Ir al contenido principal

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (90)


 

 

EPÍLOGO I

 

Creo que todo buen novelista, que todo gran cuentista o narrador no se muestra a sí mismo en lo que describe o trama con sus palabras, por mucho que haya tanto de él mismo en el sucederse de sus palabras narrando historias inventadas, siempre posibles por mucha apariencia de imposibilidad que muestren, como pueda haberlo en una autobiografía.


En ese esconderse mostrando, en ese desvelar ocultando, se encuentra el genio del narrador, que se transforma con la falta de presencia de un yo que escribe en la comunicación estética con el lector.


Nuestro encuentro , el imposible posible encuentro entre un no padre y un no hijo ha sido fructífero y terriblemente triste, pero el hecho de habernos encontrado, aun con violencia, el hecho de convertirnos en nuestra compañía mutua es algo que no podemos más que agradecer.

  

Nos hemos hablado al fin y nos hemos encontrado en un mundo que, aunque no tenga visos de terminar, es el mundo del fin, el mundo en el que todo ya ha sido narrado y que por tanto no posee ningún futuro a pesar del sucederse de aquello que llamamos tiempo y que permite hablarnos, contarnos, ser juntos aunque no lo deseemos. Recrear un deseoseos, que se han transformado en imposibles con la desaparición aparente de la muerte.


Nuestro desacuerdo radical es el punto de encuentro entre generaciones y personas que incita a que la vida no termine, a que la muerte sea el incumplimiento del deseo.


Terminamos sin acabar, como todo amor que está vivo, como toda relación cuyo futuro es no llegar, como todo caminar sin objetivo, como cualquier invención de la que se desconocen sus consecuencias y de la que se intuyen sus posibilidades de continuación y extensión tanto de la bondad como de la maldad.


Tú y yo, yo y tú, formaremos un par que, por siempre, será unidad indisoluble y temerosa de un fin que sabe inexistente.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Y MEDIO...

    Comenzaré sin más preámbulos diciendo que he vuelto a ver 8½ (Otto e mezzo), dirigida por Federico Fellini en 1963, y que puedo afirmar sin rubor que se ha quedado vieja.   Si el amable lector desea continuar leyendo descubrirá lo que contiene una afirmación como esa en estos tiempos y lugares que nos recorren sin horizonte, en una planicie confusa llena de montículos virtuales que no resultan atractivos para ser escalados.   La gran película de Fellini se ha quedado vieja como lo está, por poner un ejemplo señero, la obra de Caravaggio, con una presencia tan fulgurante y potente que el tiempo y el cambio transcurridos desde su creación, la de Caravaggio y la de Fellini, no permiten digerir como obras que afirman y transgreden sus propios momentos y convocan un clasicismo que no buscaron.   Hay obras, como las que estoy, precisamente, convocando aquí, que nos permiten afirmar que el progreso es solo una entelequia interesada, una falacia que pretende enfren...

MELANCOLÍA

Uno ha disfrutado y estudiado en imágenes las obras de la Antigua Grecia antes de verlas en directo, y esa es una experiencia que le reserva algunas sorpresas, entre ellas aparece la representación de sensaciones que no esperaba, unas más comprensibles que otras, y una de las más comprensibles e inesperadas es la representación de la melancolía en una faceta serena que sorprende y atrae mucho al contemplador que intenta vivir aquellas obras como si fueran algo suyo. Clasicismo, democracia, filosofía, convivencia, origen, ciencia, historia… son algunas de las palabras que con toda naturalidad se aparecen en la mente de quien recrea la Grecia Antigua, pero melancolía… No, no es lo que uno espera aplicar a aquella cultura desaparecida aunque muy viva hoy en los entresijos de los orígenes de nuestro estar en el mundo. Pero, claro, cuando se califica una civilización desaparecida se olvida fácilmente que, en ella, como en todas las civilizaciones y culturas, como en cualquier tiempo ...

POSTRES

Levanté una esquina de la parda alfombra del deseo y encontré bajo ella el color, era como un polvillo exquisito que quise tocar. De inmediato, la alfombra me envolvió y comenzó el sueño. *** La tiránica alegría del poder modela miseria. Es la falacia de la no intervención. *** Cuando se reflexiona, el músculo se carga de vida y la vista percibe nuevos e inútiles colores. *** Sin habla no habría nadie, sin sueño todos serían muertos. *** Si el mundo fuera una cesta la compañía de los otros serían los agujeros que dejan entre sí el entretejerse de las fibras que la componen. *** De rodillas pensaba que el mundo era una fiesta. *** Visto lo evidente mejor apagar la luz.