Me apetece tanto
complicarme la vida como vivirla sencillamente. Creo que son dos caras de la
misma moneda, o del mismo crustáceo por cambiar de metáfora, por hacerla más
orgánica y menos socioeconómica. Y este cambio de metáfora apunta a esa
complicación vital de mi deseo a la vez que la une a la sencillez de la
observación de lo que le queda a uno a mano. ¿Cómo no preguntarse por el
sentido, si lo tuviere, de la existencia? ¿Cómo no disfrutar de los pequeños
cambios cotidianos en lo que a uno le rodea o, incluso, de sus repeticiones,
ejemplo de lo consuetudinario y proposición del alejamiento de lo banal y
repetido? ¿Cómo no estar enfangado en la más pura rutina y dejarse sorprender
por lo que de extraordinario tiene una asociación de ideas, un deseo que
explota, una inquietud que no tiene nada de unánime, una salida de tono íntima
e indiscutible?
***
Junto a un pozo sin
fondo lleno de agua se produce el consuelo, frente al vértigo infinito que
produce la propia expresión “sin fondo”, de que la superficie líquida crea un
límite desde el exterior hasta la lámina de agua que sirve de frontera entre lo
gaseoso y lo húmedo. Por detrás de esa lámina casi inmaterial existe aún otro
consuelo para poder enfrentarse al terror de lo que no tiene fin: es necesario
que el pozo tenga un fondo porque el agua no afloraría si no estuviera apoyada
en algo que la contenga, aunque haya que llamarlo sin fondo porque aquél sea
inaccesible.
El pozo del que hablo y
sus connotaciones es un buen paralelismo del acto de la reflexión. Uno se
acerca hasta ella, como al brocal de un pozo, porque tiene sed, sed de saber,
de comprender. Se asoma y ve el límite entre el agua y el aire muy abajo. No
hay cubo, si quiere beber tendrá que arrojarse a él porque ese pozo se
encuentra en un desierto, el desierto de lo ya pensado por otros, de lo
conocido, de lo que no necesita reflexión. La sed es tan acuciante que uno se
tira al pozo sin pensar en cómo podrá salir de sus profundidades una vez
calmada. La frescura del agua, del primer contacto con el pensamiento, y la
sombra refrescante que proporcionan las paredes del pozo convierten por un
tiempo al sediento en un personaje feliz, hasta el momento en que se da
cuenta que se ha refrescado, que ha apagado su deseo húmedo, que desea
continuar su camino, salir de allí. El sol ilumina el agua transparente de tal
forma que el antiguo sediento comprueba que aquel pozo parece no tener fondo y
que bajo sus pies, bajo el círculo de la lámina inestable ahora deformado por
su presencia chapoteante, se abre una inmensa cueva o hueco terrestre que
parece ser capaz de contener un océano de agua. Ahí la sed de reflexión se
encuentra ante sus primeras limitaciones y sus primeras infinitudes.
Y aparecen entonces con
claridad unas rocas sobresalientes que permitirán al sediento salir de allí,
unas rocas en las que antes no se había fijado, como si fueran nuevas, pero
también se ve en ese momento otra aparente novedad, un pequeño hueco en la
curva pared que le permitirá seguir investigando hasta dónde llega el agua, si
hay otras salidas, otros pozos por los que asomarse al exterior o, incluso,
comprobar si es verdad que el fondo es inalcanzable, intentar al menos
intuirlo. Son las dos vías que el pozo de la reflexión deja abiertas para que
la vida del que ha probado a apagar su sed siga enfangada en la frescura y la
inseguridad de las aguas que nunca terminan de dar respuesta, o en la sequedad
del desierto de lo ya digerido, de la arena fina de lo ya pensado y decidido
por otros, una arena que ahora el buscador de agua sabe que podrá convertir en
fértil gracias al contenido del pozo, aunque sin semillas nada brotará. Y… ¡qué
curioso! el sol se ha movido y sus rayos inciden sobre el pequeño hueco en la
pared desvelando unos verdores allá, al fondo, que traen un profundo aroma a
huerta. Ya no queda más remedio que convertirse en inútil investigador del
fondo del pozo, en buceador que descubra la configuración de las aguas y su relación
con el desierto, o en práctico buscador de semillas en aquellas huertas ignotas
o, finalmente, en reseco habitante del desierto a la búsqueda de los dátiles
que es seguro que un cercano oasis proporcionará; al menos eso es comida aunque
no tan fresca y variada como la que podría proporcionar ese mismo desierto tras
sumergirse en las aguas de la reflexión o investigar las huertas del
conocimiento.
El sediento, haga lo
que haga y decida lo que decida, incluso aunque vuelva al desierto de lo
trillado, nunca volverá a ser el mismo. Se atrevió a emprender un viaje, el de
la reflexión, que cambió su vida. Aunque sea solo como recuerdo, su estancia en
el pozo lo dejará marcado, como si la humedad que cubría su cuerpo una
vez que emergió de aquellas aguas nunca pudiera secarse, como si sus pasos ya
no pudieran ser otra cosa que humedad, como si hubiera aprendido una nueva
lengua que siempre se superpondrá a su lengua materna y le hablará de otros
enfoques, otras posibilidades, otras vidas aunque sean incumplidas.
El pozo siempre está a
mano, la sed refulgirá un día u otro, el desierto es soportable y limitado. El
camino, desdibujado, continúa.
Este es el sentido de la existencia de un ser pensante: *Reflexionar*.
