Ir al contenido principal

COSAS QUE CREO SÉ HACER CUANDO VIAJO



(Respondiendo a la amable invitación del amigo Blas (Viajero Insatisfecho), sigo la cadena sobre “cosas que sé hacer cuando viajo” e invito a todo el que quiera a que la continúe)


Viajar lo es todo para mí. Una frase manida y que expresa muy bien lo que significa viajar para este trashumante. Ese ponerse en camino que siempre, en principio, tiene vuelta, significa para mí lo mejor de la vida. Lo es cuando no puedo viajar y deseo hacerlo, y lo es cuando lo hago y disfruto preparándolo y realizándolo.
El viajar es la excepción en una vida como la mía que no se dedica a ello permanentemente, pero quizá devuelva la posibilidad de que sea al contrario: la excepción es la vida sedentaria y la auténtica vida, por profunda y deseada, es la del viaje, aunque su duración sea menor. Es como la vida de un escritor, puede que no esté escribiendo siempre, que dedique unas horas al acto efectivo de escribir, pero siempre es un escritor, en cada momento vital, cotidiano, extraordinario o rutinario.
Disfrutar. Una evidencia que no lo es tanto. Se puede viajar para escapar, para esconderse, para no ver la otra realidad, la que parece más real, la que se dejó atrás. Y se puede viajar por el placer del viaje, aunque sirva de disculpa la curiosidad, el encuentro con la novedad, el cambio de tiempo y espacio. Lo que queda del viaje es el cambio, independientemente de selva o desierto, de ciudad o de mar, de tribu o de civilización, de pasado o de presente, de extraño continente o de continente propio, queda el conocimiento parcial, la vida extraordinaria y finita, la intensidad como cotidianidad, el trabajo como placer.
Me gusta corregirme a mí mismo en el viaje, mis convicciones, mis posibilidades, incumplir con los preparativos porque el viaje o el lugar así lo piden. Mientras me olvido del tiempo moldeo el espacio y gracias a ello soy otro que parece erigido sobre los mismos cimientos que los propios, aquellos de la vida cotidiana que uno, aunque no quiera, arrastra consigo al viaje. Dejarse llevar por lugar y tiempo visitados o revisitados es un placer y un fin que para mí recuerda a esos paraísos inexistentes que se llevan prometiendo desde siempre y que la religión actual del materialismo continúa prometiendo.
Y me gusta cuando viajo evitar la comparación con el lugar del que procedo. El viaje, los viajes, me han enseñado entre otras infinitas posibilidades, a sumar, a añadir unas formas de vida a otras, a comprender que todo es mejorable e inmejorable, que la perfección es un sueño que puede ser pesadilla, a apreciar hasta lo que se consideran deshechos porque de un lugar a otro el deshecho puede convertirse en hecho y el hecho en algo tan duro como el odio o tan tierno como el amor.
Viajar por placer es morir bellamente, es tener la posibilidad de cometer un suicidio no definitivo que contiene, a su vez, la posibilidad de retorno a la vida que se abandona. Es acabar provisionalmente con la vida cotidiana para visitar otra posible en la que el tiempo y el espacio funcionan de manera diferente. Es una delicia imaginarse cómo se viviría en el lugar que visitamos con plena consciencia de que estamos de paso. Quizá esa consciencia es lo que da forma a la rotundidad e intensificación vital que se puede experimentar cuando se viaja.

Comentarios

  1. Creo que quien viaja adquiere la capacidad de sentir de forma más consciente la relación entre tiempo, espacio y forma.
    Viajar nos permite dar alas , a través de los sentidos, a una serie de sellos distintivos que están en nosotros. A redescubrir el mapa secreto de las viejas historias que nos dan sustento.
    " En cada momento vital, cotidiano, rutinario, extraordinario... Estamos viajando entre lugares, preceptos, ideas, hechos, críticas o adversidades. Viajar nos permite volver a todos esos lugares y tomar perspectiva.

