No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.
Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:
https://www.facebook.com/independiente.trashumante
Su título es:
PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)
(Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)
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Damián ¿dónde te encuentro? ¿Con quién puedo hablar de ti con la confianza de que no me mire como la separada que no pudo vivir sin su antiguo marido? Que no pese mis palabras, mis afirmaciones, mis tristezas, en la balanza de la mujercita que no sabe lo que quiere, de la enamorada que siempre le perdonó lo imperdonable. De la mujer caduca que buscaba lo que no supo encontrar en su marido y terminó, sin encontrarlo, con él de nuevo. ¿Qué saben de mi vida ni la de Damián? Saben lo de Pavel porque yo no lo oculté, porque tras separarme de Damián salí con hombres posibles que tenían todos los defectos de Damián y no estaban a su altura, así que me dije ¿qué hago con este? E incluso me permití decir que no a Antonio, él si me quería de verdad, pero su apocada vida de divorciado me ponía de los nervios aunque él me ofrecía lo mejor, bien lo supe y lo rechacé, quizá por no empezar de nuevo y sin juventud. Creo que verle subrayaba en mi la sensación de que ya no éramos jóvenes a pesar de que su ilusión por mí lo era o lo parecía, a pesar de que el brillo de sus ojos cuando estaba conmigo lo era, a pesar de que callaba mucho solo por escucharme; aquel hombre, Antonio, que tenía en su casa una biblioteca que había leído entera, una biblioteca de verdad, como la de Damián y mía (más suya que mía) porque yo no podía ni quería saltar como él, sin orden aparente, de la historia a la novela, de la filosofía a la ciencia, del cómic a las matemáticas, del derecho a la economía, de la psicología a la bioética… Parece que los hombres con cabeza querían estar conmigo: Damián, Antonio. Pero yo elegí a Pavel ¿cómo describirlo? Quizá como el hombre que solo fue justo lo que yo deseaba sin ninguna continuidad. Eran detalles lo que me lo convertían en adorable. He pasado con él minutos que recordaré siempre, nunca podré decir horas, temporadas, jornadas maravillosas, pero pequeños momentos de intimidad, roces en el instante justo, una palabra que me halagaba cuando lo necesitaba o esos momentos en que su clara admiración por mí se le venían a la cara y transfiguraban sus ojos azules hacia los que debió tener en la niñez. Un hombre, un hombre niño que quizá a una mujer ya mayor es lo mejor que le puede ocurrir, aunque no dure, como yo sabía sin decírmelo que iba a suceder. Y cuántas sorpresas trajo a mi vida, además de esa falsa seguridad con la que hablaba en la lengua que no era la suya, pero a la que extraía giros que parecían provenir de su niñez, de esa niñez de la que nunca hablaba, como si hubiera nacido aquí y fueran los demás los únicos que percibieran, como en un sueño, un poco locos, su acento extranjero que casi parecía que no proviniera de un lugar lejano de Europa sino de algún lugar aún más alejado.
(Continuará)
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