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Mostrando entradas de 2024

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (71)

     SEPTUAGÉSIMA EMOCIÓN Ahora que nuestra nueva y auténtica realidad nos permite ver a través del reflejo y reflejarnos en la transparencia, hemos llegado a saber que reflejo y transparencia son facetas de la misma realidad, inventos o engaños dirigidos desde el uno hacia el otro. La transparencia desea el reflejo y el reflejo anhela la transparencia.     Nosotros nos situamos entre uno y otro como objetos que somos de sus caprichos. Creemos saber cuando estamos ante ellos y son ellos quienes nos provocan dejar de saber.     Hay una actitud poética posible que podría salvarnos de su turbia melancolía o su dura realidad: dejarnos engañar conscientemente y tomar al uno por el otro, aun no sabiendo cual sea cual.     Quizá su existencia, su complementariedad y enfrentamiento, no sea ninguna otra cosa que la sonrisa de lo real frente a nuestro pretendido conocimiento y nuestra falta de percepción de aquello que siente y piensa a nuestro alreded...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (70)

     SEXAGÉSIMO NOVENA EMOCIÓN Estar sumergido en este mundo que tiene mucho de negación y poco de creación me conduce a cantar mientras camino:     SUMERGIRSE     Es un don Se aprende Hundiéndose en tristeza     La luz, al fondo Es reflejo de la felicidad Que portan las humedades De la mirada     Vemos la superficie Cabeza vuelta Nadando sin saber Queriendo lo deseado Gimiendo ahogados     Abre la quimera el brocal No queremos tener fe Y construimos con ladrillos La salida cerrada     El túnel es vertical No hay norte ni sur Para quien anida En golpes llenos de raíces     Sin pozo ni túnel Hay vacío Que no posibilidad     Necesitamos Nadar en arena Buscando las olas La espuma del alcanzar

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (69)

    SEXAGÉSIMO OCTAVA EMOCIÓN   Antes de los acontecimientos que dieron forma a lo que hoy resta de lo que fue nuestro mundo yo era un puro espectador, tan puro que formaban parte de mis recuerdos más íntimos lo contemplado, lo escuchado, lo leído, lo paseado. No era espectador de la vida, creo que ella me contemplaba a mí, como a todos y a cada uno de nosotros, extrañada y perpleja mientras me azuzaba a no parar de recorrerla. Era espectador del arte, de la poesía, en cualquier faceta en que eso que se puede convenir en llamar mi persona fuera capaz de percibirla, de abandonarse, de descubrir y sufrir las pequeñas e infinitamente intensas explosiones que el arte, la poesía, ofrecía cuando alguien se pone a su disposición, está dispuesto a convertirse en el amante que nunca llegará a consumar su inclinación.     Y retomo mi afirmación inicial porque en ella reside lo que quiero destapar como si fuera una intimidad tan lacerante como expansiva que se resiste a c...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (68)

     SEXAGÉSIMO SÉPTIMA EMOCIÓN Raúl, quiero leerte estos poemas que llevo conmigo de la vida de antes y que parecen escritos en la extraña vida de ahora:     Hay tantas realidades inventadas Cruzándose en caminos recreados Que la capacidad de mirar Viendo Se colma sin alcanzar los bordes del color     Los ojos de los insectos se convierten en veraces Conforman una ceguera humana Que nunca podrá ser descrita     La palabra tiene tanto poder Como ignorancia genera En quienes quisieran cambiar la mirada     Pertenezco a una especie Que desearía ver como ellos Pequeños congéneres Y saber sin palabras lo que otros miran Sin voluntad, sin perdón, sin pasión, sin deseo     Me cuesta continuar viendo Me esfuerzo en mantener la mirada Me requieren de mundos que aún no han nacido O murieron O son en lugares sin espacio Como nubes trémulamente sólidas     Ya ocurrió todo En el futuro que no conoceré En el pasado que no alc...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (67)

    SEXAGÉSIMO SEXTA EMOCIÓN Raúl, voy a retomar y a decirte aquel cuento mío que un día no te conté.     Había una vez un monstruo que se miraba al espejo con tranquilidad. Llevaba una vida aburrida llena de constantes sobresaltos. Cuando llegaba un sobresalto se entristecía volviéndose rojo. En ese estado se sentía enamorado, aunque continuaba sin salir de casa, como era su costumbre desde que reconoció en sí mismo su monstruosidad gracias al gesto de asco que puso un día la tendera de enfrente de su casa al cobrarle el pan. Desde entonces comía maleficios y tenía guardada en la despensa la manera de ser mejor.     A veces soñaba con que vivía dentro de él un monstruo que se le parecía, pero que tenía el empuje que él creía que le faltaba. Dejaba a su monstruo interior que le susurrara insinuaciones desagradables porque él no creía ser mejor que nadie, ni algo mejor que su perro, más bien peor.     El perro murió de fidelidad en un momento dado ...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (66)

    SEXAGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN Nuestras compañías actuales no borran ni anulan el yo, ese auténtico y disfrazado personaje que va con cada uno de nosotros, y que es alguien que puede llegar a ser molesto a pesar del amor que sentimos por él. Ese ser que es uno mismo sin llegar a serlo es como una novia o un novio a quien amamos más de lo que nunca podríamos haber imaginado, pero que exige estar siempre con nosotros, de día, de noche, cuando nos lavamos, cuando nos sentamos, cuando trabajamos, cuando estamos distraídos, cuando hacemos todas y cada una de las acciones de nuestra vida; y vamos a suponer que nuestro amor no disminuyera con esa presencia constante, pero seguro que terminaríamos hartos de la otra persona e incluso hartos de nuestro mismo amor si no perdiéramos de vista en ningún momento al ser amado. De similar manera, el yo, nuestro amor insoslayable, es algo o alguien que a veces cuesta llevar con uno aunque es posible que no queramos perderlo nunca como compañero....

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (65)

      SEXAGÉSIMO CUARTA EMOCIÓN Aparece en la sombra un brillo que tiene algo de inabarcable Y permanece mientras camino a través del bosque benéfico     La contradicción de la luz en la sombra tiñe mi espera de perplejidad Aunque debiera, no freno mis pasos, ni cortos ni largos Actúo, camino, como si nada sucediera, como si fuera hacia alguna parte     Los sonidos del bosque se amortiguan, parecen distinguirse cálidamente El verano desaparece en ese desquiciamiento que me inventa mientras no me detenga Y se escucha una quinta estación, la que me convoca sin darme su nombre     La boca entreabierta, los ojos en blanco, la frente calmada Los pensamientos saciados, las sensaciones frenadas, el tacto perdido Quiero cantar las palabras que podrían poner en marcha el final de todo Quiero entrar en el inicio de lo que no soy para comprender y saber Como si hubiera muerto

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (64)

     SEXAGÉSIMO TERCERA EMOCIÓN Mirar hacia arriba es una de las ofertas insoslayables de este transitar por el nuevo mundo que es el viejo de una forma diferente, aunque no conduzca a nada, aunque recuerde que la nada es el destino, aunque solo nos lleve a reconocernos tan terrestres y soñadores como éramos y como, inevitablemente, seguimos siendo. Mirar de esa forma produce una experiencia que podría llamarse trascendente y que se compensa en lo real con pasos embarrados y tropezones que nos devuelven al necesario humor con el que se podría sobrellevar la vida, esta extraña vida, su injusticia como destino, y a enfrentar ese extraordinario y ridículo anhelo permanente, como abanico cerrado de palabras, sensaciones y pensamientos, que continúa caracterizando a nuestra especie, a lo que queda de ella.     El aire transparente o espeso parece recoger con agrado nuestra mirada anhelante, el brillo de sueño que posee, el recuerdo no nacido y el atrapado por la espe...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (63)

    SEXAGÉSIMO SEGUNDA EMOCIÓN ¿Qué es hoy la muerte? Ahora precisamente que parece no tener poder. Es una existencia que se mantiene viva, paradójicamente. Viva en nuestro estar, ya que nacimos mortales y así aprendimos a vivir, imbuidos de religiones, políticas y organizaciones sociales que contaban con ella, aunque parecieran olvidarla, o incluso pretendieran negarla reconvirtiéndola en transición o en memoria.     Casi todas las leyes que intentaban regirnos y ordenarnos eran llamadas a la muerte pretendiendo evitarla, incluso en los lugares donde la pena máxima seguía existiendo solo por la ilusión de preservar la vida de los que no estaban condenados a muerte, de los salvados gracias a la condena del otro, del señalado, del antisocial, del convocante de la realidad mortal.     Hoy la condena es la no muerte, una leve condena que nos impulsa a caminar, a escuchar a nuestra compañía, a apreciar la levedad de haber sido elegidos para la salvación sin pod...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (62)

      SEXAGÉSIMO PRIMERA EMOCIÓN Hoy distingo una maraña De naturaleza y realidad     Se han abierto mis sentidos Como si pudiera incluir en ellos Todo lo estático y lo animado     Estoy mirando desde el otro lado Como si existiera Y la fruición de poder hacerlo Genera la posibilidad de negarlo     Cuándo, dónde y cómo Son regalos del azar Así la vida se funda En senderos por recorrer En ligereza rotunda, en posibilidad de no ser

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (61)

