibilidad hace falta para cualquier música. Casi. He tenido que mirar hasta quíen era Parsifal, y ahora quiero tiempo para ver el video y leerte otra vez a ver si prende en mi el gusto por otras músicas, si mi oreja me lo permite. Muchas gracias una vez mas por esa pasión que da envidia.