SEXAGÉSIMA EMOCIÓN Las apariencias de tiempo y espacio parecen, como corresponde a la propia definición de apariencia, que hayan sido nuestras coordenadas. Escribo apariencias porque las últimas hipótesis de la física parecían a su vez desmentir que esas fueran nuestras coordenadas reales (y seguiremos pendientes de definir lo que pudiera ser la realidad, sobre todo tras los últimos acontecimientos). Pero la apariencia del mundo, de nuestra forma de vivir en él, de sentirlo y pensarlo, era nuestra casa y es razonablemente dudoso que podamos superar lo que quizá era una de nuestras principales limitaciones, las que daban forma a nuestra vida y nos hacían intervenir en el mundo, o lo que hoy es soportarlo. El espacio en que vivimos nos supera si miramos hacia el cielo o soñamos con el macizo que nos sostiene. Quisiéramos aquilatarlo, quisiéramos que tuviera unas medidas asumibles por nuestras capacidades, esas que deseamos infinitas y sabemos torpes. Jugamos a domi