    SEXAGÉSIMA EMOCIÓN Las apariencias de tiempo y espacio parecen, como corresponde a la propia definición de apariencia, que hayan sido nuestras coordenadas. Escribo apariencias porque las últimas hipótesis de la física parecían a su vez desmentir que esas fueran nuestras coordenadas reales (y seguiremos pendientes de definir lo que pudiera ser la realidad, sobre todo tras los últimos acontecimientos). Pero la apariencia del mundo, de nuestra forma de vivir en él, de sentirlo y pensarlo, era nuestra casa y es razonablemente dudoso que podamos superar lo que quizá era una de nuestras principales limitaciones, las que daban forma a nuestra vida y nos hacían intervenir en el mundo, o lo que hoy es soportarlo.     El espacio en que vivimos nos supera si miramos hacia el cielo o soñamos con el macizo que nos sostiene. Quisiéramos aquilatarlo, quisiéramos que tuviera unas medidas asumibles por nuestras capacidades, esas que deseamos infinitas y sabemos tor...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (60)

    QUINCUAGÉSIMO NOVENA EMOCIÓN En aquella otra vida hoy tan lejana, aunque tan cercana en el tiempo, conocí muchos y variados lugares. Barrios, bares, monumentos, bosques, casas, montañas, museos, tiendas, puentes, rocas, jardines... Nunca llegué a saber distinguir entre todos esos tipos de lugares y los lugares en los que se ubican. ¿Me encontraba en un momento dado sobre un puente o sobre el río que lo cruza? ¿Estaba situado en otro momento en el interior de un bosque o sobre un monte cubierto por árboles? Casi seguro que no hay una respuesta clara a la pregunta sobre qué es lo que solemos denominar lugar.     Cuando uno viaja tiene la sensación de visitar lugares y lugares dentro de lugares. Un barrio de una ciudad podría ser buen ejemplo de lo que digo. Pero de los lugares que uno va conociendo en los viajes hay algunos que tienen una categoría especial, ¿o se le podrá aplicar esa categoría a todos y cada uno de ellos? Tengo la sensación de que, contemplados e...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (59)

    QUINCUAGÉSIMO OCTAVA EMOCIÓN Todo (me) era posible. Y todo (me) fue posible. La juventud consistió en ello, en esa creencia en lo posible y en la constatación de que lo que no llegaba no dejaba de ser posible. Ese todo que fue posible consistió en lo que deseé y en lo que el deseo transformó en realidad, con un incumplimiento que no sentí de esa forma, pero que ha llegado a ser hoy la realidad de la vida actual, la mía y la del mundo. Deseé lo que muchos otros desearon y no supe ver que coincidía con ellos, ni me importó ni supe apreciarlo.     La impresionante parquedad geográfica en la que se movieron, o se detuvieron, mi infancia y juventud, sería una de las bases de mi anhelo, como si fuera una de esas cajas que se esconden en los cimientos de algunas casas cuando se van a construir y que contienen recuerdos personales o testimonios del momento en que se entierran.     Aprendí pronto que la vida es nuestra única garantía y que la muerte es nuestra ú...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (58)

    QUINCUAGÉSIMO SÉPTIMA EMOCIÓN Un zorro se me quedó mirando. No era la primera vez que me sucedía algo así, pero las otras veces ocurrieron en la otra vida. Mi caminar parecía interesarle más que amedrentarle, como sucedía antes. Yo me desvié para acercarme a él y no movió ni un músculo. Pareció husmear el aire, como en busca de una caza en la que mi presencia no interfería. Quizá yo no existía para él, quizá no existo.     ***     El niño con el que me crucé (y no era la primera vez que me cruzaba con un niño solo, sin compañía, al menos la de un adulto como yo mismo) me miró, detuvo su paso como si se hubiera encontrado con alguien conocido y me cogió la mano, cambiando el sentido de su caminar y adecuándolo al mío.     Le saludé y le pregunté cómo se llamaba. Me miró y no dijo nada. Seguí hablando para animarle, de mi ciudad, del río que echaba de menos, como si la realidad fuera esa...     No dijo ni una sola palabra, aunque sus o...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (57)

     QUINCUAGÉSIMO SEXTA EMOCIÓN La luz y la humedad juegan con quien fue trabajador o hambriento, aunque hoy ya solo pueda ser caminante, con la planta y con el animal. Ambas están en el pez, en la tierra, en la vida artificial, la humana, y en la natural, la que representa la nube.     Brillo y agua acogen y expulsan. Se hace necesario venerarlos y darles de lado, gozarlos en un abrazo que solo ellos son capaces de generar. Su tacto es falso. Brillan los objetos que se pretenden animados y solo hay reflejo húmedo en los inanimados.     Ellas nunca se detienen, son cambio que mira sin ver. Nuestros ojos parecen protagonistas y son meros intermediarios; en ellas la mirada cree poseer la luz tamizada por la humedad.     Solo hay juego; solo hay efímera presencia; solo hay traspaso de intercambios en un fluir que se escapa del tacto y de los sueños.     Y hay una rendija en el fluir de lo que acontece, de la misma vida, No existe para...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (56)

