OCTAVA EMOCIÓN La emoción que me han producido todas y cada una de las casas que he habitado está muy cerca del enamoramiento. Es una emoción que se ve superada por el habitar, ese verbo, ese transcurrir protegido, que lo emocionante de estar contenido en cada una de ellas ha hecho conmigo, de mí. Sí, porque por mucho que pretendamos configurarlas como nuestras, las casas, su permanencia y su variación constante en torno a nosotros, nos dan forma, nos conmueven y hacen que nuestro palpitar sea de una forma que se adapta a lo que la casa acoge o rechaza en continuo contacto con nuestra piel, nuestros pensamientos y sensaciones, nuestros actos más privados y nuestras proyecciones hacia el futuro, pensadas y sentidas precisamente en el habitar de cada casa. Y la primera de todas es la casa-sueño porque acudo a ella en un espacio de mi memoria que no es el de alguien que siente y piensa, por muy niño que sea, sino el de alguien que, con la naturalida...