    Un salud✴

    ResponderEliminar
  2. Sí, Athenea, así es, la relación entre tiempo, espacio y forma es más asequible en ele viaje y deja huella para el resto de la vida.
    Nos encontramos a nosotros mismos en el viaje precisamente alejándonos de nuestras raíces y conociendo lo que para otros son sus raíces.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  3. Viajar es dar rienda suelta a la imaginación, porque en las ciudades nada es lo que parece ser, esto permite imaginarlas como quisiéramos que fueran: todos amables y de sonrisa apacible y feliz, gozando de su presente y esperanzados en su futuro por las enseñanzas de su pasado, claro que la estancia no debe prolongarse hasta el extremo de tener que participar de sus actividades diarias porque se rompería el encanto, el viaje también debe ser mental, alejado de toda obligación que no sea disfrutar de lo desconocido, como un sueño hecho realidad, sin perturbar dicho sueño tratando de conocer y entender otra realidad, que en realidad, no es muy distinta a la que acabamos de dejar en casa. Salvo los matices de cultura, religión, ciencia, tecnología, política, industria y economía entre otros aditamentos adquiridos, los humanos no nos diferenciamos en nuestra esencia de crear y destruir.
    Yo viajo por el placer de alejarme de la ciudad, no huyo, sólo me desintoxico de ella, de lo que aparenta, y visito lugares apartados de la presencia humana, especialmente la selva, donde contemplo la naturaleza en toda su intensidad salvaje, violenta, acechante, casi, casi, como la vida en las ciudades... pero sin maldad.

    Saludos Tras.

    ResponderEliminar
  4. Qué suerte tienes de tener cerca la selva. Me has hecho recordar todo lo que sentí de potencia y maravilla las veces que la he visitado.

    En tu matizado comentario noto que unes maldad y ciudad. No sé si eso es necesariamente así, quizá sea que la excesiva concentración de todo, de muchos todos, en la gran ciudad, haga que se note más la maldad.

    Sea como sea, el poder estar en lugares a los que no te ata la cotidianidad es un lujo que merece la pena vivir, el lujo del viaje que no tiene nada que ver con la carestía del mismo.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  5. Cada uno comenta la feria como le va en ella. Y para mi que viajo menos de lo deseado, la vida en si es un constante viajar. Quiero decir que viajo sin moverme del sitio a base de imaginación. Lo malo es que esto se lleva fatal con aviones, coches y trenes rápidos. No me gusta pasar por los sitios. Me gusta estar.

    ResponderEliminar
  6. Buen artículo e interesante tema, los viajes, al que me uniré para hablar del leitmotiv que siempre busco en mis viajes…
    Saludos.

    ResponderEliminar
  7. Sí, Carlos, estar y no pasar es lo importante. A veces es difícil conseguirlo pero hay que tenerlo en el horizonte.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  8. Eurotopia, espero tu artículo, conocer ese leit motiv y tu propia búsqueda.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  9. ¡¡Plasf, plasf, plasf!! (aplauso). Me alegro que hayas seguido esta rueda, de verdad. Siempre da juego para hablar de otras cosas y meditar sobre ellas. Tiene mucha enjundia lo que dices pero por destacar alguna de tus ideas me parece muy interesante eso de: "me gusta cuando viajo evitar la comparación con el lugar del que procedo".
    Más importante de lo que parece, si señor. Una manera de objetivizar lo que ves, o lo que vives, sin pasar por el tamiz de lo que has vivido.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Muchas gracias, Blas, por tu apreciación, por tu invitación y por tu inspiración para poder escribir en torno a eso que es el viaje, lo que tanto aprecio y disfruto y que me ha enseñado a relativizar lo de aquí y lo de allí. Visitar tiempos y lugares diferentes (y personas, y olores, y sabores, y tactos, y sensaciones...) es un lujo.

    Gracias de nuevo y saludos.

