TRIGÉSIMO TERCERA EMOCIÓN EL JARDÍN PROHIBIDO EN EL COLEGIO Las hojas de la morera no tenían gusanos. La morera estaba prohibida. Los gusanos necesitaban sus hojas. Los niños se las ingeniaban, los gusanos no. Los vigilantes siempre vigilaban. Los niños lo conseguían. Los vigilantes lo sabían. La morera parecía querer asomarse a nuestro mundo. Parecía huir con sus ramas del encierro. Durante unos años siempre me fijaba en la morera, En mi casa no había plantas. Cuando iba a cruzar el campo de fútbol que yo no frecuentaba para jugar a las canicas. Cuando iba a hacer pis a los baños que, elevados, se situaban detrás de una de las porterías del gran campo de fútbol, con su arena parda. Cuando charlaba con mis amigos en “los setos”. Los setos, enrejados, eran el símbolo de la palabra, de los secretos contados en voz baja, de los cotilleos masculinos. Los setos eran lo prohibido y lo anhelado. Eran setos sexuales tras las rejas d