Tarik tenía ocho años
cuando empezó a hacerse preguntas. No se preguntaba por qué se hacía preguntas.
Se las hacía continuamente. Había nacido en la misma casa de la Ciudad Roja en
la que vivía, en Derb Smara Kandil. Desde allí no le quedaba lejos el colegio
ni tenía que andar por los estrechos callejones que tantos de sus compañeros
recorrían a diario, aunque le gustaba hacerlo. Algunos días, en lugar de salir
desde su callejuela a Sid Abd El Aziz, que le llevaba directamente a la
escuela, se metía por los callejones que dando vueltas y revueltas terminaban
por asomarse a la plaza en la que se encontraba su colegio.
Tarik se preguntaba por
qué por las tardes, cuando volvía del colegio y salía a la calle, siempre que
se cruzaba con un extranjero en las calles del zoco le ofrecía llevarle a algún
sitio interesante para él por unos dírhams, y si no le hacía caso le pedía algo
de dinero. No podía evitarlo, se preguntaba por qué actuaba así, igual que
sabía que hacían sus amigos, y continuaba haciéndolo. También se preguntaba por
qué su hermano Ahmed ya no iba al colegio, por qué su padre siempre hablaba del
padre del rey en lugar de hablar del rey actual, por qué los extranjeros no
podían o no querían acudir a rezar a las mezquitas, por qué…
Intentó plantearle sus
preguntas a su padre, pero a la primera que le hizo empezó a soltarle uno de
sus discursos sobre el padre del rey que no le sacó de ninguna duda. A su
madre, la que hacía las mejores kefta que él había probado, no superadas ni por
las de la abuela Sofía ni por las de la tía Fátima, sabía que no podía
preguntarle, intuía que ella estaba para el cariño dulce lleno de aromas
inimitables y no para dar explicaciones. También lo intentó con su hermano
Ahmed, pero sus prisas y su inseparable moto, lo primero que se compró en
cuanto empezó a trabajar, parecían no permitirle responder aunque siempre
tuviera palabras y gestos amables con él. Y con sus hermanas no había nada que
hablar.
Pasó el tiempo entre
preguntas sin respuesta y vida que fluía como el frescor por los callejones de
la medina.
Cuando Tarik empezó a
trabajar a los dieciséis años sacando brillo a los suelos del centro comercial
que habían abierto al sur de la ciudad, fuera de la medina, el mismo año que él
había empezado a hacerse preguntas, él, aquel que fue un niño curioso, ya no
buscaba respuestas, solo sabía ver reflejada su imagen en el brillante suelo
sin preguntarle nada, sin responder nada.
Cuando estuve en Marrakech ya no se acercaban los niños a "molestar" al turista. Supongo que las autoridades se hicieron eco de la gran queja de los turistas agobiados por tanto crío pidiendo cosas. Y por una parte se agradece, pero por otra nos perdemos esas preguntas de todo niño en cualquier parte al forastero.
ResponderEliminarY teniendo en cuenta que solo los niños y los borrachos dicen la verdad, y borrachos no hay; los turistas nos quedamos sin ese intercambio de información y pareceres que tenía su encanto.
Mi pregunta es ¿como han conseguido alejarlos del visitante?.
Que triste que Tarik dejara de preguntar, debido a no haber encontrado respuestas en ningún lugar. Muy tierno relato y muy real.
ResponderEliminarUn saludo Alfonso
Me temo, Carlos, que ha habido alguna actuación de los que mandan allí para evitar eso porque está claro por mi experiencia allí que los habitantes de Marrakech siguen pensando que los visitantes somos una especie de cosa extraña con dinero.
ResponderEliminarSea como sea, a mí me ha encantado relacionarme con ellos aunque partamos de enfoques diferentes.
Gracias y saludos.
Aurora, me alegra que lo sientas tierno y real. Es producto de mi experiencia allí y de intentar ponerme de su lado.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Me gusta tu relato , me pregunto continuamente cosas y no tengo respuestas, triste, amigo
ResponderEliminarBueno, Mª V, amiga, no siempre es triste no tener respuestas porque lo más importante es hacer preguntas, una pregunta lleva a otra y eso abre un camino que puede conducir a acercarse a la libertad.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Tu Tarik volvera a hacerse preguntas el dia en que encuentre reflejado a su lado en el marmol pulido a la nina Hamina cargada de regalos...
ResponderEliminarPreciso sera que encuentre la respuesta adecuada, no la de los "facilitadores" de su barrio.
Podra Tarik escoger su camino?
Saludos
Primero, esta la curiosidad y las preguntas, luego, viene la cruda realidad que no necesita curiosidad ni preguntas, creo yo.
ResponderEliminarIgoa, Tarik necesitará respuestas adecuadas, como cada uno de nosotros, y seguir haciéndose preguntas que nunca encontrarán respuesta. Ahí estamos, él y los demás, viviendo y preguntando.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Blas, ante la cruda realidad necesitamos hacernos preguntas para sbrellevarla o, incluso, superarla.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Tarik era un niño despierto, con ansias de conocer, como todos los niños.
ResponderEliminarPara él la vida estaba llena de enigmas que no sabía descifrar, quizá se preguntaba por qué no había nacido en el mundo de toda aquella gente que paseaba por la medina. Parecían alegres, felices…
Él hacía preguntas y obtenía respuestas vagas o ninguna. Hasta que dejó de preguntar y la vida le enseñó, a golpes, que no valía la pena preguntar… Exactamente igual que muchos de nuestros niños.
Quizá la enseñanza que debemos aprender de tu relato, Trans, es que siempre debemos tener respuestas para que nunca dejen de preguntar y que siempre tengamos preguntas para seguir adelante.
Un beso.
Sí, Estrella, preguntas y más preguntas. Y para los niños siempre respuestas, aunque nunca puedan ser completas, para que continúen preguntando y preguntándose y así puedan construir una vida que sea suya.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Yo he sido, soy y espero seguir siendo Miss Por qué, por qué, porque .....
ResponderEliminarCreo que es el suelo sobre el que pisamos, sentimos y vivimos.. Y si bien es cierto que puede volverse espiral de inseguridad y más dudas sin más... Verse reflejado y ni siquiera mirar es tropezar en suelo fragil. Es estar a merced de hielo bajo los pies... Y sentir el calor del sol en la cara... Vivir en un mar que hace aguas.
Un salud✴
Sí, Athenea, si queremos vivir una vida completa no podemos dejar de preguntar y preguntarnos, si queremos no tropezar, si queremos ir seguros sobre el hielo que pisamos.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Acabo de leerlo y, de alguna manera, sobrecoge el relato sobre Tarik, Alfonso. Cierto es que poco a poco, a medida que la realidad se hace tristemente evidente, dejamos de comportarnos como niños asombrados, dejamos de formular y formularnos preguntas. Pero siempre caben, siempre se generan, toda la vida, ella misma es una constante interrogación. Saludable escrito, amigo Alfonso.
ResponderEliminarTeo.