"Las apariencias engañan". Una frase breve y certera con la que
nos encontramos a menudo, sea como aviso de alguien cercano malévolo o
bienintencionado, sea como afirmación propia que previene contra tanta mentira,
paradójica herejía de la convivencia y fundamento del vivir juntos, o contra la
deseada confianza tantas veces inaplicable.
Pero vayamos hacia la luz, hacia la iluminación de la mente propia y
ajena, incluso de la mente que tenemos en común con otros. Acerquémonos al
arte.
El arte vive de la apariencia, ofrece apariencias que se viven como
realidades de una dimensión inalcanzable aunque palpable. El arte es un
glorioso engaño. Unos minerales o vegetales, incluso unas apariencias
coloreadas de luz, conforman un mundo, unos mundos, que pueden ser incluso más
cercanos que el aire que nos alimenta y no vemos o que la compañía de seres
queridos que nos da la vida. El engaño que las apariencias del arte
proporcionan está más cerca de la sinceridad de lo que puede estar alguien
cercano a la muerte que intenta confesar buena parte de lo que ha sido su vida
sin que nadie lo supiera. El engaño aparente de la obra artística parte de una
complicidad entre artista y espectador que, incluso sin saberlo o desearlo,
están de acuerdo en ahondar gracias a la apariencia en las verdades más audaces
que componen las sensaciones y reflexiones de cualquier humano, incluso hasta
el punto de que artista y espectador pueden no estar de acuerdo en lo que
expresan/perciben sin que ello sea impedimento para que la vivencia de la obra
tenga sentido y fundamento para ambos.
Un ejemplo, un ejemplo señero sin duda, puede ayudar a comprender ese
entramado llamado arte de apariencia, engaño, luz y humanidad que se buscan y
encuentran en espacios inventados e inaprehensibles.
En muchas obras de Vermeer se puede ver, como si fuera real, una
mujer junto a una ventana iluminada por la luz que penetra por ella de
izquierda a derecha. Una anécdota que el artista repite con variaciones y que
curiosamente ha convertido sus sencillas obras en unas de las más admiradas por
espectadores de todos tipos, lugares y condiciones, unos espectadores que
permanecemos sujetos por esa luz imitada por colores y pinceladas únicas ante
sus lienzos, ante las anécdotas que parecen sugerir esas iluminaciones, esas
mujeres elegidas en un momento concreto de sus vidas y que se eternizan en pequeños
hechos cargados de un simbolismo tan sugerente como fugaz. Sabemos algo de lo
que simbolizan las luces que iluminan cada una de las mujeres de los lienzos de
Vermeer, y cada vez que las contemplamos encontramos algo indefinible y sutil
que el pintor nos regaló, algo nuevo que parece ofrecer la posibilidad de
seguir siendo nosotros mismos y de descubrir nuevas facetas que nos permitan
valorar el mundo y la vida de formas que no estaban impresas en nuestra mente
antes de situarnos ante esas falsas luces que alguien, Vermeer, simula con la
maestría del artesano inteligente y seductor que propone que los espectadores
nos podamos expandir gracias a ese lugar muy real aunque falto de espacio y
tiempo que es el arte.
Tenemos la libertad de encontrar en la luz reflejada en las obras de
Vermeer lo que quizá el pintor nunca pensó o sintió, aunque sí ejecutó. Ese
encuentro fortuito o tenaz define al arte como el camino de lo posible, como
alternativa a la vida demasiado húmeda o demasiado seca que se encuentra más
acá o más allá de todo pensamiento y sensación. De esa forma el arte añade vida
a la vida aunque para ello imponga la exigencia de no dejarse llevar por lo ya
formulado, por lo ya pensado y sentido por quienes no desean que la vida se
expanda y signifique algo mejor que un cúmulo de moléculas en acción. El arte
sigue vivo e indefinible mientras continúa fomentando la inmedible libertad.
Tras: te felicito por este ensayo que nos traes sobre el arte, la luz…..Creo que éste holandés supo plasmar en sus maravillosos lienzos la luz, y la armonía acompañados de grandes detalles. Creo que sólo tenía 36 obras firmadas, cosa que me extraña porque fue pintor unos 20 años.
ResponderEliminarUno de los cuadros que más me gustan es “Mujer con jarra de agua”, por los efectos que emplea al usar la luz (suave y que respira tranquilidad). Un beso
Agueda, es un placer compartir contigo estas luces y libertades de la mano de Vermeer y su maravillosa expresión artística.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Las apariencias engañana, así es I.T.
ResponderEliminarY esa luz que encontramos y el arte en general y muchas obras en especial existe porque también, a veces , muchas sombras salen a danzar.
En el caso de Vermeer, el hecho de trabajar para mecenas y tener en el mercado libre no más de 40 obras reconocidas hace que la demanda se vea como una " isla de luz" para oportunistas que buscan su luz en sombras a las que llaman oportunidad.
Y... Es que las cosas no son como son sino como cada uno las entiende y siente.
Personalmente, creo que esa luz que incide y sirve de hilo conductor es el sentimiento del autor por perpetuar lo efímero y sobre todo elevar lo cotidiano a la categoría de extraordinario. Atrapar el instante y sentir esa luz.
Un placer leerte y ... Luego me pierdo en mi divagar, disculpa.
Mi abraz❇
Athenea, me encanta tu divahar, hazlo siempre que quieras.
ResponderEliminarLa luz y la sombra van siempre juntas, se necesitan y quizá incluso se quieren.
Esperemos que la oportunidad huya del oportunista y seamos capaces de no olvidar lo efímero.
Gracias y saludos.
Una obra de arte no tiene la misma apariencia para todos, el arte se aprecia con los sentidos y se califica con la razón, pero nos causa una impresión particular según el sentimiento con que la apreciamos, y los sentimientos no siempre son fieles a la realidad, sino más bien, se inclinan a lo que se desea o se imagina. Así el artista, que lo es precisamente porque percibe con más nitidez con sus sentimientos que con sus sentidos, no plasma lo que ve o lo que escucha, sino lo que las formas aparentan ser en un instante... para él. Esto nos deja en libertad de ver... lo que queremos ver, y al artista: de crear lo que parece... pero no es.
ResponderEliminarSaludos, Tras.
Pensador, los ssentimientos forman parte de la realidad y es verdad que los sentimientos son cambiantes, ¿será cambiante la realidad? ¿se acoplará a lo que los sentimientos nos permiten descubrir en ella?
ResponderEliminarLa libertad puede que sea una apriencia, ojalá que sea siempre un horizonte al que dirigirse aunque se sea consciente de no alcanzarlo nunca.
Gracias y saludos.
Empecé a apreciar a Vermeer con la moda de 'la joven de la perla'. Veo que tu pasión por él se amplia a toda su obra y 'su apariencia'.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Blas, la obra de Vermeer es apasionante, quizá porque su apariencia no lo es, porque su luz parece suave y llevadera, como si la vida no fuera compleja.
ResponderEliminarGracias y saludos.