Ir al contenido principal

A VUELTAS CON EL CAMBIO



Ya nadie puede negar el cambio climático en la medida que sea. Bueno, algunos lo niegan porque todo es opinable, hasta la propia existencia de uno mismo, aunque esos mismos denegadores no comprendan lo que digo.

Nuestro mundo, el humano, es decir, lo que los humanos vemos del mundo y en lo que lo convertimos, es un continuo cambio. Pero aquel cambio, el climático, tiene una connotación negativa, de destrucción de nuestro hábitat y de nosotros mismos, a la que muchos desean poner freno, evidentemente.

Pero al cambio no lo frena nadie, ni dios, ni diablo ni humano heroico, aunque este último sí podría ser capaz de encauzarlo hacia la construcción en lugar de que continúe su aparente tendencia hacia la destrucción.

Se puede reciclar, se puede bajar el consumo de combustibles fósiles, se puede mejorar el gasto en alimentación, se puede controlar la cantidad de basura, todo se puede si se quiere y se organiza, pero quizá haya que ir un poco más allá con el fin de que el continuo cambio nos permita algo mejor que la supervivencia.

El paradigma económico en el que vivimos es el del crecimiento continuo, un imposible en sí mismo (piénsese en la vida e historia humana y en la del resto de animales) que provoca la desigualdad territorial, de consumo, de derechos y dignidades, de posibilidades vitales y de formas de vida en su peor sentido. Ese paradigma aparentemente inmutable es el que transforma al inevitable cambio en destructivo.

Si no salimos de ese falso fundamento de nuestras vidas y sociedades no podremos corregir con instrumentos y acciones de ningún tipo el cambio destructivo al que parece que estemos abocados. Aunque creo que sería bueno recordar que una destrucción posible nunca es un final, que solo suele ser un cambio traumático, y quizá eso nos conduzca, como ocurrió por poner un ejemplo al Imperio Romano en el siglo IV, a una nueva vida, no mejor ni más perfecta, sino diferente, fundadora en ese caso de un mundo que llevaría, entre otras consecuencias benignas y terribles, a la prohibición de la esclavitud o a la matanza organizada de grupos enteros de la población, a la búsqueda legal de la igualdad o a la explotación infamante de unos grupos de población por otros, a la justa reivindicación de la justicia o al desprecio de los diferentes de cualquier tipo y condición.

El cambio es inevitable aunque nosotros seamos evitables.

Comentarios

  1. Me parece acertadisimo, Trans! La Naturaleza, el Mundo, el Universo, LO QUE SEA, va a continuar su marcha, sus designios seran cumplidos a su ritmo implacable, y poco los "humanitos pretenciosos" podemos hacer para cambiar su rumbo.
    Y, menos, con estos PANOS CALIENTES FOLCLORICOS que avaln algunos gobiernos y benefactores billonarios que con la mano inquierda, ay, no! con la derechita, se afanan en sacarle las entranas a la Tierra y a sus habitantes-neoesclavos.
    Mira, me rio cuando aqui anunciaron la prohibicion del uso de plasticos, entiendase "bolsas de super...", pero siguen apareciendo todos los productos empaquetados mas o menos en PLASTICOS, enfrente de mi casa luce en todo su esplendor "el palacio de los plasticos" y asi suma y sigue.
    Quien puede hacer desaparecer ese negocio floreciente?
    Lo demas, parches a la mala conciencia
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por desgracia, es tal y como lo cuentas, amiga Igoa. Seguimos parcheando y no yendo al corazón del asunto. Pero, bueno, lo que sea, será. Muchas gracias y un beso.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

CAMINO DEL FIN DEL MUNDO

Camino del desierto marroquí, desde Marrakech, uno espera encontrar cómo el paisaje se va volviendo más seco, más inhabitable, menos verde, más duro. Pero viajar consiste en asumir sorpresas constantes y, una vez más, ese camino no es lo que uno espera aunque sí algo que quizá hubiera deseado. La tremenda presencia de los cercanos montes del Atlas alimentan caudalosos ríos que dan vida a múltiples valles y poblaciones llenos de bullicio y actividad humana que, desde hace milenios, han convertido aquella región en un lugar que transforma la dureza en vida. El camino hacia lo que uno pensaba que sería la nada es un todo atractivo, único, pleno e inolvidable.

MELANCOLÍA

Uno ha disfrutado y estudiado en imágenes las obras de la Antigua Grecia antes de verlas en directo, y esa es una experiencia que le reserva algunas sorpresas, entre ellas aparece la representación de sensaciones que no esperaba, unas más comprensibles que otras, y una de las más comprensibles e inesperadas es la representación de la melancolía en una faceta serena que sorprende y atrae mucho al contemplador que intenta vivir aquellas obras como si fueran algo suyo. Clasicismo, democracia, filosofía, convivencia, origen, ciencia, historia… son algunas de las palabras que con toda naturalidad se aparecen en la mente de quien recrea la Grecia Antigua, pero melancolía… No, no es lo que uno espera aplicar a aquella cultura desaparecida aunque muy viva hoy en los entresijos de los orígenes de nuestro estar en el mundo. Pero, claro, cuando se califica una civilización desaparecida se olvida fácilmente que, en ella, como en todas las civilizaciones y culturas, como en cualquier tiempo

EL COLOR

Los que tenemos la fortuna de ver somos alcanzados por forma y color de una forma inseparable, pero el color tiene una potencia que la forma, con su delimitación aparente,  no llega a disuadir. El color parece apuntar a unas capacidades más allá de la supervivencia, esas capacidades que un día se llamaron espirituales y que hoy se podrían denominar más humanas que económicas. El color no describe, no limita, alimenta la parte que es pura visión, quiere a la sensibilidad y es capaz de negar el tacto. El blanco, la luz pura, es la suma de todos los colores. El negro, la negación de la luz, también lo es. ¿Quién puede desentrañar esa enigmática paradoja? Cada color, cada reflejo del sol o la luna en el agua, cada brillo de la piel del amado o de la amada, cada hoja viva o muerta, cada mancha del animal, cada despertar con su apertura del párpado a la luz, cada molécula visible brillando en las diferentes horas del día o de la noche... Cada partícula de color desentraña la paradoja