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Mostrando entradas de septiembre, 2024

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (61)

    SEXAGÉSIMA EMOCIÓN Las apariencias de tiempo y espacio parecen, como corresponde a la propia definición de apariencia, que hayan sido nuestras coordenadas. Escribo apariencias porque las últimas hipótesis de la física parecían a su vez desmentir que esas fueran nuestras coordenadas reales (y seguiremos pendientes de definir lo que pudiera ser la realidad, sobre todo tras los últimos acontecimientos). Pero la apariencia del mundo, de nuestra forma de vivir en él, de sentirlo y pensarlo, era nuestra casa y es razonablemente dudoso que podamos superar lo que quizá era una de nuestras principales limitaciones, las que daban forma a nuestra vida y nos hacían intervenir en el mundo, o lo que hoy es soportarlo.     El espacio en que vivimos nos supera si miramos hacia el cielo o soñamos con el macizo que nos sostiene. Quisiéramos aquilatarlo, quisiéramos que tuviera unas medidas asumibles por nuestras capacidades, esas que deseamos infinitas y sabemos torpes. Jugamos a domi

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (60)

    QUINCUAGÉSIMO NOVENA EMOCIÓN En aquella otra vida hoy tan lejana, aunque tan cercana en el tiempo, conocí muchos y variados lugares. Barrios, bares, monumentos, bosques, casas, montañas, museos, tiendas, puentes, rocas, jardines... Nunca llegué a saber distinguir entre todos esos tipos de lugares y los lugares en los que se ubican. ¿Me encontraba en un momento dado sobre un puente o sobre el río que lo cruza? ¿Estaba situado en otro momento en el interior de un bosque o sobre un monte cubierto por árboles? Casi seguro que no hay una respuesta clara a la pregunta sobre qué es lo que solemos denominar lugar.     Cuando uno viaja tiene la sensación de visitar lugares y lugares dentro de lugares. Un barrio de una ciudad podría ser buen ejemplo de lo que digo. Pero de los lugares que uno va conociendo en los viajes hay algunos que tienen una categoría especial, ¿o se le podrá aplicar esa categoría a todos y cada uno de ellos? Tengo la sensación de que, contemplados en el recuerdo, los

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (59)

    QUINCUAGÉSIMO OCTAVA EMOCIÓN Todo (me) era posible. Y todo (me) fue posible. La juventud consistió en ello, en esa creencia en lo posible y en la constatación de que lo que no llegaba no dejaba de ser posible. Ese todo que fue posible consistió en lo que deseé y en lo que el deseo transformó en realidad, con un incumplimiento que no sentí de esa forma, pero que ha llegado a ser hoy la realidad de la vida actual, la mía y la del mundo. Deseé lo que muchos otros desearon y no supe ver que coincidía con ellos, ni me importó ni supe apreciarlo.     La impresionante parquedad geográfica en la que se movieron, o se detuvieron, mi infancia y juventud, sería una de las bases de mi anhelo, como si fuera una de esas cajas que se esconden en los cimientos de algunas casas cuando se van a construir y que contienen recuerdos personales o testimonios del momento en que se entierran.     Aprendí pronto que la vida es nuestra única garantía y que la muerte es nuestra única certeza. Y quizá todo el