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PAPELES PÓSTUMOS DE "ROJO" (y LXXIII)


 

 

No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.

Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:

https://www.facebook.com/independiente.trashumante

Su título es:

PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)

 

 (Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)



***

 

Por fin se produce el absoluto, La existencia de lo absoluto se cumple en mi dimensión, no en la que abandoné, aunque siempre allí se olvide y se busque como si fuera una posibilidad que las estrellas niegan todas las noches, pero que allí no se quiere saber. Olvidar la imposibilidad del absoluto es una tarea a la que parecen dedicarse todos los humanos vivos sin nombrarla nunca. Lo relativo está en vuestra mirada, en mi no mirada está lo absoluto porque no hay comunicación entre nuestras respectivas dimensiones, aunque yo recuerde la capacidad de comunicación y esté aquí haciéndolo, quizá como recibimiento a los nuevos moradores que nunca dejan de llegar aquí. Se los ve portando su ignorancia del suicidio inducido o realizado, la misma que yo traía y hoy poseo transformada ahora en una sabiduría que parece contenida en un libro cerrado con todas sus páginas pegadas unas a otras sin posibilidad de ser leído nunca. Nunca sería la palabra que mejor definiría la dimensión en que me encuentro y de la que no sé si es la definitiva. La eternidad del nunca parece decirme que esa es la realidad.
 
 
He dejado de sentir todo, pero lo que más he dejado de sentir, si se aceptan las gradaciones, es que los demás piensan y sienten de otra manera, o yo sentía y pensaba diferente a ellos. Parecían afectados por acciones, noticias, sensaciones y eventos que aceptaban solo por ser sociales, por formar parte de la médula de la sociedad a la que pertenecían o pertenecen. ¿Es que yo no pertenecía? Sí, pero con un continuo filtro frente a ella, o ellas, el filtro de la individualidad y del estar alerta frente a lo que yo no quería llamar manipulación y ellos, los que lo aceptaban, denominaban de esa forma.
 
 
La objetividad existe aquí, quizá esa constatación sea lo más cercano al paraíso que aquí se nos ofrece. Es como un recuerdo de placer que evita cualquier violencia, esa que me empujaba, a mí como a todos los vivos, a seguir viviendo, a convivir con los demás aguantando su respectiva subjetividad, lo más insoportable que aguantamos en vida y lo que forma parte aquí de la no vida. Sin subjetividad no hay vida, aunque voy a descubrir a quien quiera saberlo que aquí, en este lugar que no posee extensión, también se encuentran los recuerdos del mundo vegetal y animal sin diferencia alguna con los humanos. Forman parte de este complejo que formamos todos y que no podéis encajar en vuestras medidas. Me gusta intentar explicaros lo inexplicable. Todos los muertos, vegetales, animales y humanos, formamos sin gradación alguna un único punto que no se sitúa, que no está en ninguna dimensión y que observa desde su pequeñez o enormidad lo que sucede en el Universo, donde no estamos.
 
 
No sé si echo de menos la vida. Empiezo a perder el significado de la melancolía, me atrofio sin placer en un deseo cumplido y sin forma que parece contener la potencia de llevarme a ser.
 
 
FIN

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