Ir al contenido principal

CALLEJAS


Todos sabemos que la Historia cuenta lo que se suele considerar grandes hechos o acciones políticas, económicas y culturales del pasado. Y todos sabemos también que, junto a aquéllos, se encuentra la historia de cada humano que contribuyó a, o sufrió y disfrutó, los mismos acontecimientos sin dejar de desarrollar su propia historia particular, la de su pequeña sociedad y la del lugar en que residía o abandonaba por unas causas u otras.
En los estrechos callejones que he recorrido por las ciudades y pueblos del sur de Marruecos uno se encuentra con la historia que no se suele describir, con la pequeña gran historia de las gentes que viven y mueren gozando y sufriendo la corta o larga vida que cada uno encuentra o que le es dado mantener. Esos pequeños corredores vitales que, incluso cuando no tienen salida, siempre conducen a algún fragmento de vida, son trozos de luz que protegen de las inclemencias del sol y de los avatares negativos de la misma vida. Amarlos se hace casi necesario, recorrerlos es perderse y es ganar el asomarse a la intimidad de una vida auténtica y palpable representada en las múltiples puertas y en la escasez de ventanas, metáfora de la tan complicada como sencilla vida de los humanos.
Aquí abajo dejo algunos ejemplos, quizá demasiados aunque aún sean pocos respecto a los que pude encontrar en mi viaje, de los múltiples callejones vitales que encontré en mi camino.
 












Comentarios

  1. Parece como si el tiempo se hubiera detenido en esas callejas,
    la luz, el color, el cálido aspecto de la arcilla,
    hasta los borricos tienen un encanto especial.

    Creo que en alguna ocasión te comenté que me gustan mucho tus fotos, porque tienen algo, además de mostrar lo que se percibe por los ojos, tienen alma, ese don de hacernos imaginar que caminamos por esos lugares que fotografías, gracias Trans.


    ResponderEliminar
  2. Por esto, amigo 'tras....'. Por esto, precisamente, 'paso tanto de las piedras'. Por un momento he pensado que te habías imbuido de mis particulares ideas.Pero no, no. Ha debido de ser un lapsus pasajero.
    Un abrazo, 'tras......'.

    ResponderEliminar
  3. Hay lugares que encierran la esencia de lo que fue. Y al pasar nos hacen revivir y plantearnos como sería la vida en una burbuja en la que esa fórmula reinará sin igual.

    Hay lugares que nos hacen ver las cosas desde una perspectiva diferente ....
    Nos hacen reflexionar
    Y eso nunca está mal.

    Mi abraz❇

    ResponderEliminar
  4. Estrella, me alegra mucho lo que comentas porque para mí la fotografía es algo muy especial, que me gusta compartir y que pretende ser algo más que un mero testimonio.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  5. Ya sabes, Blas, que yo creo que es compatible el disfrute de las piedras y de otras cosas que te ofrece el viaje. Además, cada lugar tiene sus particulares ofertas y sorpresas. Está bien coincidir, a veces.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  6. Sí, Arhenea, cambia el lugar y parece cambiar el tiempo cuando te mueves. Creo que es importante apreciar otras perspectivas.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  7. Esas callejas maduras y sensitivas son un regalo de tu mano. Cada una de ellas podria ser un poema. Tu disfrute al recorrerlas lo hago ahora mio.
    Gracias alfonso y un saludo

    ResponderEliminar
  8. Aurora, qué bin las calificas como "maduras y sensitivas". Y es verdad que la poesía nda entre sus recovecos. Me encanta compartir disfrute contigo.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  9. Bien pareciera que estamos en un Old Delhi coloreado! Alli tambien las callejas, callejones e impasses son refugio de vida y de comercio.
    A veces me entristece no poder captar todos esos retazos de civilizaciones extenuadas que me es dado recorrer, sus mujeres, sus ninos, sus viejos hukka en mano esperando un mejor despertar liberador de las angustias terrenales.
    Bueno, te tenemos a ti y vemos por tus ojos.
    Saludos

    ResponderEliminar
  10. Gracias, Igoa, por ponerte mis ojos y no olvidar los tuyos, por rememorar aquí ese Old Delhi que es seguramente tan fascinante como la medina de Marrakech y pueblos cercanos.

    Gracias de nuevo y saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

CAMINO DEL FIN DEL MUNDO

Camino del desierto marroquí, desde Marrakech, uno espera encontrar cómo el paisaje se va volviendo más seco, más inhabitable, menos verde, más duro. Pero viajar consiste en asumir sorpresas constantes y, una vez más, ese camino no es lo que uno espera aunque sí algo que quizá hubiera deseado. La tremenda presencia de los cercanos montes del Atlas alimentan caudalosos ríos que dan vida a múltiples valles y poblaciones llenos de bullicio y actividad humana que, desde hace milenios, han convertido aquella región en un lugar que transforma la dureza en vida. El camino hacia lo que uno pensaba que sería la nada es un todo atractivo, único, pleno e inolvidable.

MELANCOLÍA

Uno ha disfrutado y estudiado en imágenes las obras de la Antigua Grecia antes de verlas en directo, y esa es una experiencia que le reserva algunas sorpresas, entre ellas aparece la representación de sensaciones que no esperaba, unas más comprensibles que otras, y una de las más comprensibles e inesperadas es la representación de la melancolía en una faceta serena que sorprende y atrae mucho al contemplador que intenta vivir aquellas obras como si fueran algo suyo. Clasicismo, democracia, filosofía, convivencia, origen, ciencia, historia… son algunas de las palabras que con toda naturalidad se aparecen en la mente de quien recrea la Grecia Antigua, pero melancolía… No, no es lo que uno espera aplicar a aquella cultura desaparecida aunque muy viva hoy en los entresijos de los orígenes de nuestro estar en el mundo. Pero, claro, cuando se califica una civilización desaparecida se olvida fácilmente que, en ella, como en todas las civilizaciones y culturas, como en cualquier tiempo

EL COLOR

Los que tenemos la fortuna de ver somos alcanzados por forma y color de una forma inseparable, pero el color tiene una potencia que la forma, con su delimitación aparente,  no llega a disuadir. El color parece apuntar a unas capacidades más allá de la supervivencia, esas capacidades que un día se llamaron espirituales y que hoy se podrían denominar más humanas que económicas. El color no describe, no limita, alimenta la parte que es pura visión, quiere a la sensibilidad y es capaz de negar el tacto. El blanco, la luz pura, es la suma de todos los colores. El negro, la negación de la luz, también lo es. ¿Quién puede desentrañar esa enigmática paradoja? Cada color, cada reflejo del sol o la luna en el agua, cada brillo de la piel del amado o de la amada, cada hoja viva o muerta, cada mancha del animal, cada despertar con su apertura del párpado a la luz, cada molécula visible brillando en las diferentes horas del día o de la noche... Cada partícula de color desentraña la paradoja