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CEGUERA

 

La ceguera del viajero es inevitable, quizá sea necesaria para poder apreciar las maravillas del viaje, pero es algo contra lo que luchar, algo que vencer para poder conocer lo que se visita y el contexto en que se enmarca.

La ceguera del viajero convierte su mirada, sus sentidos, en una visión filtrada por la expectativa, el deseo de que el prejuicio se cumpla y la anulación de la visión periférica, de todo aquello que no encaje en su morboso afán de ser feliz por estar situado fuera de su habitual contexto inevitablemente rutinario.

Agra (el lugar que contiene uno de esos mitos construidos que todavía hoy se mantienen incólumes, el Taj Mahal) es una ciudad desastrada que incluye, o rodea, o da la espalda, o enmarca decadentemente, algunas de las maravillas humanas que se pueden encontrar por el mundo. Y no solo es la imponente tumba que parece amanecer con el sol cada mañana junto al río Yamuna, sino otros lugares del pasado que tienen un hermoso presente, como su antiguo fuerte o la tumba de Itimad-Ud-Daulah (abuelo de la mujer homenajeada en el evidentemente incomparable Taj), a los que se accede tras haberse sumergido en la desordenada vida india, en su alternatividad tradicional pasada de moda y tan viva que parece ser el espejo del destino que nos espera a todos como sociedad.

Disfrutar de aquel conjunto disjunto es una experiencia que se hace necesario vivir y revisitar en el recuerdo eternamente, como si nada fuera a cambiar, como si todo, un conjunto de extremos inaferrables e indigeribles, fuera posible.












Comentarios

  1. Bendito sea esa ceguera viajera!! "quizá sea necesaria para poder apreciar las maravillas del viaje". No se si estoy muy de acuerdo con esa afirmación, pasada por el filtro de tu cabeza pensante. Pero allá tu, y tus responsabilidades!!.
    Un abrazo, 'tras....'.

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    1. Muchas gracias por "no compartir" la ceguera, amigo Blas, y un abrazo.

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