En un fin de semana
corriente, de esos que se producen entre dos semanas de trabajo comunes y
normales, sin planes especiales, simplemente llenos con el horizonte del
descanso y la ruptura de la rutina gracias a la rutina del reposo. En uno de
esos sábados y domingos puede aparecer un viaje que lleve de la oscuridad y
brillo de la palabra compartida a la brillantez y diafanidad de la naturaleza
invernal.
Un sábado me acerco a
la presentación de unos libros mimados y dados a luz con el apasionamiento de
la juventud y la novedad de unas vidas, las de sus autores, que se abren al
campo de lo posible como si la vida no fuera vieja y como si la invención de la
misma estuviera por producirse. Una pequeña editorial barcelonesa y la vida de
la palabra y la imaginación capturada por las jóvenes manos de nuevos autores
hacen posible ese pequeño milagro en un recóndito bar situado en un entresijo
de calles de un Madrid que hace solo cien años era moderno, aunque hoy se sitúe
entre lo renovado y lo desvencijado.
Con la felicidad de
haber asistido a esa renovación de la vida a través de la palabra y el impulso
de la juventud que no ceja en su quehacer vital ni se deja intimidar por la
propagación de las muertes parciales por parte de tantos agoreros con poder
político y económico; con ese bienestar con el que me acosté el sábado me
levanto el domingo y me dispongo, por invitación de la mejor compañía, a acercarme
al campo frío y a la visión de la nieve reciente acumulada en la montaña. La
felicidad puede continuar azotada suavemente por el viento del norte entre
campos recién sembrados, atravesando otros que están yertos por el momento, y
atisbando entre encinas y olivos que parecen eternos la cordillera nevada con
su promesa primaveral para cuando pierda su fulgor blanco. El brillo del sol en
esa fría mañana dominical tiene una potencia que parece insuflar vida a través
de la piel que lo recibe con el untuoso viento azotando un poco el rostro y los
ojos llenos de los colores apagados y transitados por la viveza de una promesa.
Y la fulgurante experiencia campestre no puede eximirse del recuerdo de la
joven palabra del día anterior.
Todo es renovación.
Intentemos que, como sugiere la palabra escrita por las jóvenes manos y la
visión de la blancura en la montaña, la renovación nunca suponga destrucción,
que sea un nuevo hacerse de lo viejo que permita que la rueda de la vida
humana, con mejor o peor fortuna, siga girando a favor de lo que la naturaleza
propone cuando no ataca y lo que el humano recrea cuando no está en guerra.
El viaje, con su
excepcionalidad inmedible, aparece en cualquier momento de la vida. Saberlo
disfrutar es privilegio de cualquiera que ame su pequeña presencia en el mundo
de todos, que ame las presencias de quienes, como los nuevos y viejos árboles,
pueblan de una forma tan ordenada como desordenada, cualquier rincón del vasto
y pequeño mundo.
Con la felicidad de encontrarse con la palabra y descubrir en ella la capacidad de mantener la renovada magia.
ResponderEliminarCamino de letras que nos llevan hacia cientos de lugares, finales...
Pero siempre disfrutando de lo inesperado de un sendero plagado de .... ( por lo que he leido, ya lo sabes).
Mi abraz✴
Sí, Athenea, es tal como lo cuentas, con esa palabra tuya que sabe destilar los matices del viaje personal e intenso.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Como no disfrutar de las palabras encontradas y reinventadas por tantos epiritus generosos. Haces de la visita a tu blog todo un gozo.
ResponderEliminarSaludos Trans
Hola, Puri. ¡Qué alegría! Cuánto tiempo sin saber de ti. Me encanta que goces con lo que ofrezco y espero que nos "veamos" más a menudo.
ResponderEliminarGraacias y saludos.
Viajar es un placer, que pocos hoy en día, por desgracia pueden hacer. Por eso hay que disfrutar con cada viaje y más si está acompañado de palabras de jóvenes autores, de campos, de montañas…siempre es un placer viajar contigo a través de tus letras. feliz fin de semana. Un beso
ResponderEliminarSí, Agueda, no siempre hace falta mucho tiempo y dinero para realizar un viaje si el espíritu del mismo está vivo en quien lo realiza.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Todo mezclado: viaje, poesía, literatura. Todo se convierte (lo conviertes) en disfrute. ¡Buen viaje!.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Blas, creo que todo se puede convertir en buen viaje si se está dispuesto a disfrutar.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Aqui hay dos viajes; el urbano como bién describes porque lo miré en Google Maps por si me daba tiempo a ir, y el de la montaña y su frescura natural. Tan diferentes pero tan necesarios para algunas almas como la mia. Lo malo de los madriles en ocasiones, son las aglomeraciones en los callejones si se ponen de moda y en la sierra si hace bueno. Lo mejor en este post, es que en los dos has sido feliz. Enhorabuena amigo
ResponderEliminarSí, Carlos, lo mejor es descubrir que a veces la felicidad es más fácil de conseguir de lo que pudiera parecer, e intentar ser feliz lejos de las aglomeraciuones es muy positivo.
ResponderEliminarGracias y saludos.