    ResponderEliminar
  11. Viajar te permite vivir otras realidades, otras vidas, otros "yo". Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Sí, Mercedes, pasar a ese "otro" lado es maravilloso y completa de una forma especial la vida.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  13. Actualmente no puedo viajar y lo hago a través de mi imaginación, pero me has hecho recordar mis andanzas por las montañas, cuando era jovencita, con el CUM ( Centro Universitario de Montaña).
    Era todo un verdadero placer, caminábamos mucho hasta subir a la cima y observar así el paisaje desde allí arriba.
    El sudor cubría nuestra piel y el aire y el sol, cuando este último nos acompañaba me hacían sentir mucho más viva.
    Compartíamos la comida, era todo un disfrute.
    He hecho otros viajes que siempre me han hecho sentir más libre y más yo misma.
    Un saludo Alfonso

    ResponderEliminar
  14. Sí, Aurora, todos los viajes nos acercan a la libertad. Es un placer compartir contigo lo que supone el viaje y los recuerdos.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  15. Tras: por desgracia ahora viajo muy poco, y cuando lo hago son lugares cercanos…pero cuando viajo sólo intento disfrutar de todo lo que observo…de las gentes, del paisaje, gastronomía o de sus edificios, ya sean antiguos o modernos…Sencillamente vivo.

    ResponderEliminar
  16. Agueda, sencillamente vives, nada más y nada menos. El viaje solo es un intento de ensanchar la vida, y también podemos hacerlo sin movernos apenas de los lugares cotidianos.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

EL OCASO, LA AURORA

  Por muy hermoso que pueda ser un atardecer en Praga, en el Río de la Plata o en el Sahara, el amanecer nos espera como una puerta abierta a cualquier posibilidad que podamos inventar, sirviéndole de alternativa. Su belleza se encuentra en su potencialidad luminosa y en el ofrecimiento que nos hace de seguir caminando, incluso aunque solo sea en círculo. Y nuestro deseo de luz no se produce para que quede iluminado algo que pertenece al pasado, como en la imagen hoy irrepetible, que ha sido aniquilado cumpliendo el afán destructivo que caracteriza hoy las sociedades humanas y que pretende sustituir el afán de renovación que caracteriza nuestros mejores momentos.  ¿Cómo diferenciar la aurora del ocaso? Solo podemos hacerlo gracias a nuestra disposición a vivir o a descansar, a olvidar, a recordar y a renovar la vida en su constante cambio y en su permanencia inestable, la que proporciona esos momentos de felicidad que dan sentido al recorrido circular

COMUNICARSE

Desde que comenzó el año he dedicado parte de mi tiempo a compartir con quien le interese una de mis pasiones, la fotografía, gracias a la existencia de comunidades en la red que permiten hacerlo con personas de cualquier parte del mundo. Está siendo una gran experiencia por lo que supone contemplar lo que produce esa misma pasión en otras personas y lo que sugiere en ellas el producto de la mía. Resultado de esa agradable experiencia es que uno, sin pretenderlo, llega a conocer lo que más gusta a otros de lo que produce. Una curiosa experiencia esta de la comunicación que pone en valor unas fotografías sobre otras y enseña lo que uno es capaz de comunicar aunque no lo pretenda. Dejo aquí algunas de las fotografías que más han gustado y que han hecho que yo aprenda y sepa algo más de lo que somos, queremos, apreciamos y disfrutamos quienes nos decidimos a comunicarnos, en este caso a través de la imagen: Cómo me alegró que esta fotografía, tomada a más de 4300 metros de

EL MAR EN FEMENINO

El mar acepta todo y escupe muchas cosas. En la línea de costa, sobre todo en las playas, se produce el indefinido intercambio entre mar y tierra, entre mundos vitales paralelos que se interpenetran de una forma amable y que parece incluso ordenada. Entre mar y tierra en el Atlántico marroquí pasea la hermosa mujer que se ha separado por un momento de su pareja, como si fuera libre, y parece absorber, cubierta su natural belleza con multitud de telas, el paso del brillo del sol en las aguas atlánticas al brillo del astro en el cielo. En su mirada y en sus delicados andares parece posarse el difuso horizonte marino. Su delicadeza se convierte en pregunta para el fotógrafo viajero. La pregunta habla de su felicidad en libertad y de si es posible ser feliz sin ser libre. Al fotógrafo le gustaría saber si el aparente amor que muestra discretamente hacia el hombre que va con ella no estará demasiado condicionado por lo que simbolizan las telas que la cubren y no permiten aprecia