Ir al contenido principal

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (36)


 

 

TRIGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN

 

Algunas veces las clases eran pequeñas locuras, y no por la cantidad de niños que contenían (hoy impensable) sino por el conjunto de manías de los profesores a las que asistíamos, que sufríamos y que siempre nos sorprendían a los alumnos, quizá en apariencia impertérritos por la fuerza de la costumbre. Durante años asistimos al desatarse de los humores, en cualquier sentido posible, de profesores tanto laicos como religiosos. Escenas como de animales caídos en furias incomprensibles que correspondían a extraños instintos por descubrir desde nuestro punto de vista, instintos de adultos o malsanas aberraciones personales conjugadas con un ejercicio del poder que aparecía como ataque hacia nosotros.



Aunque también había, a veces, extrañas reacciones, muy pocas, que no se sumían en la violencia. La violencia parecía ser una característica unida a la vocación personal y educativa de muchos de aquellos seres. Una violencia que arropaba la ternura que escondían en el fondo de sus vidas.



Creo que hoy me ha quedado de la perplejidad que me producían los ataques de aquellos extraños convertidos en monstruos por momentos el no aguantar a nadie que solo sepa o quiera saber y expresar lo que él siente y piensa, excluyendo al otro, incluso negando su calidad de espectador por falta de la capacidad de relacionarse. Se me remueven mis interioridades cada vez que estoy en presencia de uno de esos monstruos desenfocados gracias a sus instintos desatados en aparente convivencia con sus congéneres. Monstruos convivientes que no saben convivir con ellos mismos ni con los otros inflados con la ignorancia de desconocerlo.



Monstruos cotidianos que se diferencian del resto de nosotros en que su monstruosidad es permanente, como en una colonia de agresivos insectos cuyo instinto es matar y morir. El resto solo somos monstruos a ratos o monstruos según contextos. Intentamos que la monstruosidad no arrincone y oculte nuestra presencia. Las monstruosidades humanas están en todos y cada uno de nosotros, solo en algunos su permanencia y especialización hiere la vida, su vida, nuestra vida.



¡Cuánto me duele y me alimenta que nuestra vida sea lacerada por el ejercer de la vida de otros congéneres!



Tú no sabes lo que es depender de la mirada y la palabra de otro (depender de su tacto es otra historia de la que te hablaré en otro momento) para que suceda lo mejor y lo peor de los hechos de la vida, para que se abra a su sentido, si es posible, y para que todo deje de tener sentido, si es que la pasión lo requiere. O quizá sabes mucho más que lo que tu falta de presencia sugiere.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL OCASO, LA AURORA

  Por muy hermoso que pueda ser un atardecer en Praga, en el Río de la Plata o en el Sahara, el amanecer nos espera como una puerta abierta a cualquier posibilidad que podamos inventar, sirviéndole de alternativa. Su belleza se encuentra en su potencialidad luminosa y en el ofrecimiento que nos hace de seguir caminando, incluso aunque solo sea en círculo. Y nuestro deseo de luz no se produce para que quede iluminado algo que pertenece al pasado, como en la imagen hoy irrepetible, que ha sido aniquilado cumpliendo el afán destructivo que caracteriza hoy las sociedades humanas y que pretende sustituir el afán de renovación que caracteriza nuestros mejores momentos.  ¿Cómo diferenciar la aurora del ocaso? Solo podemos hacerlo gracias a nuestra disposición a vivir o a descansar, a olvidar, a recordar y a renovar la vida en su constante cambio y en su permanencia inestable, la que proporciona esos momentos de felicidad que dan sentido al recorrido circular

COMUNICARSE

Desde que comenzó el año he dedicado parte de mi tiempo a compartir con quien le interese una de mis pasiones, la fotografía, gracias a la existencia de comunidades en la red que permiten hacerlo con personas de cualquier parte del mundo. Está siendo una gran experiencia por lo que supone contemplar lo que produce esa misma pasión en otras personas y lo que sugiere en ellas el producto de la mía. Resultado de esa agradable experiencia es que uno, sin pretenderlo, llega a conocer lo que más gusta a otros de lo que produce. Una curiosa experiencia esta de la comunicación que pone en valor unas fotografías sobre otras y enseña lo que uno es capaz de comunicar aunque no lo pretenda. Dejo aquí algunas de las fotografías que más han gustado y que han hecho que yo aprenda y sepa algo más de lo que somos, queremos, apreciamos y disfrutamos quienes nos decidimos a comunicarnos, en este caso a través de la imagen: Cómo me alegró que esta fotografía, tomada a más de 4300 metros de

ACTUALIDAD CIUDADANA

El otro día me encontré llorando ante las noticias que llegaban desde París, ante la barbarie indiscriminada y ante las reacciones de fuerza y miedo de los ciudadanos por excelencia que son los habitantes de la extraordinaria capital de Francia. La tristeza es una reacción normal ante la violencia ejercida contra mis vecinos, en sus lugares de encuentro y en unas calles a las que amo tanto por vivencias personales como por ser calles emblemáticas de la convivencia ciudadana. Pero lo más normal puede que no sea lo más deseable. No me he encontrado llorando ante los continuos atentados con un volumen de muertos ya incontable en países como Irak, Siria o Líbano, países que parecen ajenos a nosotros pero de cuya historia también somos herederos, aunque lo olvidemos más fácilmente que la herencia de la ciudadanía creada y recreada en Francia y puesta en práctica durante siglos en las hoy azotadas calles de París. ¿Seguiré (seguiremos) sin tener la auténtica e íntima conciencia