ResponderEliminarSomos simples mortales en carrera contra el tiempo que nos gana invariablemente la partida de acuerdo al destino que no propone sino dispone. En este efímero paso por lo intrascendente nos asiste la capacidad natural de *reflexionar* y no quedar en el olvido estando aún con vida.
Comemos ansias por saber pero no hay sacrificio por aprender, y es que no son los libros los sabios elementos que nutren el entendimiento, estos sólo aumentan nuestra capacidad de almacenar, pero entender, es *reflexionar* y, así hallar el sentido de nuestras vidas a pesar de lo efímero y a veces vano de su huella... sin libros preconcebidos, sólo el libro confiable de cabecera que tenemos en el cerebro y siempre está disponible para la *reflexión*.
El sinsentido de la vida es el dilema de no saber a dónde ir porque nos supera el temor de no poder regresar de lo desconocido. La vida no tiene sentido si antes de vivir nos negamos a creer en su existencia.
Saludos, Tras.
Sí, Pensador, como tu propio nombre indica y como comentas, lo nuestro es reflexionar.
ResponderEliminarEstá claro que lo más intrascendente de todo es nuestro propio sinsentido de la vida, pero asumirlo parece que no es fácil. Quizá la reflexión pueda ayudarnos si no dejamos de ser conscientes que no podemos delegar nuestras capacidades ni en otros ni en máquinas supuestamente inteligentes.
Gracias y saludos.
Joer!, 'tras...', en este 'post' me he perdido. O bajas el nivel o va a ser difícil pillarte (ji).
ResponderEliminarUn abrazo.
Efectivmente no volvemos a ser los mismos después de nadar en aguas nuevas pero "conocidad" y/ o extrañas pero por alguna razón atractivas.
ResponderEliminarSiempre pensamos y reflexionamos aunque no todos sobre la misma esencia, quizá porque no todos encontramos en el sustento la misma consistencia.
E incluso parece que el sol acaricia ese agujero de forma distinta para cada pensador y sus desvelos pues de dos miradas a un mismo fondo ... Nunca concluiones identicas salen a flote.
Pero... Siempre una parte de nosotros se queda en ese momento y lugar... Dando form y consistencia a esa roca que a priori parecía no estar...
Quizá... Algún día... Esa profunda inmensidad.
Mi abrazo de luz✴.
Pd. Interesante y mucho leerte .
Gracias!
Y hay que zambullirse en el pozo
ResponderEliminary sentir que vamos de pregunta en pregunta.
No encontraremos la última respuesta
pues esta es un incendio que ciega nuestros ojos
negándonos así el tesoro más valioso
el tesoro mejor guardado.
Me doy cuenta intuitivamente,
tumbada al sol y ya en ese valle,
que el vivir es todo un regalo,
y que hay que hacerlo profundamente
y como fiel amante.
Cuando no esté aquí en la tierra
y deje mis pisadas y mi recuerdo,
pisadas que otros andarán
y que mis mismas preguntas se harán.
Seré un soplo, un aliento, un suspiro.
Adoro la reflexión como máxima facultad del ser humano.
Un saludo Alfonso
Ji, ji, Blas. Ya sabes que es bueno que haya de todo, y creo que además me pillas.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Athenea, es maravilloso lo que dices: "no todos encontramos en el sustento la misma consistencia".
ResponderEliminarEstá claro que tú sí que te has tirado al pozo más de una vez y que quieres y sabes compartir lo que allí encontraste.
Graacias y saludos.
A los pozos:
Eliminar√nos tiramos,
√caemos
√nos tiran.
Creo que es algo que en mayor o menor medida todos sentimos y experimentamos en alguna ocasión.
Partiendo de esa premisa... Del tipo de caida , lo que nos da tiempo a pensar y sobre todo lo que no... Se van formando las luces y sombras que en ese viaje nos acompañan.
Cuando existe consciencia y voluntad caemos con convición y , aunque cierto recelo, la seguridad de que existe probabilidad de cumplir expectativas y anhelos.
Cuando nos caemos... Instintivamente miramos de un lado a otro y/ o pataleamos ... Incluso buscando salir.. Nos podemos llegar a hundir más al ir minando ese " sustento "
Y cuando nos tiran, viajamos con cientos de interrogantes y sensaciones grabadas en la retina.
Disculpa mi divagar, tu respuesta me invitó y en parte "empujó" y aquí viene el broche final...
A veces no hay " mal" que por bien no venga... Nunca sabemos lo que se esconde tras cada ...aparente caida, posible...oportunidad.
Athenea, tu divagar es extraordinario. Oportunidades y caídas van de la mano si hemos aprendido un poquito a vivir, si dejamos que la vida nos modele mientras creemos modelarla. Un poco de la humedad del pozo ayuda bastante.
EliminarGracias y saludos.
Aurora, extraes belleza y vida del pozo y sabes comunicarlo en versos de vida, esos versos que dejan caminos abiertos para que otros recorran tus huellas compartidas, las que se hacen de todos porque tú eres capaz de darles esa forma.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Alfonso: nuestra vida es reflexionar sobre ella…sobre el pasado, el presente o nuestro futuro. Hacernos preguntas y hallar las respuestas. No me gusta mirar a ningún pozo o acercarme a la orilla del mar..¡tengo vértigo!...o más bien miedo. Un beso
ResponderEliminarAgueda, un poco de miedo ayuda a no tirase a cualquier sitio, Después hay que arriesgarse un poco y entrar en caminos que no sabemos lo que nos pueden deparar.
ResponderEliminarGracias y saludos.