Hay una rendija en el fluir de lo que acontece, de la propia vida, No existe para asomarse por ella ni para que nada ni nadie espíe lo que sucede. Es solo la posibilidad de detener, precisamente, el acontecer; de echar raíces en el transcurrir como si todo pudiera ser elegido y nada pudiera recibir la humedad del impalpable tiempo.
En ella puede uno intentar situarse mientras no pretenda que los sucesos sean otros que los que existen, que los que regala y arrebata la vida. Atisbar lo que por ella se rompe y lo que gracias a ella se puede construir es cargar la vida de intensidad, es arrebatarle el triste poder a la supervivencia.
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