Hay películas fascinantes, aburridas, trepidantes, tranquilas, poéticas, extraordinarias, abrumadoras, predecibles, relajantes, excitantes, prominentes, oscuras e incluso indigeribles. Y las hay que mezclan varias de esas sensaciones afectando normalmente nuestras capacidades críticas y sensibles de una forma muy positiva.
Hace un tiempo vi una película que siempre que hablo de ella estoy tentado de definirla como fascinante, pero cuando lo digo me corrijo porque sé que no es el adjetivo adecuado. En cambio, sí puedo decir que me produjo unas sensaciones que no suele ser muy común que yo pueda aplicar a ninguna película: todo en ella me gustó; me gustó cada fotograma, cada frase, cada escena, cada insinuación, cada música que sonaba, cada personaje, cada mirada, cada sorpresa, cada rostro, cada paisaje, cada segundo sublimado de tiempo… Y me gustó eso que arropa cada película y le da buena parte de su sentido una vez que se pone a transferir a imágenes el guión, es decir, me gustó la fotografía, en este caso en blanco y negro, pero que destacaba sobre todo por sus encuadres, unos encuadres tan especiales que se convertían en parte del sutil argumento que se narraba en imágenes e informaban de los estados de ánimo de los personajes y de la situación agudamente dramática en la que se encontraban y de la que procedían sus vidas.
Durante casi todo el desarrollo de esa película polaca, de Ida, dirigida por Pawel Pawlikoski, se ven en pantalla a sus protagonistas descentrados respecto a los bordes; un recurso muy utilizado en cine para expresar dramatismo, pero en este caso estaba llevado al extremo, casi siempre había demasiado cielo en la pantalla, o demasiado suelo, o solo se veía la mitad derecha o izquierda del personaje que aparecía en ese momento. Era una continua exageración visual que se contraponía muy bien con la sencilla forma de narrar y la actuación nada extremada de sus actores aunque lo que se cuenta en ella es una realidad terrible vivida a partir de la Segunda Guerra Mundial en Polonia y en otros países.
Quizá esa fotografía extraordinaria y la sencillez de la narración contrapuesta a los encuadres únicos y diferentes sea lo que eleva un argumento que se puede introducir como “la historia de una monja joven y guapa en la Polonia de los años sesenta del siglo pasado” a un monumento visual sobre la injusticia de la Historia y un recordatorio de quienes quizá no se sienten sus protagonistas pero se aprovechan en cuanto pueden de otros aún menos afortunados que ellos mismos.
He seguido las sugerencias visuales de los encuadres de esa película y he recortado algunas fotos mías para poder intuir en ellas el desasosiego que produce esa forma de encuadrar y componer una imagen hasta darle una expresividad inestable que creo es capaz de tocar nuestras fibras sensibles, que creo representa muy bien la inestabilidad de la vida y las amenazas a las que nos vemos sometidos continuamente con consentimiento propio o sin él, incluso con una ceguera inconsciente que quizá nos preserve de darle la espalda a la vida ante la injusticia que la enmarca.
Trasindependiente, he visto hace poco Ida y tus comentarios me animan a verla otra vez con ojos distintos. Tengo un armario igual al que aparece en tu foto. ¡Qué casualidad! Acabo de ver La sal de la tierra sobre la vida y la obra del fotógrafo brasileño Sebastián Salgado. Si no la has visto, no te la pierdas. Y luego, por favor, escribe algo sobre ella. Me gustaría conocer tu opinión. Un abrazo y gracias.
ResponderEliminarBueno, Pablo, tengo que empezar por lo del armario porque creo que te va a gustar: en ese aula dio clases Antonio Machado durante su retiro en Baeza.
ResponderEliminarNo he podido ver todavía La sal de la tierra, pero cuando lo haga es posible que tenga algo bueno que decir (Wim Wenders me parece un director de cine auténticamente especial).
Y espero que tu revisión de Ida te depare tanto disfrute como a mi.
Gracias y saludos.
Curioso, lo del armario. Mi mujer fue profesora del Padre Suárez durante años. En una de las restauraciones de este viejo instituto de Granada, la dirección se desprendió de algunos muebles. Antes de dárselos a un buhonero, les dijo a los profesores que se llevaran los que quisieran. Mi mujer recogió el armario, lo trajo a casa y lo restauró. Es igualito al de Baeza. Se ve que ambos institutos son de la misma época (o al menos el mobiliario) y que los equipaba el Ministerio de Educación con los mismos muebles. Un abrazo.
ResponderEliminarCuriosa y bonita historia, Pablo.
ResponderEliminarGfracias y saludos.
Todos esos adjetivos... Si ligamos a ellos todas esas peliulas que los cumplen... Tendríamos toda una constelación... Una brillarían más y otras menos pero cada una da su visión y aporte. Tomo nota ..
ResponderEliminarUn saludo & Gracias
Sí, Athenea, da gusto que haya estrellas que brillen especialmente en la constelación del cine.
ResponderEliminarGracias y saludos.
No conozco esta peliculaza, pero tomo nota porque me supongo que por la "deformación" fotográfica, te pasará como a mi, que si en los primeros fotogramas no vemos mensaje, el resto de la peli es mas dificil que se enderece.
ResponderEliminarDe hecho en la clasificación que haces de cine me falta una a la que tengo especial manía por el abuso. Las que abusan de los efectos especiales. Que podría meterse en las trepidantes, pero que se pasan de efectistas y me superan. Sin embargo su la fotografía es buena, le perdono casi todo.
Tras: es una película impactante, conmovedora ya la vez seca. Me han encantado tus fotografías. Un feliz fin de semana
ResponderEliminarUf, carlos, las que se pasan de efectos especiales suelen tener muy poco de especiales aunque la fotografía sea técnicamente buena. Ya sabes que la fotografía tiene algo indefinible que la convierte en invitadora y expresiva, y eso en una película es impagable.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Sí, Agueda, conmovedora y seca. Creo que está muy bien expresado y que eso le da un interés especial.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Muy interesante lo que dices sobre el descuadre y la inestabilidad. Siempre tengo la sensación de mirar al vacío cuando veo esos planos largos sin casi nada.
ResponderEliminarNo he visto la película, pero ya tomo nota para verla.
Gracias
Sí, Celeste, ese mirar al vacío que comentas da cuenta de facetas importantes de nuestras vidas que quedan ocultas tras tantas imágenes que se nos ofrecen para aparentar que todo está en sus sitio.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Una película muy especial, tal y como la cuentas.
ResponderEliminarNo cabe duda que iré a verla y a disfrutarla como tu ya has hecho.
Un saludo Alfonso.
Sí, Aurora, es auténticamente especial. Es casi necesario aprovechar las grandes creaciones siempre que aparecen.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Bueno, hemos perdido a un gran crítico cinematográfico pero hemos ganado un fotógrafo la mar de sugerente. Así estamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, Blas, me has puesto "colorao" y te agradezco mucho lo que dices.
ResponderEliminarGracias de nuevo y saludos.
Yo creia que ya habia comentado en este post tuyo tan incitador. No conozco la pelicula, pero me la apunto para cuando vuelva ... Sabes si esta en Enet?
ResponderEliminarGracias
Saludos
Y tus fotos: artisticas, sugerentes, poeticas
Igoa, no sé si estará en la red, pero me imagino que pronto aparecerá. No te la pierdas.
ResponderEliminarY muchas gracias por apreciar mis fotos y saludos.