    QUINCUAGÉSIMO QUINTA EMOCIÓN Si pudiera compartir aquello que mueve y remueve las fibras elásticas de mi espíritu, que otros comprendieran que tras palabras, luces, historias, versos y encuentros, en ellos y con ellos, vivo la vida que tengo en común con los demás y que recreo continuamente porque la supervivencia me mata.     Si pudiera transmitir a todos que lo pasado solo es lecho de resurrección constante, necesidad de abolir lo necesario, tumba admirable que deja pasmado al presente y sirve para el impulso hacia arriba, el que me aleja de la tierra sin limpiar mis zapatos del barro sobre el que piso, sobre el que pisamos todos.     Si pudiera querer lo querido, lo inventado continuamente, para poder hablar con todos en un lenguaje nuevo cada vez y que participe de todo lo ocurrido, de cada detalle cuya relevancia es la aportación de la sensación de cada quien, de su transcurrir en la acción sentimental y reflexiva.     Si pudiera llegar a...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (55)

    QUINCUAGÉSIMO CUARTA EMOCIÓN El continuo enfrentamiento a este curioso destino que nos ha sido dado, a la eternidad no ideológica, a algunos nos llena de furia, a otros proporciona una paz desconocida hasta que comenzó la transformación que supuso la pandemia, a otros les supone una indiferencia ante la vida que nunca creyeron que podrían sentir.     A los antes confiados les suceden ahora los rencorosos, con un rencor que no se dirige contra nadie, aunque se pague con alguien, con algún compañero de desdicha al que no se considera que lo sea con la gratuidad del sentimiento desatado.     A los antaño rigurosos, fuera en vida, en trabajo, en ocio o en ideología, hoy les suceden los que sienten una relajación impropia de su musculatura física y mental. Son ahora como antiguos gordos que hubieran perdido su grasa y con ella el bienestar que implicaba tragar sin parar hasta el odio y el hartazgo.     A los venenosos y envenenadores les han sucedi...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (54)

      QUINCUAGÉSIMO TERCERA EMOCIÓN Quiero pensar que antes de que se iniciara esta situación de eternidad innoble se notaba en mí que la realidad, lo que se suele llamar así, me resultaba un poco estrecha y demasiado ajustada. Hoy, a pesar de lo que sucede, sigo considerando que la realidad es o puede ser algo no tan evidente como podría dar a entender su propia apariencia. Y no me refiero a que la realidad pueda ser subjetiva, que lo es, sino a que la realidad es algo más que su evidencia (y por supuesto mucho más que los que pretendían sacar partido económico de ella decían que era). La realidad es más ancha y profunda que plana y recta, adopta muchas formas y es más plástica que lo que se puede constatar observándola y viviéndola rutinariamente.     Pero sobre todo es mucho más (y creo que hoy más que nunca podemos afirmarlo) que lo que vemos, pensamos y sentimos habitualmente. En cada momento y lugar solo somos capaces de ver, oír, tocar, algunas de sus fac...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (53)

    QUINCUAGÉSIMO SEGUNDA EMOCIÓN Hay preguntas que me he negado a hacerme desde que soy el que ahora soy o desde que el mundo se ha transformado en lo que ahora es; preguntas que rechazo categóricamente aunque aparezcan en mi mente, y una de ellas es por qué escribo, por qué doy cuenta de lo que me ocurre, de lo que creo que nos ocurre y de lo que supongo le ocurre al mundo.     Escribo como camino, sin fin y sin principio, hay algo en mí y en las circunstancias actuales del mundo que parecen obligarme a hacerlo, como si aún existiera la llamada del destino, negada en el ayer, pero muy presente en aquel transcurrir lleno de sentido hacia el sinsentido que era lo que fue y ha dejado de ser.     Todavía hay anuncios por las calles y las carreteras, aunque estén un tanto desvencijados aún se reconocen las sonrisas y los mundos que ofrecían para que un producto fuera rentable, fuera incluso universalmente sentido como necesitado y, por tanto, ineludible aunque...

EL LIBRO DE LAS EMOCIONES (52)

                                                                                                                  QUINCUAGÉSIMO PRIMERA EMOCIÓN  En estas circunstancias puedo recrear en mi cabeza mi mayor ensoñación, la que se corresponde con lo más imposible, aunque no sepa su causa: hacer el amor hablando, no con esas pocas frases que penden de la excitación, sino con frases que penden de la poesía, de la realización poética en la pasión.     Regálale tu piel a mi boca.     Canta con el gemido de la armonía.     Quiero desearte como si fueras de otra especie.     Me uno a ti sin que el pensamiento termine...