El mar acepta todo y
escupe muchas cosas. En la línea de costa, sobre todo en las playas, se produce
el indefinido intercambio entre mar y tierra, entre mundos vitales paralelos
que se interpenetran de una forma amable y que parece incluso ordenada.
Entre mar y tierra en
el Atlántico marroquí pasea la hermosa mujer que se ha separado por un momento
de su pareja, como si fuera libre, y parece absorber, cubierta su natural
belleza con multitud de telas, el paso del brillo del sol en las aguas
atlánticas al brillo del astro en el cielo. En su mirada y en sus delicados
andares parece posarse el difuso horizonte marino. Su delicadeza se convierte
en pregunta para el fotógrafo viajero. La pregunta habla de su felicidad en
libertad y de si es posible ser feliz sin ser libre.
Al fotógrafo le
gustaría saber si el aparente amor que muestra discretamente hacia el hombre
que va con ella no estará demasiado condicionado por lo que simbolizan las
telas que la cubren y no permiten apreciar los matices de lo que el viajero piensa
que es una sugerente piel y unas formas atractivas y suaves llenas de pasión
contenida.
La cultura en la que
uno nace es un bien apreciable que permite la inserción en un grupo que
completa la vida, la propia, que le da un sentido y una unidad que se hacen
necesarias. Pero si ese uno es femenino, la cultura en la que nace se
complementa con unos cerrojos innecesarios cuyas llaves poseen los hombres y a
los que las mujeres, con su gran capacidad de construir lo social, parecen
adaptarse de una forma muy alejada de la libertad, ese destino tan natural para
el humano masculino y femenino como el difuso y cambiante límite entre mar y
tierra de la línea de costa en cualquier playa del mundo.
Estupenda fotografía con el añadido de la soledad de la mujer frente al mar. Tu dices que va acompañada y seguro que ella te ha visto enfocando y sabe que no está sola, pero lo de elegir aislarse y encerrarse en la ropa es cosa de ella. Ya cuesta creerse que sean tan sumisas y no puedan elegir. Lo curioso es lo que les lleva a eso. ¿Lo entenderá el mar?.
ResponderEliminarCarlos, seguro que el mar es el único capaz de entenderlo todo después de lamer durante tanto tiempo tantas orillas diferentes.
ResponderEliminarCreo que ellas no pueden elegir, aunque de alguna forma lo hacen en un contexto que las tiene marcadas de una forma a la que se han adaptado.
Gracias y saludos.
Tu has dado la respuesta amigo Alfonso ,ellas no pueden elegir ,en ese contexto que las tiene marcadas.
EliminarElla y el mar lo saben.
Hermosa fotógrafia repleta de poesía ,hermosas tus letras que nos hablan de sueños de libertad que probablemente no se cumplan
Abrazos amigo
Gloria.
La linea que une el mar con la tierra te lleva a hacerte grandes preguntas. La mujer se despliega ante ti, adquiriendo belleza, esa que tu le sabes dar
ResponderEliminarUn saludo Alfonso
Aurora, tú sí que sabes proporcionar belleza a lo que ofrezco.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Tu lo escribes: "como si fuera libre", aunque me temo que no lo era. El personaje fuera de plano continúa también fuera de la realidad actual, por culpa -sin duda- de las tradiciones o las religiones.
ResponderEliminarMalos tiempos.
Bueno, Blas, creo que lo complicado de esta historia es que la mujer que se ve y el hombre que no se ve forman parte de la realidad actual, múltiple y contradictoria.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Mira, me viene a la memoria este poema de Rafael Alberti que me gusta tanto..
ResponderEliminar.El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!
...Es que cabalgando sobre las olas podemos alcanzar el horizonte dorado, solo para nosotros, aunque arrastremos las cadenas.
"Su hombre", el que sea se quedara en tierra.
Saludos
Igoa, es un poema maravilloso. Ojalá que ella pueda cabalgar sobre las olas de la libertad, aunque sea arrastrando cadenas, y deje a "su hombre" que arrastre las suyas sin implicarla.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Teo Revilla Bravo "El espíritu de libertad anida en cualquier corazón humano, está claro. Magnífico lo que nos cuentas a través de esta imagen captada en playa marroquí...." Buen día, Alfonso.
ResponderEliminarSí, amigo Teo, hay que hacer caso a ese espíritu que está en nosotros y que nos llena de vida. Muchas gracias.
ResponderEliminarProfunda reflexión de la mano de la belleza de una imagen que se escucha y nos llena de fragancia a sal y yodo. Tus letras tienen la virtud de hacerme sentir y pensar, amigo Alfonso. Sentir emociones, no siempre expresables, y pensar, en este caso, en que puede que ni el mar goce de esa libertad cuando sus mareas y las olas que lamen con lujuria la costa, dependen de los biorritmos lunares. Tal vez, la mar, la luna y esa mujer, esperen que la Diosa Madre vuelva a reinar para gozar de libertad. Así sea. Un abrazo, pensador y escritor.
ResponderEliminarLa belleza de tu comentario, amigo Francisco, nos acerca a la realidad como amplitud, al deseo como posibilidad, a abrir siempre el campo al posible gozo de la libertad. Muchas gracias y un abrazo.
EliminarTenemos suerte de haber nacido mujeres en otros sitios, otros países en donde nuestra imagen es importante pero podemos escogerla, adaptarnos a la moda o no, cortarnos el pelo, teñirnos, usar tacones y medias, vestidos y faldas...nadie nos obliga a tapar todo nuestro cuerpo, ni nuestros cabellos, somos libres de ser y estar donde queramos y con quien queramos...¡Menos mal!
ResponderEliminarRecuerdo haber comentado en otra oportunidad esta fotografía tuya, es muy buena y da para pensar. Besos
Tienes muy buena memoria, amiga Karyn, y todos tenemos la suerte de haber nacido y vivir en lugares donde estamos mas cerca de la libertad, o asi parece. Muchas gracias y besos.
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