QUINCUAGÉSIMA EMOCIÓN
Raúl, irremediablemente querido y no querido hijo, hoy sé, y en parte o en todo es gracias a ti, que la verdad era otra.
No era aquella, absoluta, por el boato invisible.
No era la sencilla del amor, por la confusión.
No era la tópica, la no mentira, por la ironía.
No era el aquelarre de las ideas, por la falta de sensación.
No era tocar, no era oler, por la civilización.
Era la otra, la escondida, por timidez de transparencia, por falta de voz.

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