Su reino no es el reino de lo
probable, sino el de lo posible. Es decir, el reino del alma.
Gustavo Martín Garzo
Se acerca uno a la tela pintada y
aun así siente el espacio, la ilusión, la doblez de la apariencia y la
convocatoria de la realidad. El conjunto de la obra pide distancia para abarcarla
y para poder ilusionar con el espacio aparente, esa perspectiva aérea, ese aire
pintado, tan consistente como inconsistente, que las grandes obras pictóricas
del siglo XVII nos regalaron. Pero a la par, la obra pide cercanía, perder de
vista su conjunto y empaparse en el detalle para descubrir que no existe, que,
como en el sueño, el detalle y el conjunto son una y la misma cosa, forman una
unidad inexplicable y muy viva cuyo atractivo atrapa nuestro inconsciente y
promueve nuestra capacidad de transformar la mirada en visión.
¿Se puede retratar el tiempo? Si
acaso no fuera así, al menos se puede retratar su atmósfera, al igual que han
hecho grandes pintores como Velázquez en Las Meninas. En esa estela se sitúa la
pintura del silencio de José Hernández, también retratista del tiempo y, por
tanto, ejecutor de una pintura callada que abre espacios que reconoceríamos
como nuestros si fuéramos capaces de callar, de llegar a la inconsciencia de la
no palabra, de la imagen soñada sentidamente en vigilia atenta y trascendida.
Los recuerdos de agua, piedra y
madera carnal que sugieren los colores y el dibujo tratados por las manos del
pintor forman una sola materia que roza nuestra mente por dentro, situándola en
el espacio plano que está lleno de aire, de una bruma coloreada en la que no se
puede definir qué matiz destaca al mismo tiempo que el color tiene una
presencia radical, como la artesanía la tiene en la pincelada que anula la mano
del pintor debido a su generosidad consciente e inconsciente, a su libertad
limitada por un mar también libre que la expande hasta el infinito ya con el
espectador incluido en su espacio.
Las obras de José Hernández ofrecen
ser habitadas en la medida en que la mirada es capaz de habitar, una medida
limitada de la que él es consciente y que no por ello deja de continuar
ofreciendo la capacidad de soñar como el lugar de residencia de la propia
mirada cuando se posa en su obra y se ve alimentada por lo indefiniblemente
concreto.
Gracias, Trans! Me ha parecido sublime en esta manana brumosa y gris preludio del estio. Pero, voy a buscar mas obras de este pintor que nos brindas e "investigar" sobre la cita... antes de comentar.
ResponderEliminarSaludos
Joer!. Que grande era Jose Hernandez. Le entreviste yo una vez cuando exponia en una galeria de la calle Genova. No recuerdo mas. Pero me encanta su pintura y perspectiva interior.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo 'tras...'.
Sí, Igoa, su pintura es sublime y creo que te encantará lo que encuentres de sus óleos, grabados y dibujos, todos ellos hechos para posar durante un tiempo inmedible la mirada.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Sí, Blas, era tan grande que se quedó en la sombra, sin participar del circo oficial de las artes. Menuda suerte la tuya el haberlo podido entrevistar.
ResponderEliminarMe encanta que compartamos la inclinación a su obra.
Gracias y saludos.
Me encanta que nos ofrezcas pinturas tan fabulosas como la de Jose Hernandez y las acompañes con tu breve texto. Yo hare lo mismo que igoa, me adentrare mas en su obra.
ResponderEliminarUn saludo y gracias Alfonso
Aurora, me encanta compartir el genio, el misterio y la realidad de la obra de José Hernández.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Hernández, pintor, grabador y dibujante…era un gran optimista, aunque su obra tenía cierta negrura. Mezclaba como nadie el surrealismo o el bodegón.
ResponderEliminarDe vuelta del universo de Hernandez. Me he quedado petrificada con esa vision de lo humano "monsterizado"... Realmente inquietante y posesiva e inabarcable.
ResponderEliminarGracias de nuevo
Saludos
Agueda, un artista enorme cuyo realismo estaba cargado de sueños.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Igoa, me gusta mucho: inquietante e inabarcable.
ResponderEliminarGracias y saludos.