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EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (15)


    
  
 
                                              DECIMOCUARTA EMOCIÓN

 
Del Simbolismo Preexpresionista al Surrealismo como Postvanguardia.
 
 
Conferencia pronunciada por Don Raúl Blanco Rojo en el MURI (Museo Recién Inaugurado).
 
 
Señoras, señores, el enrevesado título de esta conferencia pretende acotar un nuevo siglo artístico en la periodización del arte, mas no un nuevo siglo en sentido absoluto, sino un periodo o, más bien, una faceta de los momentos en que se genera la vanguardia, se desarrolla y termina su existencia.
 
 
He empezado contándoles lo que podría ser el final para que los que no quieran perder su tiempo con mis disquisiciones puedan abandonar la sala sin sentir ningún vacío por haber acudido a una conferencia abstrusa y poco práctica.
 
 
La periodización no es vanguardista ni es arcaica. Es una forma de matar el arte, de jugar a racionalizar lo que los artistas ofrecen y devoran con sus prácticas, de ella aprendemos a aprender y a no mirar ni tocar, a no habitar en el lugar y el momento del arte. Yo quisiera ofrecerles la posibilidad de que abandonen la periodización para entrar en el arte, de que abandonen incluso mis palabras, o las referencias hacia las que ellas les conduzcan para poder ser arte con la obra, es decir, para que suceda lo mismo que le ocurría al artista mientras la generaba con sus manos, con su pensamiento, con sus sensaciones. Dios, uno de nuestros grandes inventos, es arte. Desde que lo perdimos no sabemos mirar y sentir, creemos pensar y mirar, como si la cartela que está junto a una obra en una exposición (o las lucubraciones de un especialista) fuera más influyente en nosotros que la propia obra.
 
 
Obra… Estoy utilizando la palabra mágica. Obra. ¿Se puede hacer obra en la actualidad? ¿Incluso es moderno hacer, generar, crear, obra en la actualidad? No voy a responder a estas preguntas que dejo para futuros conferenciantes, si es que existen, para aquellos que hablarán cuando la mayoría de los que aquí hemos acudido estemos muertos.
 
 
Hubo unos momentos, post simbólicos, pre ocupados, en que aún la obra ofrecía espacio y tiempo a los artistas y a los espectadores, aunque fuera el tiempo en que se inventó la no-obra, en que los dadaístas comenzaban a recrear el mundo heredado sin darle una alternativa, los momentos en que un Duchamp, el nuevo, auténtico y futuro dios de las artes, comenzaba a “alternativizar” su creación, cuando lo “inframince” comenzó a engordar a costa del simbolismo, de la no acumulación de símbolos, de la falta de digestión de aquello que da sentido a la existencia de la mente humana y las obras que son su subproducto.
 
 
Si el símbolo desaparece no hay obra, esto es algo que muestra y demuestra de continuo la publicidad con sus triquiñuelas que apelan a nuestro inconsciente colectivo disfrazado de individualidad.
 
 
Y llegados a este punto cómo no hablar de Dalí y su obra, una obra inseparable de su autor, un autor inseparable de su obra, como ninguno, incluso por encima de Picasso y su obra (¡cómo le hubiera gustado esto al ampurdanés!) hasta llegar al límite de que hay obras que son él, obras que desde su desaparición solo podemos atisbar en documentos cinematográficos o televisivos o, quizá, en los libros que aquel visionario y algunos de los personajes de su corte nos han legado (eso sí, ninguno está a la altura de los escritos satírico esotéricos del maestro de la escritura automática desautomatizada, con permiso de Breton).
 
 
Claro, cómo no hablar de la obra del auto considerado genio, un extraño conjunto bastante inclasificable (aunque no de la forma que él hubiera deseado) que tiene una propiedad seguramente no buscada por el artista, aunque bastante sorprendente. Según se han montado exposiciones y más exposiciones por el mundo, esa obra se valora de diferente manera y, sobre todo, va llegando al tiempo en que se exponga de nuevas maneras cada vez. El lugar influye, aunque mucho menos que el tiempo. Así es ese acto creativo inclasificable que componen el personaje y los objetos que salieron de sus manos y sus ensoñaciones. Polimorfo en el tiempo.
 
 
Tras su muerte, tan celebrada, solo hay una alternativa, el silencio entre el ruido que ha quedado en el aire.
 
 
Hoy el aire humano solo se compone de ruido. Yo deseo dejarles ahora en silencio, regalarles mi silencio, para que puedan completar estos pequeños apuntes inconexos bajo la atenta mirada de una mente, colectiva o individual, que nos depare algo de futuro.

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