He vuelto a ver una película que fue una de mis favoritas, Rocco y sus hermanos (1960). Los favoritismos no tienen mucha explicación aunque puedan tener fundamento. Es una película que se suele incluir en el movimiento neorrealista italiano dada su temática en torno a la migración a Milán de una familia del sur de Italia, pero me da la impresión de que su realidad niega tal adscripción. Creo que lo que más destaca en ella, aun sobre lo que narra, es una estilización muy del gusto de su director, Luchino Visconti.
Hay un barroquismo en su puesta en escena y una belleza en las
sucesivas tomas que creo la alejan de su apariencia neorrealista y la
acercan a lo que será el cine posterior de su director.
Buen emblema de lo que apunto es la belleza encarnada de algunos personajes, como los que interpretan Claudia Cardinale y Alain Delon; precisamente una belleza que formaría parte de la suntuosidad decadente de El Gatopardo, una de las obras cumbres del gran cineasta italiano.
Y la descripción estilizada de una vida, de unas vidas, de un momento histórico, continúa viva en panorámicas, interiores, miradas, expresiones, anécdotas y recorridos que nos arrebatan en nuestra capacidad de contemplación y percepción del mundo, en su asunción por más que pese una realidad dura que escapa a la medida del humano como individuo social.
Una de las facetas del arte es mostrar o recrear la dura realidad asumiendo que la frontera entre ella y el propio arte puede ser franqueada, aunque no abatida.
Buen emblema de lo que apunto es la belleza encarnada de algunos personajes, como los que interpretan Claudia Cardinale y Alain Delon; precisamente una belleza que formaría parte de la suntuosidad decadente de El Gatopardo, una de las obras cumbres del gran cineasta italiano.
Y la descripción estilizada de una vida, de unas vidas, de un momento histórico, continúa viva en panorámicas, interiores, miradas, expresiones, anécdotas y recorridos que nos arrebatan en nuestra capacidad de contemplación y percepción del mundo, en su asunción por más que pese una realidad dura que escapa a la medida del humano como individuo social.
Una de las facetas del arte es mostrar o recrear la dura realidad asumiendo que la frontera entre ella y el propio arte puede ser franqueada, aunque no abatida.
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