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EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (39)


 

 

 TRIGÉSIMO OCTAVA EMOCIÓN


Y necesito hablarte de los colores, del color, precisamente porque tú para mí siempre has estado alejado de ellos, del color, de su variedad, aunque eso es algo que supe tras muchos años de no estar contigo, cuando no comenzó mi adolescencia.
 
 
El color me lleva no acompañando desde siempre, y sé que es así por mi situación de hijo no nacido. Quizá el no haber podido disfrutar de la oscuridad del útero me ha conducido hacia esa incidencia de las variaciones de la luz en mi vida. La situación en la que me has puesto es tanto la de un ciego como la de un visionario, y con ella el color me ha seducido y conducido desde siempre, como lo hará, evidentemente, hasta siempre.
 
 
Es posible que esa falta y plenitud se deba a mi situación de no muerto. El color para ti, para los mortales, puede ser desde un accesorio a una necesidad irrenunciable. Para mí es el hilo conductor de la no vida, es el acompañante de estas palabras y es aquello que me permite hablarte y recrear, precisamente, mi vida.
 
 
¿Qué hiciste con el color de lo vivo? ¿Qué te ocurrió para que yo hoy te lo reclame? No sé la causa y no quiero saberla a pesar de mis preguntas. La consecuencia es que yo no existo en el mundo que tú y los demás consideráis que es real, en el que yo no puedo, ni quiero, estar encarnado, en el que reclamo y rechazo con una pasión invisible que no llegarás a comprender.

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