Camino del desierto marroquí, desde Marrakech, uno espera encontrar cómo el paisaje se va volviendo más seco, más inhabitable, menos verde, más duro. Pero viajar consiste en asumir sorpresas constantes y, una vez más, ese camino no es lo que uno espera aunque sí algo que quizá hubiera deseado. La tremenda presencia de los cercanos montes del Atlas alimentan caudalosos ríos que dan vida a múltiples valles y poblaciones llenos de bullicio y actividad humana que, desde hace milenios, han convertido aquella región en un lugar que transforma la dureza en vida. El camino hacia lo que uno pensaba que sería la nada es un todo atractivo, único, pleno e inolvidable.
Una gozada enorme este recorrido visual y emotivo por tantos lazos entre lo uno y lo otro. Aunque lo mejor sea lo poco que le afecta a ninguno el paso del tiempo. Por lo menos a la mayoría. Es como decir; ahí queda eso y dispones de una vida para encontrarlo. Un placer.
ResponderEliminarSí, amigo Carlos, me encanta lo que dices, sin tiempo y toda la vida para encontrarlo. Muchas gracias.
EliminarTu belleza me acompano en la noche mas larga. Gracias.
ResponderEliminarY MI AMIGO EL ARBOL?
Por ahí anda, en todas partes, y asomando en algunos de estos recuerdos. Muchas gracias, amiga Igoa.
EliminarBellas instantáneas, amigo. Más parecieran visiones (de un raro 'especimen') que fotografías reales. Pero ......................................, allá tú.
ResponderEliminarAbrazos......
Parece que, a veces, amigo Blas, yo sea un raro especimen, qué le vamos a hacer. Muchas gracias.
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