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DESNUDO VESTIDO

 

 
Creo que he empezado a comprender cómo es que desde hace bastantes años se ha extendido la costumbre del tatuaje en todas las capas sociales, edades y caracteres.
 
Este tipo de comprensión se produce en un momento dado tras mucho tiempo de reflexión sentida. Es la consecuencia de ella y de la liberalidad inherente al pensamiento imbuida de la intensidad de las sensaciones.
 
Hace tiempo que el cuerpo desnudo, el mostrar la piel al mundo más o menos restringido ha dejado de ser un tabú para convertirse en una costumbre o posibilidad más de la existencia, tanto en lo que se refiere a las relaciones sexuales como en lo que atañe a la propia mostración de uno mismo.
 
Ante esta nueva realidad global el tatuaje se ha transformado, a la vez, en el vestido y el desnudo de nosotros mismos. Un imposible desnudo que no anula su existencia y un vestido permanente que convierte la forma y apariencia de la piel, con su íntima fragilidad, en un alguien al que muchos parecen aspirar y que pocos desean de verdad realizar.

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