DECIMOSEXTA EMOCIÓN Con la lengua fuera y un jadeo enronquecido voy subiendo el camino que me lleva a los lagos. Me ahogo. Tendré que hacer caso a Luis y caminar de a poquito para poder llegar. Buf, aprecio más a esa vaca apestosa que pasta que a Luis. No me importa que tenga razón, pero su suficiencia respecto a mi persona me pone de los nervios. Todavía no sabe que a mí no me importa quedar o no por encima y él, con sus dulces ojos azules que parecen compasivos no desea otra cosa que demostrar su valía y suficiencia. Este recuerdo marca mi vida. Unas vacaciones con amigos en las hermosas montañas que nos separan de, y nos unen a, Europa; una juventud por malgastar, unas ideas en nada ensombrecidas por el peso y el paso de la vida, unas sensaciones siempre nuevas, siempre ligeras, una intensidad irrepetible sin saber que así era. Volví al lugar que nos acogió. Volví muchos años después y debía existir justo donde lo busqué, pero la naturaleza h...