Un panorama contemplado junto al embalse de Entrepeñas en el que las "tetas de Viana" (a la derecha, al fondo) se repiten de alguna forma en las construcciones de la central nuclear de Trillo (a la izquierda).
Hay algo inquietante en esa convivencia visual, paisajística y humana, algo que convierte el paisaje en definición posible de nuestro ajardinar el mundo con una habilidad y una torpeza solo dignas de nuestra especie.
Dignidad e indigencia nos rodean siempre, en casi todo lugar, en esa invención tan nuestra que denominamos tiempo.
Lo natural, es decir, el espacio, cubre lo artificial, es decir, el tiempo. El brillo parece iluminar la apariencia de realidad. La sombra parece dar vida a lo posible que, ya soñado, abre el mundo a la real realidad.
Cielo y pensamiento se complementan como un sentimiento que ha encontrado su lugar de reposo y crecimiento.

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