En pocos meses me ha visitado la muerte de cerca. No, nadie muy cercano a mí ha desaparecido en las honduras del vacío, aunque sí lo han hecho dos personas que eran las parejas de dos mujeres con quienes, en otro tiempo, mantuve un contacto muy estrecho y probé su cercanía dulce y firme. La muerte les ha arrebatado a ellas la deseada continuidad de sus vidas, y en ambos casos lo ha hecho por sorpresa, cuando aún en sus casas permanecían los retazos de la vida común y de la vida de sus compañeros en plena continuidad y cotidianidad. Ellas, mujeres extraordinarias y parejas que desearon serlo con toda la exigencia de la construcción de una vida juntos, han empezado a enfrentarse a una novedad que nunca hubieran soñado que se produciría tan pronto, a pesar de décadas de convivencia, ni que sucedería de esa forma sorprendente, sin anuncio de ninguna clase, sin deseo ni opción posible. La vida sigue con su indisoluble componente de muerte, y como buen símb...