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DIÁLOGO IMAGINARIO


Estamos en los años sesenta del siglo pasado en La Californie. La luz matizada, cargada de ensueño mediterráneo, de principios del otoño entra por los grandes ventanales en la estancia donde se desarrolla este encuentro.

- Paloma de la Paz: No me gusta cómo me has dibujado y pintado.

- Pablo Picasso: Deberías saber que yo te encontré así y que de esa forma te he representado.

- Paloma. P.: ¿Y por qué no me permitiste ser cubista?

- Pablo P.: No puedes pedir nada mejor que ser picassiana, yo nunca me repito.

- Paloma. P.: A mí me has repetido varias veces.

- Pablo P.: Tú nunca estás repetida, primero porque jamás llegas, eres solo un deseo, y segundo porque cada vez que has aparecido en mi obra te he renovado con creces.

- Paloma P.: No me gusta quejarme y veo que lo hago contigo. ¿Es que tu arte consigue no dejar nada en paz?

- Pablo P.: Mi artesanía constante no puede detenerse; eso hace que, aunque yo no lo pretenda, mis obras vayan un poco por delante de las circunstancias que las empujan.

- Paloma P.: ¿Pero tú deseas la paz o solo es otro juego más de línea y color en tus manos?

- Pablo P.: Yo no tengo paz nunca, por eso nunca dejo de enamorarme y dar formas nuevas a la realidad.

(Imágenes tomadas en Madrid y Londres, la última poco antes de que esa obra fuera destrozada por un ignorante que cree ser alguien)




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